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El proxeneta y sus testaferros Opinión

El proxeneta y sus testaferros

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Tomás Jocelyn-Holt
Por : Tomás Jocelyn-Holt Candidato presidencial liberal independiente
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Hermosilla sabe aprovechar la debilidad de sus clientes y valorizar cómo se los compensa con influencia.


El que a Luis Hermosilla le exciten “cuatro ucranianas, tres polacas, dos argentinas y todas en pelota… haciendo no sé qué… un yate… langosta”, aunque solo como una metáfora, no sería más que la versión vulgar de las 72 vírgenes musulmanas y no darían más que para avergonzarlo, si la idea no estuviera asociada a un soborno de un empleado del SII, la determinación del valor por sus servicios y la expectativa de que el pago rindiera la mayor de las lealtades imaginables.

Y es que el caso Hermosilla tiene una dimensión penal y otra política. Es imposible disociar una de la otra. En tribunales se podrán discutir los alcances de los delitos tributarios, lavado de dinero, estafa, soborno y cohecho, pero la pregunta que hace que este caso no se haya disipado en 9 meses, desde que se conoció el audio de Leonarda Villalobos, es ¿cuál es el alcance de todo esto? Iván Weissman repite a Garganta Profunda del caso Watergate “follow the money”, pero, aunque siguiéramos destapando personas y relaciones impropias, la pregunta sería la misma: ¿qué hizo a un abogado disponer de tal red de personas y jactarse de ello para conminar a financistas a invertir en actores que no suelen quedarse callados?

La captura del Estado tiene muchos ejemplos. Hay casos en que hasta se hizo alarde de una ética de la corrupción y clientelaje. El Tangentopoli (aldea del soborno) italiano (1992) mostró cómo los tesoreros y administradores de campañas de los partidos eran seleccionados por su reputación y confiabilidad para manejar sobornos. El caso destruyó a Craxi, Forlani y salpicó a Andreotti.

En EE.UU., Deborah Jeane Palfrey (el caso “DC Madam”) se suicida en 2008 después de mantener una lista de entre 10-15 mil clientes de una red de prostitución que salpicó a figuras públicas. En 1963, John Profumo renuncia como secretario de Defensa del Gobierno de Macmillan por mantener una relación con una modelo ligada al agregado naval soviético en Londres. En 2011, Rupert Murdoch tuvo que cerrar el tabloide News of the World, después de 168 años, producto de un escándalo de escuchas, extorsiones y sobornos en Inglaterra. Para qué recordar la cámara oculta de Chilevisión contra el juez Daniel Calvo, durante el caso Spiniak (2003), por la que tuvo que indemnizarlo a él y su familia con $120 MM (2015).

El caso Hermosilla incluso excede con creces el Piñeragate (1992). Entonces, Sebastián Piñera pretendió manipular un panel de televisión contra Evelyn Matthei. Ella, junto a Ricardo Claro, aprovecharon un espionaje telefónico del Ejército para volverlo en su contra. Ambos fueron sacrificados en la elección presidencial del año siguiente.

Ahora, las ramificaciones por los audios y WhatsApp de Hermosilla afectan a dos ministros de la Suprema (Ángela Vivanco y Jean Pierre Matus). El caso hace caer al director de la PDI. También comprometen al SII y CMF (al hijo de un ministro). La CMF se defiende señalando que no hubo nada impropio y termina desvinculando a una periodista. El SII se excusa igual, pero termina despidiendo a funcionarios y cambia al director.

Carlos Palma filtra información sobre la defensa de un caso por drogas de un abogado del estudio Hermosilla. Fiscal que postuló a Fiscal Nacional, que es barajado por Ángela Vivanco y su pareja, y que ahora pasa a depender de Ángel Valencia (que, a su vez, hizo su propio besamanos con Andrés Chadwick antes de ser votado por el Senado). Se abre cuestión sobre chats entre Hermosilla con el exfiscal Manuel Guerra del caso Penta. También denuncias de Leonarda Villalobos y Daniel Sauer respecto a que Munir Hazbún le pagó a Luis Hermosilla para que le facilitara la adjudicación de una licitación de Enel.

Se abre controversia (en la arista por lavado de dineros) por pagos de informes para la acusación constitucional de Andrés Chadwick a Arturo Fermandois y a un abogado alemán intermediado por Jean Pierre Matus (no conozco acusación constitucional que se haya definido por un informe en Derecho y menos del extranjero). Matus se defiende diciendo que su vínculo con Hermosilla es anterior a su llegada a la Suprema, aunque no pondera cómo su agencia para llegar a la Corte abre cuestión sobre su desempeño y cuestiona a la Suprema con ministros que vienen de afuera de la carrera judicial y con esa carga de conflictos de intereses. La Suprema pasa los casos a una Comisión de Ética, y Vivanco y Matus se resisten y controvierten su competencia. Pretenden que quede en nada.

Luis Hermosilla se jacta con sus clientes de que Sebastián Sichel esté en BancoEstado. Este se ofende, más encima, por ser mencionado por Hermosilla y lo trata de “un charlatán que denigra la profesión”, pero lo había contratado como abogado externo del banco bajo su gestión por un hackeo a sus sistemas (2020). Rodrigo Delgado y una hija de Joaquín Lavín aparecen como inversionistas de Factop, que es investigada como financiera irregular. No es la primera vez que la derecha entretiene financieras informales, aprovechando vínculos políticos. Todas terminaron mal.

Ya en 1975, la Cooperativa la Familia involucró a cuatro personas que llegaron a ser ministros (Miguel Kast, María Teresa Infante Barros, Hernán Larraín y Miguel Álex Schweitzer) y funcionó en la misma sede de la UDI en calle Suecia. Después la Cutufa, que afectó a la CNI y el Ejército en 1984-89. Hubo un homicidio y comprometió a cuatro generales. 

Lo que sorprende es la amplitud de la trenza. Por un lado, Hermosilla es abogado de los Sauer. Los acoge en dificultad y, en vez de despejarles problemas, los termina induciendo y conminando a un forro mayor, con sobornos y cohechos. Es también cliente suyo. Les pide un “préstamo” para la oficina que comparte con Andrés Chadwick y que construyen los hermanos Jalaff (con los que tiene relación hace años). Estos timbran facturas falsas para factorizar y financiar sus proyectos. Hermosilla gestiona con Chadwick una comida a la que Sebastián Piñera concurriría (2016), con el objeto de destacar a Álvaro Jalaff ante 35 invitados, que se impresionarían con tal despliegue de confianza y complicidad, y Jalaff se contentaría con rentabilizar en sus relaciones mutuas.

Hermosilla sabe aprovechar la debilidad de sus clientes y valorizar cómo se los compensa con influencia. Lo intentó con Miguel Crispi y el Segundo Piso del Gobierno. Jugó a ese complejo de inexpertos que se encandilan con cualquiera que se destaque en la plaza. Si es transversal, tanto mejor. Pero lo curioso es que los clientes terminan peor.

Sorprende que hoy Lucho Hermosilla no cuente con otro abogado que su hermano y este se exaspere con la jueza que resiste al litigante hostil cuyo manejo forense es cuestionado. Juan Pablo se lanza contra Boric por opinar de un tema que salió en el Financial Times. También contra dos ministros de Estado, insinuando que el resto de los WhatsApps comprometen a más fiscales y autoridades.

Aparece como sorprendido por una prisión preventiva que era previsible que se decretaría mucho antes. No sabes si con ello busca excarcelar a su hermano más rápido, inhibir a fiscales o ayudar al fondo del caso. ¿Instalar la idea de que su hermano no cae solo? ¿Desviar una molestia ciudadana contra otros?

El Colegio de Abogados pide una reforma con más atribuciones para velar por la ética profesional y cuesta creer cómo se les dará si se demora 9 meses para declarar grave el caso y en enero suspendió su investigación contra Hermosilla que había abierto en noviembre. Todos terminaron sorprendidos por lo que cualquiera hubiera podido anticipar. 

Nada de esto se hubiera podido hacer sin Sebastián Piñera. Así lo entendía cualquiera que se relacionara con Luis Hermosilla. Fueran los Sauer, Ángela Vivanco, Jean Pierre Matus, Sergio Muñoz, Sichel o cualquiera con dos dedos de frente. Hasta Gonzalo Blumel ha reconocido que apenas asumió como ministro fue informado por Rodrigo Ubilla de que Luis Hermosilla era parte del gabinete de Interior.

Por eso, de haber estado vivo Sebastián Piñera, el cuestionamiento se hubiera dirigido a él. No le hubiera servido guardar el silencio que hoy pretende Chadwick. Ni que boleteó las platas, como si hubiera estado contratado por Hermosilla. También, de haber estado vivo, el caso Hermosilla hubiera reeditado la odiosidad entre Matthei y Piñera por quién se sacude del costo del escándalo. Ahora, Evelyn Matthei sabe que, mientras más gira contra Chadwick, sus asesores son responsables del enredo que lo compromete.  

Luis Hermosilla era el cleaner que Sebastián Piñera y Andrés Chadwick tenían en todo aquello que requería de un ministro sin cartera y que pudiera operar sin compromiso. A Hermosilla no le bastaban las espaldas de Interior. Necesitaba el Presidente. Podía gestionar nombramientos, meterse con la Fiscalía, la policía, los jueces, representar al ministro del Interior, disponer de una caja fuera del control fiscal y también de los más altos cargos de la administración del Estado. Además, podía ayudar a sus clientes, tener acceso privilegiado a sus causas, incidir en su resolución y manejar distintas reparticiones de un modo que no lo permite la administración del Estado. 

Transfirió $227 MM a Chadwick, en 38 pagos entre el 2020 y 2022, más los € 30 mil por el informe en derecho pagado por Sauer (sin considerar $14 MM pagados a Jean Pierre Matus). Transfirió a un estafeta y un carabinero destinado a Interior más de $400 MM en sucesivas transacciones. Es raro un informe en derecho para una acusación constitucional de un ministro en ejercicio que es pagado por Sauer (investigado por lavado de activos) y que se declara haber devuelto después de dejar de ser ministro, con platas que no se sabe de dónde vienen. Aun suponiendo que las platas se compensaban de alguna manera, el origen de la plata es tema. 

No es raro que los presidentes hagan uso de agentes oficiosos, pero cuidan cómo estos giran a cuenta suya y más si hacen uso de una autoridad que le es propia. Sebastián Piñera cultivó grupos a los que les dio la sensación de que su afán empresarial y espíritu público se podía confundir en una sola cosa. Convirtió una derecha económica en una burguesía comercial que le debía gratitud y lealtad de llegar al Gobierno. Sentía ser el único que podía hacer funcionar estos dos mundos en un win-win mutuo.

No se complicaba. Animó su exitismo y, por lo mismo, dependió de sus proxenetas y testaferros. Avasalló una trenza de aspiracionales, empresarios intermedios, especuladores financieros y burócratas con ganas de surgir, sin que estos entendieran las lealtades que se les cobrarían, ni lo desamparados que quedarían una vez que Piñera falleciera… cuando finalmente tuvieran que entender cómo el mito del rey Midas es, en definitiva, una maldición. El rey de Frigia convirtió a su hija en metal, sufrió hambre y terminó con orejas de asno por su arrogancia y esclavo de sus deseos. Pero ya no está el rey Midas, ni nadie quiere repetir la experiencia. La maldición se rompió.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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