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Municipios: el Estado soy yo Opinión Archivo

Municipios: el Estado soy yo

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Michel Figueroa
Por : Michel Figueroa Director ejecutivo Chile Transparente
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Si queremos tener municipios e instituciones estatales que sirvan realmente a las necesidades de las personas, necesitamos repensar el diseño institucional, las discrecionalidades que hemos dado a las autoridades locales, la responsabilidad de los concejales, los mecanismos y procesos de control.


A mediados del siglo XVII en Francia gobernaba el rey Luis XIV, conocido por tener el reinado más largo de la historia (72 años). Sus enemigos le atribuyeron haber dicho “el Estado soy yo” ante el Parlamento de París, tratando de dejar en evidencia que el derecho divino de gobernar incluso podía ponerlo por sobre la ley, pues no existía una división entre el rey y el Estado.

Esta célebre frase hoy podría ser interpretada de dos formas en el contexto de los municipios: yo les doy vida a las funciones del Estado en la vida de las personas; o yo (quien dirige el municipio) concentro el poder de ejecutar todas las atribuciones que se me han dado.

No obstante, el Estado está al servicio de las personas y su finalidad es promover el bien común. Este tiene diversas manifestaciones para cumplir con dicho objetivo y el municipio es la entidad más inmediata para atender las necesidades de las personas que habitan los distintos territorios del país. Es la entidad que se ocupa desde mantener el aseo de las comunas o asistir socialmente las necesidades de sus habitantes, hasta ser la primera respuesta ante situaciones de catástrofe, lo que lo convierte, para millones de personas, en el único rostro del Estado en sus vidas.

Es tal la relevancia que poseen los municipios que, para que puedan cumplir este sinnúmero de funciones, se les ha dado autonomía en cuanto a sus decisiones, al destino de sus recursos, a la visión de desarrollo que se le quiere dar a la comuna y la gestión del personal, entre otras tantas.

Esas mismas discrecionalidades y la concentración de poder son los factores que ponen en riesgo al municipio. Sumado ello a las deficiencias en los mecanismos de control y la escasa responsabilidad a la que están sujetas sus autoridades, hacen más parecida la administración de las comunas a un Estado absolutista que a una institución democrática moderna.

Los problemas de los Estados absolutistas son conocidos y van desde el nepotismo y la agudización de desigualdades sociales, hasta la desviación de los medios públicos para caprichos de sus autoridades, la manipulación de los habitantes y, en definitiva, la corrupción, hechos que en los últimos años se han convertido en el hábito de muchos municipios a lo largo de nuestro país.

Si queremos tener municipios e instituciones estatales que sirvan realmente a las necesidades de las personas, necesitamos repensar el diseño institucional, las discrecionalidades que les hemos dado a las autoridades locales, la responsabilidad de los concejales, los mecanismos y procesos de control. En definitiva, poner en el foco la modernización de los municipios.

Hoy, los candidatos a alcaldes pueden asumir un compromiso proactivo que no requiere grandes cambios normativos ni la aprobación de grandes transformaciones, sino asumir la responsabilidad de hacer las cosas pensando en el bienestar de las personas. Ese es el llamado que desde Chile Transparente estamos haciendo a todos quienes quieren realmente transformar la vida de las personas que habitan cada comuna.

Y es que utilizar bien los recursos municipales y los cargos para hacer el bien y solucionar los problemas más inmediatos de las personas, puede partir por asegurar la transparencia de los procesos de contratación y adquisición en los municipios, fortalecer los propios mecanismos de control, robustecer los canales y mecanismos de apertura y establecer mecanismos que permitan prevenir cualquier tipo de irregularidad.

Si queremos que realmente los municipios sean ese Estado que está en el día a día de las personas, ayudándolas a mejorar su calidad de vida y no el espacio en que autoridades inescrupulosas terminen sirviéndose a sí mismas, necesitamos poner los intereses de los vecinos en primer lugar y promover gestiones que sean basadas en el valor de la integridad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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