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Comunidades saludables: enfoques para el bienestar en la educación superior Opinión

Comunidades saludables: enfoques para el bienestar en la educación superior

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Paulina Paz Rincón González
Por : Paulina Paz Rincón González Vicerrectora, Universidad de Concepción
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Necesitamos fortalecer todas aquellas iniciativas y programas que permiten la promoción de hábitos de vida saludable y de la vida en comunidad y que, por ende, previenen problemas de salud mental.


El 10 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Salud Mental, día que la OMS ha elegido para sensibilizar acerca de esta temática y generar compromisos de apoyo a programas e iniciativas relacionadas con su mejora.

Quiero detenerme en algunas reflexiones acerca de la salud mental en estudiantes de educación superior. Diversas noticias, algunas que nos llenan de una profunda tristeza y preocupación, nos hacen pensar en la fragilidad de la salud mental en esta población e, incluso, llevan a generar distintas iniciativas que no siempre responden a las recomendaciones de especialistas ni a las evidencias disponibles.

¿Necesitamos dotar a nuestras instituciones de educación superior de más psicólogos(as) y psiquiatras para atender a nuestro estudiantado? ¿Necesitamos obligar a nuestras IES a asumir calendarios académicos rígidos que se basan en el supuesto de la fragilidad de la situación de salud mental de nuestros jóvenes? Creo que no.

Un punto de partida es lo que entendemos por trastorno mental y por malestar. Sabemos que un buen nivel de salud mental es un componente del bienestar, pero lamentablemente solemos confundir el trastorno o problema de salud mental con el malestar, haciéndolos sinónimos. Olvidamos que las emociones negativas, como la pena, la rabia, la frustración, la vergüenza y un largo etcétera, son parte de la vida y no son, por defecto, síntomas de un problema o de un trastorno mental.

Esta confusión es lo que diversos especialistas llaman psicopatologización de la vida cotidiana: creer que sentir emociones negativas es equivalente a tener un problema mental, por tanto, en vez de compartir dichas emociones con nuestras redes de apoyo (familia, amistades), demandamos ayuda profesional de la psiquiatría y/o de la psicología.

Otro punto de análisis es el de las cifras indicativas de problemas o trastornos de salud mental. Según el Termómetro de Salud Mental –estudio iniciado en 2020 por ACHS y PUC–, vemos una sostenida mejora en términos de reducción de problemas de salud mental, cuyos peores niveles estuvieron en plena pandemia (julio 2020 a abril de 2021), pero que a lo largo de 8 mediciones han ido mejorando progresivamente. Lo mismo ocurre al mirar la sintomatología ansiosa y del estado de ánimo. Sí parece haber empeorado, o al menos se ha mantenido, la percepción de soledad.

Esto es consistente con el informe Gallup Global Emotions que, en su versión 2024, nos muestra un aumento de la experiencia de emociones positivas desde 2021 y por primera vez, desde 2014, una reducción de la puntuación en emociones negativas.

Al desagregar por grupo etario, las personas jóvenes (entre 15 y 29 años) son las que lideran en emociones positivas y son las que presentan puntuaciones menores en emociones negativas. Y si miramos por región, Latinoamérica lidera en emociones positivas. El informe concluye, entre otras cosas, que en emociones positivas tenemos un retorno a emociones prepandemia y que persisten altos niveles de estrés y preocupación en muchas regiones, destacando la soledad como un desafío global, afectando a adultos (especialmente mayores).

Ahora bien, las cifras que manejamos en relación con estudiantes universitarios chilenos, indican que en 2020 la pandemia generó un fuerte impacto en su salud mental; y un estudio de MIDAP señala en 2021 un aumento preocupante de la sintomatología depresiva en estudiantes de educación superior. Nada de eso debe extrañarnos: es consistente con lo que sucedió a nivel mundial y nacional en distintos grupos etarios producto de la pandemia y de las medidas de confinamiento para su control.

Es por ello que el Consejo Asesor en Salud Mental para la Educación Superior en 2023, tras un diagnóstico del sistema que relevó la importancia del tema y la disparidad de recursos de las instituciones para afrontarlo, propone un enfoque que tiene como centro ambientes promotores del bienestar y entornos saludables y protectores, donde la convivencia y el sentido de comunidad y pertenencia son claves. Y a partir de ello establece 4 ejes de trabajo: a) trayectorias académicas, b) prevención y promoción, c) atención focalizada para grupos de riesgo y d) atención especializada.

Ello implica que las IES pongan el foco de su atención en los asuntos académicos y destinen esfuerzos y recursos en la prevención, promoción, detección oportuna y derivación a las redes territoriales de salud.

No necesitamos más profesionales que se dediquen a la atención clínica de nuestro estudiantado en las IES. Requerimos seguir avanzando en trayectorias académicas flexibles, que permitan salidas intermedias y adecuación a diversas realidades personales, sin desmedro de la calidad y excelencia en la formación. Necesitamos fortalecer todas aquellas iniciativas y programas que permiten la promoción de hábitos de vida saludable y de la vida en comunidad y que, por ende, previenen problemas de salud mental.

Requerimos detectar grupos de riesgo y poder hacer acompañamiento de ellos para una derivación oportuna. Necesitamos articular con la red de salud y hacer difusión de los dispositivos disponibles para aquellos casos, los menos, que requieren atención especializada, la que debe brindar dicha red.

Nuestra juventud tiene capacidad de adaptación y resiliencia, pero necesita –como todas las personas– sentirse parte de una comunidad en que el encuentro interpersonal, el diálogo y el cuidado mutuo están en el centro. Necesitan espacios en que se fomenten sus habilidades para afrontar situaciones demandantes de manera saludable.

Nuestras instituciones tienen un vasto compromiso con ello, pero requieren recursos que permitan profundizar en iniciativas de corte comunitario, así como mejorar infraestructura y equipamiento diseñados, en muchas ocasiones, solo para las actividades académicas y no para la vida en los campus. El bienestar, y la salud mental como parte de él, es una condición contextual que debemos abordar desde y para la comunidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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