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La debacle de Chile Vamos Opinión

La debacle de Chile Vamos

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Chile Vamos está siendo profundamente golpeada por el caso Hermosilla, debido no solo a que sus principales protagonistas pertenecen a la UDI, sino también porque ha sido afectado el corazón del piñerismo.


Nuestros políticos tienen enquistado en su ADN eso de contraatacar y victimizarse cuando están en problemas. “Esto es una campaña de la derecha o de la izquierda”, “quieren enlodarme”. Lo usan moros y cristianos. Es una defensa básica, burda, que busca sembrar la duda en la opinión pública. Esto es lo que ha pasado estas últimas semanas en la derecha, particularmente en Chile Vamos.

La propia candidata del sector ha intentado instalar el relato, junto a la directiva del conglomerado, que presentó una querella contra el Gobierno Regional Metropolitano por el caso ProCultura. Una estrategia evidente que busca golpear el tablero de una elección que –según todas las encuestas– está definida a favor de Claudio Orrego. Lo curioso del caso es que fue el propio gobernador regional el que se querelló contra ProCultura, además de cortar el contrato y exigir la devolución de los dineros.

Lo cierto es que la estrategia comunicacional, de una de las derechas, está lejos de contrarrestar el fondo del problema: la coalición Chile Vamos está siendo profundamente golpeada por el caso Hermosilla, debido no solo a que sus principales protagonistas pertenecen a la UDI, sino también porque ha sido afectado el corazón del piñerismo.

La gravedad de la historia, que hemos ido conociendo por goteo, ha dejado en evidencia lo truculento del manejo del poder político, a través de un diseño que logró corromper a uno de los poderes del Estado –pilares de una sociedad–, como el Judicial.

El capítulo de la Universidad San Sebastián (USS) nos reveló que, además de que financiaba –con sueldos millonarios– a casi todos los exministros y subsecretarios del Gobierno del expresidente Piñera, acogía a importantes representantes del Poder Judicial, dejando claro el puente y la intención buscada.

De ahí que, por más que algunos dirigentes de Chile Vamos –esta semana Gonzalo Blumel, exministro de Piñera, declaró muerta a la coalición– acusen una campaña de la izquierda, desde el inicio del caso Hermosilla hemos ido viendo cada vez más caídos en el camino, como el exdirector de la PDI, el propio Luis Hermosilla, Andrés Chadwick, Ángela Vivanco, Manuel Guerra, y otros, además del golpe mortal a la reputación de la Universidad San Sebastián.

Pero, también, el caso Hermosilla ha dejado en evidencia la escasa preparación que tienen nuestros políticos para enfrentar una crisis. Declaraciones contradictorias, intentos burdos de desviar la atención, conductas bizarras, silencios que aumentan la sospecha –como el de Chadwick–, videos en TikTok que ridiculizan más a sus protagonistas que al objetivo que buscan lograr, entre otros errores cotidianos.

Es imposible no mencionar lo llamativos que han sido los zigzagueos de Evelyn Matthei, una mujer con una larga trayectoria y manejo en estas lides. En círculos políticos y de analistas han sorprendido los errores comunicacionales de la candidata del sector. Sin ir más lejos, el apoyo inicial a Chadwick, la justificación del sueldo de Cubillos –el peor error de todos–, entre otros titubeos, han permitido que se instale la duda sobre su capacidad de liderazgo. Tomás Mosciatti fue duro al cuestionar incluso sus habilidades para ser presidenciable.

El episodio de la semana pasada, de la serie de Netflix que estamos viviendo en vivo y en directo, nos develó, además, el nivel de deslealtades entre los protagonistas de la historia, con uso de lenguaje vulgar y despectivo hacia quienes les daban trabajo; las conexiones que comienzan a hacerse entre la dupla de operadores Hermosilla/Guerra y la asociación de municipios del sector oriente dirigidos por la derecha, además de La Florida y Providencia –Guerra fue contratado el día después de salir de la Fiscalía, ocupando en el municipio dirigido por Matthei el puesto de encargado de “probidad” (vaya paradoja)–, además del histórico fallo de la Corte Suprema contra Vivanco –caso que recién comienza en lo penal–, así como los enredos entre las dos derechas en las acusaciones constitucionales.

Pero, sin duda, el síntoma más claro que grafica la confusión de una derecha que parece navegar sin timón ni timonel fue el estrepitoso papelón que hicieron con la acusación constitucional contra Tohá. No solo volvieron a usar una herramienta en que han fracasado varias veces durante este Gobierno, sino que además se dividieron a tal punto que la directiva de RN les quitó el piso a sus diputados, Evópoli se restó del libelo y el general (r) Yáñez señaló en las audiencias que este era el Gobierno que “más había hecho por la seguridad y Carabineros”.

Para rematar, uno de los diputados republicanos que lideraba la acusación, argumentó con su caso personal, relativo a la enfermedad de uno de sus padres, que la ministra Tohá debía dejar el cargo. Sin duda, un momento bizarro y un tanto tragicómico.

Por su parte, Evópoli decretó libertad de acción en Las Condes, recibiendo la artillería de Marcela Cubillos –que sigue sin filtros contraatacando– y despertando las críticas de RN y la UDI en Vitacura, cuya candidata es del partido de Gloria Hutt.

De ahí que, si hace seis meses las proyecciones, tanto del Gobierno como de la oposición, eran que la derecha de Chile Vamos arrasaría en las elecciones de dos semanas más –siguiendo la tendencia de las últimas dos décadas, es decir, que la respectiva oposición siempre gana en estos comicios de mitad del Gobierno–, hoy el panorama se ve muy distinto. No sabemos cuánto les podrá afectar a la UDI y sus socios el affaire Hermosilla, considerando que tenemos voto obligatorio, pero el sentido común indica que tendrá impacto.

Además, debemos sumar que la derecha va dividida en al menos cuatro listas y que, por lo tanto, en varias comunas podrían perder la disputa, salvo en las sandías caladas del sector oriente de Santiago, donde pareciera que el sueldo de Cubillos o los escándalos del sector político no les importan a esos electores.

El oficialismo, por su parte, parece estar teniendo un nuevo aire inesperado. El Presidente Boric se ha afianzado en las encuestas en torno al 30 y 35% –Bachelet y Piñera tenían a esta misma altura 10 puntos menos–. De acuerdo con la encuesta CEP, publicada hace unos días, un 14% de las personas votaría por candidatos del oficialismo, contra 13% que lo haría por las oposiciones. Claro que más de un 50% dice aún no tener claro su voto, por lo que no se puede descartar que en ese grupo haya gente que antes votó por la derecha y que hoy podría estar sufriendo el efecto Hermosilla.

En la misma encuesta, se observa que entre los seis primeros personajes políticos evaluados por la gente, cuatro son del oficialismo, incluyendo a una encumbrada Michelle Bachelet y al promisorio alcalde Vodanovic.

Por el momento, todo parece indicar que Chile Vamos podría sufrir un revés importante el 26 y 27 de octubre, especialmente la UDI. Su rival directo, Republicanos, podría sorprender, más aún considerando que actualmente tienen un 3% en alcaldes/concejales –un piso muy bajo– y que no están involucrados en el caso Hermosilla.

Si esto ocurre, JAK iniciará una contraofensiva que podría golpear fuerte a la adelantada carrera que lleva Matthei, dos años antes de las presidenciales. Y, claro, no por mucho madrugar amanece más temprano. Si no, pregúntenle a Jadue y Lavín, quienes a esta misma altura, el año 2021, lideraban por lejos las encuestas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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