La columna de Carlos Ominami, en la que llama a una “segunda renovación” del socialismo, plantea una pregunta importante que viene a hacerse cargo de esta interpelación histórica: ¿cómo puede el socialismo responder a los desafíos del siglo XXI?
Las próximas elecciones municipales en Chile podrían marcar un punto de inflexión para el Socialismo Democrático. La posibilidad de una victoria republicana y un avance significativo del Frente Amplio plantean un desafío crucial para un espacio de ideas que ha sido central en la construcción del país durante los últimos 35 años. El socialismo se enfrenta a la necesidad de reinventarse, no solo en el ámbito estratégico, sino también en el de las ideas.
Esta reinvención se vuelve urgente ante una realidad marcada por el cambio climático, el avance incontrolable de la tecnología, la incertidumbre laboral y la necesidad apremiante de reestructurar el Estado. Si el Socialismo Democrático no logra adaptarse a estos desafíos, corre el riesgo de perder su capacidad de ofrecer soluciones viables para el futuro.
La columna de Carlos Ominami, en la que llama a una “segunda renovación” del socialismo, plantea una pregunta importante que viene a hacerse cargo de esta interpelación histórica: ¿Cómo puede el socialismo responder a los desafíos del siglo XXI? La “primera renovación”, dice el exsenador, se centró en revalorizar la democracia tras la dictadura y la posicionó como condición misma del socialismo. A esto, además, habría que agregar el reconocimiento que hubo del rol fundamental que juega el mercado en la economía y la apertura que esto significó hacia la colaboración público-privada en la planificación de las políticas públicas.
Con ese proceso como primer referente, una “segunda renovación” del socialismo debiese mirar hacia un desarrollo sostenible en democracia, con libertad e igualdad, en un contexto de crisis climática, avances tecnológicos y polarización creciente.
La discusión sobre esta “segunda renovación”, sin embargo, se presenta como una invitación a un debate que aún no está definido. Para avanzar, debemos plantearnos tres preguntas claves.
Primero, ¿qué significa “renovación”? Al revisitar las discusiones de la primera renovación, corremos el riesgo de verla como una mera convergencia de tendencias y procesos y pasar por alto que, en rigor, se trató de un proceso complejo con un objetivo unificado: preparar al socialismo para el retorno a la democracia. Eso implicó una actualización del proyecto histórico del Partido Socialista.
Asimismo, volver a renovarse necesariamente implicará una nueva actualización del partido y las tesis que lo sustentan. Es decir, una acomodación de este a nuevos conceptos de Estado y democracia; a las nuevas formas y lenguajes que plantea la modernización capitalista en la era digital; los efectos que esta está teniendo en campos como el trabajo, la economía y la cultura; a la urgencia de un nuevo modelo de desarrollo en pleno calentamiento global; a las necesidades cambiantes en el campo de las políticas públicas; y a la organización misma de la interna del partido, entre otras cosas.
Pero la mirada sobre la “primera renovación” –que ilumina la discusión sobre esta “segunda”– no debe centrarse exclusivamente en lo que significó al interior del PS, que, a pesar de ser el principal actor articulador de dicho impulso, no fue la única fuerza implicada. El esfuerzo renovador en la izquierda fue uno que se compartió con militantes de diversos sectores de la izquierda (MAPU, MIR, etc).
Si la “segunda renovación” se va a parecer en algo a la primera, debe ser en su capacidad para integrar a todas las fuerzas progresistas. “Unidad y Renovación”, como otrora diría el exsenador Aniceto Rodríguez. Ese es el camino que deben seguir todos quienes componen la matriz de pensamiento socialista en Chile.
Segundo, ¿cuáles son sus hitos? La primera renovación no tuvo un inicio claro, siendo el resultado de un esfuerzo reticular en diversos países, tanto en Europa como América Latina. Asimismo, es difícil determinar cuándo terminó o si lo hizo del todo. La segunda renovación enfrenta un desafío similar: establecer hitos simbólicos y referencias teóricas e históricas para un proceso que, por naturaleza, no tiene fronteras definidas.
Y, tercero, ¿cuáles son sus tópicos centrales? La democracia se encuentra bajo asedio en la región y el mundo, en un contexto de creciente polarización, alimentada por la excesiva circulación de información. La “sociedad del desconocimiento”, como plantea Innerarity, exige el empleo del diálogo profundo como un mecanismo esencial para armonizar diferencias, construir consensos y superar la confusión e incertidumbre que produce la sobrecarga de información.
Debemos, por tanto, desarrollar la capacidad política para identificar colectivamente problemas genuinos, evitar la proliferación de ideas “novedosas” sin asidero práctico y, así, establecer una hoja de ruta clara, estructurada en torno a un puñado de reformas claves para el mejoramiento de la vida de los chilenos (pensiones, educación/tecnología, matriz productiva y modernización del Estado) y articulada en un proceso de implementación gradual.
La “segunda renovación” del socialismo debería ser un proceso pluralista, que incluya a todos aquellos con la apertura para avanzar con responsabilidad y realismo en la identificación de problemas genuinos. Debemos evitar caer en la trampa de las trincheras identitarias, y buscar soluciones para un futuro sostenible, con un espíritu de colaboración y diálogo. La renovación debe ser un proceso abierto, sin fecha de término, que se alimente de la discusión constante y la búsqueda de soluciones concretas a los desafíos del presente.