Publicidad
Muertos de miedo Opinión

Muertos de miedo

Publicidad
Cristián Zuñiga
Por : Cristián Zuñiga Profesor de Estado
Ver Más

La crisis de miedo del Chile actual es una más de las paradojas experimentadas en estos últimos cinco años, por una ciudadanía notoriamente estresada de tanto cambio brusco de consignas, ideologías, opiniones e ilusiones.


El país actual tiene miedo, qué duda cabe, es cosa de revisar la reciente “radiografía” a la percepción sobre la delincuencia elaborada por Cadem: un 75% de los encuestados siente mucho temor a ser víctima de un delito. Pero no hay que ser santo de las encuestas para constatar esto, se puede respirar en el ambiente, es cosa de instalar el tema en cualquier reunión social y no solo de esas con gente mayor o de costumbres conservadoras: también el temor es extremadamente alto entre los progresistas, los seguidores de ideas de izquierda y entre los más jóvenes. Entonces, vendría bien preguntarse si acaso en Chile estamos atravesando por una crisis de delincuencia.

Uno podría responder esta interrogante desde el miedo y por supuesto que la respuesta sería que sí, que estamos en medio de un huracán nunca antes visto de delincuencia que hoy nos tiene aterrorizados a moros y cristianos que habitamos Chile. También, uno podría dejarse llevar por los matinales, las aperturas de los noticieros y los correspondientes videos (grabados por ellos mismos) de parlamentarios, alcaldes y políticos de turno, cada vez que aparecen opinando sobre algún crimen de alto impacto, con la misma rigurosidad y templanza que lo podría hacer la señora o el señor de los chismes del barrio. 

Pero, también, uno podría tomar la palabra de alguien con conocimiento empírico en seguridad pública e, idealmente, que trabaje desde una trinchera que no sea la del oficialismo. Por ejemplo, para Daniel Johnson, director ejecutivo de la Fundación Paz Ciudadana, el país no atraviesa por una crisis nacional de delincuencia: “El problema no es el aumento de los delitos, sino su tipología, eso ha hecho que el temor esté en niveles extremadamente altos. Podemos decir que es el índice de temor más alto de la historia”.  

Este temor a los crímenes de alto impacto ha modificado los comportamientos de muchos ciudadanos, quienes también desembolsan enormes recursos en medidas de seguridad para sus casas, bienes e, incluso, para sus rutinas al aire libre. No deja de ser paradójico que muchos compatriotas que marcharon en la revuelta social del 2019, con carteles que decían “se acabó el miedo” y que coreaban himnos por mayor igualdad y justicia social, hoy estén aterrados con los crímenes y secuestros relacionados con bandas organizadas (y no organizadas para derribar al neoliberalismo).  

La crisis de miedo del Chile actual es una más de las paradojas experimentadas en estos últimos cinco años, por una ciudadanía notoriamente estresada de tanto cambio brusco de consignas, ideologías, opiniones e ilusiones. Es bueno recordar que, hasta hace poco (en esos días en que se aspiraba a refundarlo todo), se pensaba que la libertad aparecía cuando las instituciones se retiraban y que el mundo iba a ser más justo, cuando las reglas desaparecieran.

No obstante, en medio del actual huracán del miedo, hemos aprendido que los seres humanos no están naturalmente dispuestos al diálogo y la cooperación, al punto de esperar que la sola voluntad individual sea suficiente para mediar el respeto al prójimo. 

Esta paradoja se aparece, para quienes hoy ejercen cargos de autoridad, como una especie de parábola del miedo, pues viene bien recordar que, ellos mismos, en sus tiempos de parlamentarios, rectores o activistas, acusaban de conservadores o recalcitrantes a quienes hablaban de orden y disciplina.

Viene bien recordar que, en ese tiempo (hace unos cinco años), se puso de moda la expresión “partido del orden” como una forma de humillar a quienes se preocupaban por la estabilidad y el imperio de las reglas. Hoy día (y en buena hora) esos mismos políticos parecen convencidos (a punta de cruda realidad) de que el orden es el requisito indispensable de la libertad y la condición para alcanzar el ideal de justicia.

La crisis del miedo puede transformar lo que parecía una debilidad irremontable en una oportunidad para un sector que, hasta hace poco, vivía paralizado (por los fantasmas de la violación a los derechos humanos en dictadura) cada vez que salía el tema de la seguridad pública. Un sector que parece avanzar, a pesar de los titubeos iniciales, en posicionarse como el Gobierno que más recursos ha destinado a las policías en la historia del país (a pesar de que más de alguno de ellos de seguro aún mantiene una polera del “matapacos” en el cajón de su clóset). 

Por otro lado, la crisis del miedo pudiera transformarse en un efecto rebote para parte de la oposición, pues mientras el Gobierno comienza a hacerse cargo del orden, ilustres rostros de la derecha aparecen vinculados a casos de soborno, cohecho, corrupción y lavado de activos, delitos que son la obra gruesa del crimen organizado: mismo que hoy mantiene a la ciudadanía muerta de miedo.                                   

      

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias