Publicidad
¿La sociedad sin proyecto? Opinión AgenciaUno

¿La sociedad sin proyecto?

Publicidad
Manuel Antonio Garretón y Silvia Lamadrid
Por : Manuel Antonio Garretón y Silvia Lamadrid Coordinadores Laboratorio de Análisis de Coyuntura Social (LACOS). Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile
Ver Más

La inexistencia de un proyecto colectivo responde, en parte y como se ha argumentado largamente, a un extendido individualismo en que las preocupaciones de las personas están abocadas a la vida personal y su entorno cercano, mas no a temáticas generales.


No es novedad señalar que Chile enfrenta ya más de una década de estancamiento económico y de lento pero paulatino aumento de la cesantía. Asimismo, hay una abrupta subida en algunos tipos de crímenes violentos. Desde una perspectiva subjetiva, en 2022 la opinión que sostiene que la delincuencia ha aumentado superó de forma histórica el 90%.

En este contexto no sorprende que, desde la opinión pública, se destaquen como problemas centrales y prioritarios la inseguridad, el narcotráfico y la inmigración. Este acento contrasta con la menor importancia atribuida a temas sociales como la desigualdad, la pobreza, la salud, la educación, la vivienda o las pensiones.

Estos distintos desafíos se expresan hace tiempo en una percepción mayoritaria de estar viviendo en un país estancado o en retroceso. Impera un extendido pesimismo. Además, con los datos disponibles en Chile hoy, es posible afirmar que las condiciones materiales de vida están en una situación igual o incluso peor que en 2019, permaneciendo un malestar extendido en la sociedad chilena.

Este malestar convive con una clara ausencia de horizonte o proyecto político alternativo. Simplemente, no parecen existir propuestas políticas estructuradas que elaboren formas de salida del malestar y mejoramiento de las condiciones de vida actuales.

La inexistencia de un proyecto colectivo responde, en parte y como se ha argumentado largamente, a un extendido individualismo en que las preocupaciones de las personas están abocadas a la vida personal y su entorno cercano, mas no a temáticas generales.

Esta tendencia a lo privado no se explica solo por el predominio de ciertas ideologías, sino que responde a condiciones objetivas de vida en nuestra sociedad, a la manera en que se organiza el trabajo, las actividades sociales y las redes informativas y de sociabilidad. Se trata de un aislamiento real. Las personas están solas.

Esta paulatina desaparición del colectivo, de los lugares de reunión o del cemento cultural y político de una sociedad, en última instancia, dificulta la actuación concertada necesaria para enfrentar los grandes desafíos y transformaciones de nuestro tiempo. Lleva asimismo a que la política caiga en una casi total irrelevancia. Ella no parece capaz de ofrecer alternativas y se limita a la administración del statu quo. Los individuos tampoco buscan en ella la solución a sus problemas.

La pandemia vino a reforzar la tendencia a la individuación y al aislamiento. Además, tras el fracaso de los procesos constituyentes, la salida institucional del estallido social, se extinguió la ilusión en amplios sectores que participaron de las movilizaciones.

Ahora bien, según entrevistas realizadas por miembros de nuestro laboratorio, existiría una diferencia entre aquellos grupos que participan en el estallido sin mayor experiencia previa en política o protestas, y quienes participaron con la experiencia anterior de ser activistas sociales.

Entre los primeros existe una perspectiva mucho más desencantada respecto de las movilizaciones de 2019 y el ciclo constitucional, bajo la percepción de que el estallido nació como un esfuerzo colectivo por mejorar las condiciones sociales de la gran mayoría de la población, pero algunos grupos provocaron una violencia inaceptable.

Al mismo tiempo, los movimientos sociales que lideraron en buena parte el proceso constituyente fueron percibidos como una nueva élite política, lo que inspiró rechazo. Se considera que en este proceso las demandas sociales habrían quedado en un claro segundo plano. Esta decepción torna difícil suponer que vuelvan a ilusionarse con un proyecto colectivo o a participar en movimientos o protestas, por lo menos en un tiempo cercano.

El discurso de los activistas es menos negativo. Se observa una importante desmoralización, pero mantienen la esperanza de la aparición de un movimiento futuro. Ellos tienden a concebir el estallido social como un despertar popular que se enfrentó a fuertes poderes que lograron imponerse comunicacionalmente en una sociedad con un insuficiente nivel cultural o educacional. En algunos casos agregan lo perjudicial que fue la ausencia de un liderazgo claro, capaz de conducir el proceso.

Sobre esto último, en términos comparativos, podría sostenerse que los estallidos sociales no generan cambios sustantivos por sí solos, porque se caracterizan por la ausencia de una organización o liderazgo, capaz de conducir las demandas. Son revueltas que expresan un malestar y lo que dejan es el espacio para su salida, en que pueden surgir movimientos que otorguen un sentido de proyecto a las movilizaciones o que, bien, se posicionen como reacción a ellas. En Chile, la propuesta de la Convención podría considerarse un intento fallido por construir un proyecto centrado en las reivindicaciones levantadas en 2019.

Además, el estallido social puede comprenderse no solo como una continuación del ciclo de protestas iniciado en 2011, sino también como el quiebre de dicho proceso. El escenario actual es muy diferente a aquel de inicios de la década pasada: tras el fracaso constitucional los movimientos sociales se debilitaron y quedaron relativamente deslegitimados, por el momento.

Asimismo, la mayoría de los chilenos y chilenas parecieran estar orientándose hacia demandas más acotadas y materiales, y sobre todo de orden, que no pueden desatenderse. Así, cualquier análisis sobre la posibilidad del surgimiento de un proceso de transformación social debe considerar que el fracaso del proceso anterior es reciente y está dentro de las experiencias vitales de toda la sociedad, por lo que puede ser difícil que se embarquen en ello grupos muy amplios de la población.

Lea el informe de Análisis de Coyuntura Social

  • Participaron en esta columna de opinión: 

Manuel Antonio Garretón, Silvia Lamadrid, Rodrigo Asún, Rodrigo Baño, Pablo Pérez y Fabiana Ivankovic. Laboratorio de Análisis de Coyuntura Social (LACOS), Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias