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Elisa Loncon y Marcela Cubillos: el enfrentamiento de un Chile excluyente Opinión

Elisa Loncon y Marcela Cubillos: el enfrentamiento de un Chile excluyente

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El doble estándar es evidente. A Loncon se le cuestionan sus títulos, estudios e incluso el año sabático que la Usach le aprobó. Mientras tanto, Cubillos defiende de forma altanera en televisión sus honorarios millonarios. Si Loncon hubiese hecho lo mismo, ¿se la habría tachado de “violenta”?


Cubillos, amparada en sus privilegios, no fue cuestionada como académica hasta que se reveló su abultado sueldo. En cambio, a Elisa Loncon se le puso en duda desde el inicio de su liderazgo en la Convención, exponiendo el racismo en este país.

En 2022, mientras se desarrollaba la Convención Constitucional, Marcela Cubillos calificó el proyecto como “el símbolo de la desigualdad”. Curioso.

En la década de los 70, el intelectual boliviano Fausto Reinaga, en su obra La revolución india, escribió: “El indio, aunque haya alcanzado por casualidad el mismo ‘doctorado’, carga su ‘cultura india’ de la cuna al sepulcro”.

Estas palabras cobran relevancia al reflexionar sobre el trato que ha recibido Elisa Loncon desde que asumió la presidencia de la Convención Constitucional en el año 2021. Desde el primer momento, sus capacidades fueron puestas en duda, a pesar de su amplia trayectoria académica y social. Loncon cuenta con dos doctorados uno en Humanidades por la Universidad de Leiden y otro en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile, además de un Magíster en Lingüística de la UNAM. Pero todo esto parece irrelevante cuando se enfrenta a un obstáculo ineludible: es indígena.

¿Por qué ese “pero”? Porque una mujer mapuche, morena, con cabello negro, que a menudo viste atuendos y joyas tradicionales, simplemente no encaja en los espacios de poder de este país. Su presencia incomoda y su intelecto es menospreciado bajo el peso de prejuicios raciales. Las dudas sobre Elisa Loncon no surgieron en 2023 con la solicitud de Transparencia para revisar sus “antecedentes académicos”. Estas comenzaron el día en que una mujer mapuche ocupó por primera vez un puesto de liderazgo en la política chilena.

El racismo, siempre latente, se hizo visible. En redes sociales, las críticas fueron crueles: desde comentarios sobre su apariencia hasta ridículas burlas sobre su uso de un iPhone, como si la tecnología moderna y la identidad indígena fueran incompatibles. “Elisa Loncon usando su iPhone 13 ancestral”, escribían con desprecio. Una reacción que, como bien señalan Arteaga y González (2005), revela la visión arcaica y paternalista de los medios, que aún ven a los pueblos indígenas como “de otro tiempo”.

Pero el racismo no se limitó a las redes sociales. Dentro de la misma Convención, Cubillos atacó directamente a Loncon y a la machi Francisca Linconao, sugiriendo que gozaban de “privilegios”. Esto resulta irónico, considerando que Cubillos, hija de Hernán Cubillos, exministro de Relaciones Exteriores durante la dictadura militar, ha crecido en un entorno de privilegios. A pesar de no contar con estudios de postgrado, ha sido beneficiada con sueldos abultados como académica en la Universidad San Sebastián, donde recibe un 21% más de lo que Harvard paga a sus profesores. Y, sin embargo, es ella quien habla de desigualdad.

El doble estándar es evidente. A Loncon se le cuestionan sus títulos, estudios e incluso el año sabático que la Usach le aprobó. Mientras tanto, Cubillos defiende de forma altanera en televisión sus honorarios millonarios. Si Loncon hubiese hecho lo mismo, ¿se la habría tachado de “violenta” por su identidad mapuche?

La historia de vida de Loncon ilustra la realidad de muchos niños y niñas en los campos de Chile. Estudió hasta cuarto básico en la escuela de su comunidad y luego continuó en el Liceo de Niñas de Traiguén. Su paso por la universidad coincidió con la dictadura militar, mientras el padre de Cubillos estaba en el poder.

Elisa vivió la pobreza de primera mano, al punto de tener que abandonar la Universidad Católica de Temuco por no poder costear los pasajes de transporte. Finalmente, logró terminar sus estudios de pregrado en la Universidad de La Frontera.

Marcela Cubillos, educada en colegios exclusivos como Los Andes y La Maisonnette, y titulada en Derecho por la Universidad Católica, sin doctorado ni publicaciones científicas, ha ocupado cargos de ministra, profesora universitaria y diputada. Mi juicio no es “academicista”, sino una reflexión inevitable: ¿y si Elisa Loncon no hubiera tenido sus títulos al asumir un cargo público? ¿Habría recibido la misma consideración o, por el contrario, habría enfrentado aún más prejuicios?

Hoy la trayectoria de Elisa Loncon es motivo de orgullo para muchos, pero una amenaza para otros. Representa un desafío para una élite que no puede concebir a una mujer indígena en el poder. Como dijo en una entrevista para el libro Agitadoras: “La gente tiene instalado el racismo. La derecha conservadora chilena es guardiana del colonialismo, porque el sistema colonial los favoreció y los hizo señores”.

Juan Manuel Zolezzi, exrector de la Usach y exvicepresidente del CRUCh, deja clara la imposibilidad de comparar a Marcela Cubillos con Elisa Loncon. La académica mapuche cuenta con 952 citas académicas, Marcela Cubillos no tiene ninguna. Además, Loncon fue seleccionada como una de las 25 mujeres más influyentes de 2021 por el Financial Times, y la BBC la incluyó en su lista de las 100 mujeres del año. “Aunque creció en medio de la pobreza y enfrentando discriminación étnica endémica, tiene un doctorado en Humanidades y es profesora en la Universidad de Santiago”, escribió la BBC.

Así es como la figura de Marcela Cubillos, con todos sus privilegios intactos, ha pasado “desapercibida” hasta que se conoció esta información. El caso de Elisa Loncon expone el racismo estructural que aún permea nuestra sociedad. En este país, uno de los verdaderos “símbolos de la desigualdad” es quién tiene permitido el poder y quién no.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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