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Elecciones y alternativas: ¿por qué voto izquierda? Opinión

Elecciones y alternativas: ¿por qué voto izquierda?

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Haroldo Dilla Alfonso
Por : Haroldo Dilla Alfonso Profesor titular, Universidad Arturo Prat.
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La derecha chilena atraviesa uno de sus peores momentos. No posee ninguna idea que permita a los chilenos, al decir de su perenne aspirante presidencial, Evelyn Matthei, “…recuperar la ilusión de que nuestro país pueda prosperar”.


Cuando Arturo Squella, uno de los pocos escuderos letrados de las huestes republicanas, defendió a capa y espada las loas de su sector juvenil al golpe de estado de 1973 -sus miles de asesinatos, sus torturas y destierros- no actuaba por razones pasionales. Hizo lo único que la derecha –Chile Vamos, Republicanos y todos los remanentes ultras que nos recuerdan que la obscenidad política puede no tener límites- ofrece a la sociedad chilena: al decir de Jelinek, lo único que el neofascismo tiene en su despensa: “…la envidia, el odio y el miedo”. 

La derecha chilena atraviesa uno de sus peores momentos. No posee ninguna idea que permita a los chilenos, al decir de su perenne aspirante presidencial, Evelyn Matthei, “…recuperar la ilusión de que nuestro país pueda prosperar”. Solo ha podido cebarse en los errores del gobierno y en la propagación de mentiras y semiverdades “creíbles” como son la exacerbación de la inseguridad pública. No hay nada programático novedoso, y es previsible que los casos recientes de corrupción pública –ante los que “convenios” aparece como una desafortunada trastada de gamberros- terminen enlodando a muchas parcelas de la clase política, pero sobre todo los propios. Una sector político embotado en su magma de contradicciones y laberintos sin salida, que a fuerza de inconsistencias ha perdido aquella cualidad que Maquiavelo consideraba imprescindible en la política y que siempre caracterizó a la derecha nacional: la astucia del zorro. 

Sin embargo, no basta con la ineptitud del otro para ganar, sobre todo cuando ese otro controla espacios decisivos de poder, desde el dinero hasta el parlamento, pasando por la prensa. Y en este sentido, la izquierda enfrenta, si quiere seguir conservando el poder, retos descomunales. Francamente creo que – superados los traumas iniciales del Frente Amplio en su tránsito desde la identidad hacia el manejo público- el gobierno de Boric ha sido consecuente y exitoso dentro de los límites que enfrenta. Ha detenido la inflación –devoradora insaciable de apoyos políticos-, ha logrado frenar el deterioro económico, ha extendido algunos beneficios sociales y ha contenido la inseguridad pública. 

Pero curiosamente, todo esto lo ha hecho con el recetario sistémico (austeridad fiscal, fortalecimiento policiaco, programas contra la pobreza) y aquellas acciones que hubieran perfilado su vocación izquierdista –como es revertir la desigualdad y abrir espacios de movilidad social para las mayorías- han sido obstaculizadas por la derecha desde el parlamento y las asociaciones patronales. Puede mostrar, eso sí, logros en las políticas de reconocimiento y en la entrega de subsidios y mejoras del salario mínimo, pero nada de ello es suficiente, per se, para ganar frente a campañas multimillonarias, con la gran prensa en contra y el recurso, vuelvo a Jelinek, “del odio y el miedo”, y en cambio amenaza la coherencia de sus bases sociales. En este sentido, la izquierda se expone a su desvanecimiento como opción de cambio –en la dirección de más justicia social y democracia- en función de la gobernabilidad.

Los meses venideros serán decisivos. En un primer plano, las elecciones locales deben ser un barómetro de la presión nacional y mostrar si efectivamente la sociedad chilena continúa en el carril de la derecha –como sucedió cuando eligieron la convención constituyente hegemonizada por los condotieros republicanos- o si el rechazo a la constitución resultante es indicativo de la oscilación hacia el centro. Pero habrá otras variables, como es, para poner un ejemplo, la trama Hermosilla, con su secuela de damnificados políticos. Todo es incierto. 

Y en ese escenario de incertidumbre nos encontramos con una sorpresa: la izquierda parece ser la principal garantía no solo de un cambio social moderado, sino también del orden que tanto seduce al chileno común. Un gobierno de la derecha, no de una derecha abstracta sino de esa derecha que tenemos en el país, pudiera ser catastrófico sencillamente porque la derecha no sabe que hacer, excepto lo que siempre ha hecho, y que nos ha llevado a ser uno de los países más desiguales, donde los ricos pagan menos impuestos y la mitad de la población trabaja por salarios que a duras penas rebasan el medio millón de pesos. Una derecha que no toma conciencia de los tiempos, y sigue considerando irrelevante el asunto del CAE, los derechos de las mujeres sobre sus cuerpos, las pensiones miserables y la necesidad de una reforma fiscal, entre otros muchos temas que se imponen al futuro de la sociedad chilena.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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