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El derecho a la información verdadera Opinión

El derecho a la información verdadera

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Ximena Galleguillos
Por : Ximena Galleguillos Periodista de la Universidad Complutense de Madrid. Autora de dos libros de la colección Nosotros los chilenos: "Mujeres en Política” y “Exilio”, editorial LOM.
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La confianza en las noticias disminuyó de un 47% en 2017 a un 32% en 2024 y es una de las más bajas de la muestra global.


La difusión de noticias falsas es una de las más antiguas armas políticas que se conocen en la historia. Las usó con éxito Cayo Julio César, al exagerar las provocaciones y amenazas de Pompeyo; y en la Edad Media se diseminaron rumores falsos sobre minorías étnicas para justificar su persecución. Sin embargo, el término fake news se popularizó mundialmente durante y después de la campaña presidencial de Estados Unidos en 2016, entre Donald Trump y Hillary Clinton. 

Hay por lo menos cuatro razones para el éxito de esta nueva arma política: el avance de las plataformas digitales que permiten que la información, verdadera o falsa, se difunda con extrema rapidez entre millones de personas; los grupos políticos o económicos que la utilizan para manipular, desacreditar o promover sus agendas; las plataformas que priorizan el contenido que genera interacciones, y las noticias falsas, por su sensacionalismo, captan de inmediato la atención; y, por último, la creciente desconfianza de la ciudadanía en los medios de comunicación tradicionales.  

Nuestro país sufre una grave crisis de credibilidad, quizá la más grave de su historia. Las personas no confían en las instituciones, ni en la justicia y menos en la actividad política. La prensa y la televisión no se escapan de esta tendencia.

Los medios de comunicación tradicionales terminaron de perder la lealtad de las audiencias (engagement) durante el estallido social y la pandemia. En octubre de 2019 se cayeron para siempre las verdades incuestionables como “lo escuché en la radio o lo vi en la tele”. 

De esta caída son responsables los propios medios de comunicación que, de la mano de la despolitización, banalización y concentración de medios, mostraron su poca capacidad de pluralismo, análisis e investigación; y siguieron insistiendo en agendas informativas que privilegiaban a la elite. 

Así se fue creando el escenario propicio para el surgimiento de noticias falsas y bots, que normalmente van de la mano de la xenofobia, aporofobia y grupos de extrema derecha. 

Afortunadamente para los lectores y escuchas, se abrió un espacio que ocuparon los medios independientes con su periodismo crítico, la calidad investigativa y la sintonía con las nuevas agendas. 

A todo este proceso de cambio, que aún no termina, contribuyó la tecnología de los smartphones, que permitió a cada usuario tener en su mano acceso ilimitado a la información, verdadera y falsa.

El prestigioso estudio Digital News Report del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo y la Universidad de Oxford, que realiza estudios en 47 países, descubrió que con el COVID-19 la confianza en los medios era la más baja de todos los registros de que disponía la organización. 

El mismo estudio de 2024, aplicado a Chile, apunta a que el consumo de noticias disminuyó en todas las categorías desde 2017, con la televisión y la prensa impresa a la cabeza. También cayó significativamente el consumo de información en redes sociales como Facebook y X, aunque siguen punteando. 

La confianza en las noticias disminuyó de un 47% en 2017 a un 32% en 2024 y es una de las más bajas de la muestra global.

A la mayoría de los encuestados les preocupan las fake news, pero confían en su propia capacidad para descubrir qué es verdadero y qué falso. Esa confianza no tiene mucho sustento cuando se revisan algunos conocidos casos de noticias falsas que hicieron cambiar la historia: los triunfos de Trump y Bolsonaro; los votantes del Brexit que se mal informaron sobre los montos que Gran Bretaña aportaba a la comunidad europea. Y, más reciente, los graves disturbios originados en Londres cuando a través de las redes culparon de la muerte de tres niñas a un inmigrante musulmán radical. 

En nuestro país, basta recordar la quema de carpas de inmigrantes en Iquique en septiembre de 2021 donde, a través de las redes, se atribuía a esas personas toda suerte de delitos. Misma situación se vivió durante los procesos constituyentes.

En medio de esta crisis de credibilidad, los medios de comunicación tienen la obligación de revertir su caída con miras a todos los procesos eleccionarios que tenemos por delante, comenzando por las elecciones municipales y regionales que, sin duda, serán pasto fresco para cualquier falsedad, atizada por la falta de argumentos y la poca vergüenza.

Si los medios de comunicación se propusieran echar a correr todas sus habilidades, rostros, líderes de opinión, horarios prime, pautas periodísticas y posteos en redes sociales, serían la contribución que el país necesita para resguardar de mentiras un proceso electoral democrático. En definitiva, asumir su rol y asegurarle a la ciudadanía el derecho a la información verdadera.    

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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