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A quienes no les alcanzó la Ley Karin Opinión

A quienes no les alcanzó la Ley Karin

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Daniela Aceituno Silva
Por : Daniela Aceituno Silva Trabajadora social, magíster en Ciencia Política
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Poco se ha hablado de ustedes, porque esta no es una ley retroactiva. Lo que para algunos/as es teoría normativa por estos días, para ustedes es vivencia pasada por el cuerpo.


Al igual que Karin Salgado, ustedes saben que la violencia en el contexto del trabajo es un fenómeno que al principio cuesta reconocer y que se tiende a asociar a “errores” o a “fallas” de percepción y de capacidades que serían propias.

Ustedes estarán de acuerdo con la idea de que la violencia no sólo implica la disponibilidad de un/a agresor/a que elige a quien violentar, sino también de cómplices y en definitiva de un entorno que la propicia y que de alguna manera la permite. Por eso la violencia nunca es un problema de las víctimas. Es un drama colectivo. Muchas de ustedes, y con sus propios medios económicos, lograron sostener terapias, por lo general en consultas privadas, que les permitieron de manera más o menos oportuna identificar y poner en palabras lo sucedido para luego intentar comprenderlo. En sus cuerpos se expresaron las consecuencias físicas y emocionales de esas violencias. Son ustedes y no sus agresores, quienes seguramente tuvieron que enfrentar largas licencias y terminaron renunciando o cambiándose de sus puestos de trabajo. Cierto es también que muchos/as de ustedes decidieron vivir esta situación en soledad, sin compartirla con sus familias y amistades (salvo excepciones), por vergüenza, porque es difícil verbalizarla y porque tampoco se desea preocupar ni cansar. Son ustedes quieren experimentaron el miedo a no denunciar o la larga espera de los procesos de justicia ordinarios y los eternos sumarios (en el caso de quienes trabajaron en el servicio público), seguramente con cambios repetitivos de fiscales y actuarios/as, teniendo que exponer la historia una y otra vez y ojalá demostrando la reiteración de los hechos constitutivos de violencia, temiendo no olvidar nada, agotados/as, sin medidas de protección, sin debida diligencia, sin resguardo a la privacidad y soportando todo ese peso moral de saberse víctima en un silencio organizacional incómodo.

Para ustedes también va esta ley, al menos, desde el plano simbólico. No estaban exagerando. No, no fue culpa de ustedes. No estaban inventándose una historia gratuitamente dolorosa. Y sí, era cierta la rabia y la pena profunda, la soledad experimentada. Sus organizaciones deberían haber previsto todo esto. Deberían haberles escuchado y tomado las medidas a tiempo.

Todo lo que vivieron y sintieron sucedió, como le pasó a Karin. No estoy de acuerdo en dar gracias por las experiencias dolorosas. Nadie merece hacerse fuerte a costa del dolor. No le deben nada a quien les humilló. La resistencia, el sostenerse, es mérito de ustedes y de quienes estuvieron ahí para apoyarles.

El testimonio doloroso de lo sucedido con Karin nos recuerda ese desesperado e irreversible paso forzado de la vida a la muerte, esa muerte física que ella experimentó para sí y esos otros tránsitos de esas otras muertes que ustedes vivieron en sus lugares de trabajo de manera cotidiana. Espero que, de alguna manera, puedan sentir que esta ley, les alcanza, y que junto a la memoria de Karin, resuciten un poco, a una vida cada vez más plena y respetada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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