Existe entonces una necesidad urgente, más allá de ejercer la legítima crítica política, de proponer soluciones y alternativas a los problemas de diversa índole que enfrenta el país, elaborando propuestas concretas para abordar los desafíos presentes y futuros, para articular una alternativa.
Al inicio de un nuevo largo ciclo electoral, en el cual los chilenos ahora con voto obligatorio –hasta el momento– son convocados en este año a elegir alcaldes, gobernadores, concejales y consejeros regionales, y cuando el próximo año tendremos primarias presidenciales y hacia el final del mismo elecciones parlamentarias y presidenciales, es necesario preguntarse de qué manera las oposiciones y, más específicamente, los partidos agrupados en la coalición de Chile Vamos, están enfrentado este largo ciclo en el cual aspiran a reemplazar al Gobierno del Presidente Boric, pero hasta el momento existen más sombras que luces, es decir, predominan los pendientes.
En toda democracia, la oposición debe no solamente ser, sino transformarse en una alternativa viable al Gobierno de turno. Para ello, no basta con tener candidaturas que puedan competir en los futuros comicios, sino también ofrecer un programa y una visión de futuro de la sociedad.
En este sentido, Chile Vamos tiene configurada una plantilla interesante de candidaturas para las elecciones de octubre, a pesar de algunos inconvenientes administrativos y políticos y, también, una candidata presidencial como Evelyn Matthei, que se posiciona en el primer lugar de muchos sondeos de opinión y otros que aspiran a competirle en una posible primaria del sector. Aquí, entonces, cumple con la aspiración de suceder al Gobierno de turno y presenta sus cartas para la competencia electoral. Una parte entonces de la alternancia política pudiese verse implantada para el ciclo electoral, pero no parece del todo suficiente para consolidar la aspiración política del sector.
Un error manifiesto sería pensar que el escenario político se puede proyectar como una suerte de inercia de lo que sucedió en el plebiscito de salida sobre el proyecto constitucional hecho por la Convención, de septiembre 2022 –del que si bien la izquierda sufrió una derrota profunda que todavía a mi juicio no ha hecho una reflexión profunda, esto último también es aplicable a los partidos de Chile Vamos–.
El ultimo informe del PNUD (2024), entre otras materias, nos da cuenta de un cierto pesimismo de la sociedad chilena frente al presente y futuro, pero también nos releva una necesidad de cambios y/o avances no “maximalistas”.
Hasta ahora los partidos políticos de oposición parecen nutrirse en su accionar más bien de los errores del Gobierno y de su déficit principal en materias de seguridad –qué duda cabe de que este es un tema que ocupará la agenda para el futuro– y han mostrado, para ser justos, colaboración en el ámbito legislativo, concurriendo con sus votos en lo que se conoce como los “fast track legislativos”, que han entregado una serie de herramientas a las diversas instituciones del Estado y al Gobierno para el problema de la seguridad de los chilenos.
Asimismo, han ejercido con dureza el cometido de examinar y criticar las decisiones y políticas del Gobierno, tanto en su eficacia como en el impacto de las pocas políticas implementadas hasta ahora, que evidencian un complejo problema en la gestión de las instituciones del Estado.
Asimismo, ha faltado iniciativa en impulsar, por ejemplo, que las instituciones funcionen adecuadamente en nuestra democracia, como sucede con los nombramientos pendientes en el Poder Judicial o que llevemos desde el 17 de diciembre del año 2023 sin elegir a quien dirigirá la Contraloría General de la República, una institución relevante en el adecuado funcionamiento del Estado.
Por otra parte, al mirar la necesidad de cambios anclados en la sociedad chilena, solo por mencionar dos relevantes: la reforma previsional –años de trámites y votaciones sin ninguna coherencia y consistencia política–, hasta hora los partidos de Chile Vamos se han abierto a una agenda de discusión legislativa (una contradicción en sí misma) y da la impresión de que su preocupación esta más en la propiedad de los fondos que en mejorar las pensiones en un país en el cual la población va envejeciendo rápidamente; algo similar ocurre en materia de salud, donde se puede percibir una ausencia de propuestas cuando, por ejemplo, las cifras oficiales dan cuenta de la existencia de más de 2,5 millones de personas que esperan por atenciones en recintos del Estado, lo que implica un alza aproximada del 12% respecto de igual trimestre del año 2023.
En este sentido, existe entonces una necesidad urgente, más allá de ejercer la legítima crítica política, de proponer soluciones y alternativas a los problemas de diversa índole que enfrenta el país, elaborando propuestas concretas para abordar los desafíos presentes y futuros, para articular una alternativa política sin olvidar una conjugación sobre derechos y libertades.
Con todo, el desafío para las fuerzas políticas que integran Chile Vamos es hacer explícito un proyecto político alternativo, que requerirá no solo de urgencia, sino de una mirada amplia y diversa, ya que pareciera evidente que no es falta de candidaturas para la competencia electoral para otorgar coherencia y consistencia a la acción política. Esto revelaría que estamos en presencia de una oposición organizada que puede implementar una estrategia para alcanzar sus objetivos políticos. ¿Estarán las fuerzas políticas a la altura para que puedan cumplir estos pendientes?