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La ablación ocular durante el estallido social Opinión

La ablación ocular durante el estallido social

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Juan Carlos Rauld
Por : Juan Carlos Rauld Trabajador social de la Universidad Tecnológica Metropolitana. Magíster en pensamiento contemporáneo en filosofía y pensamiento político del Instituto de Filosofía Política de la Universidad Diego Portales. Profesor de la escuela de trabajo social UC. Investigador independiente.
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A cinco años del estallido social, mientras una parte de los animales revoltosos de la granja, aún lidia con el problema de cómo organizar las formas de lucha o resistencia, una gran parte del hemisferio izquierdo del gallinero, ha guardado silencio frente a la mutilación ocular. 


Solemos decirle animal a quien somete a una persona de manera radicalmente violenta. El término “animal” en cambio, posee múltiples significados, entre los que destacan, los seres vivos pertenecientes al mundo de la natura. La cultura en cambio, designa este epíteto a quien degrada la humanidad del sometido. Por su parte, los animales no conocen la justicia o la injusticia. No distinguen el bien respecto del mal. Así pues, cuando un tigre da muerte a un antílope recién nacido, nadie podría afirmar que dicho acto es una crueldad, o que el tigre carece de moralidad o justicia. Al imputarle a alguien el carácter de animal, lo que realmente queremos nombrar es el vocablo de “bestia”. Solo la bestia pone al desnudo una violencia monstruosa, ominosa y excesiva. La bestia no solo posee un carácter mitológico y fantástico. En Chile, las bestias existen y merodean vigilantes entre nosotros. Si el Leviatán es ese gran arquetipo contractualista de defensa de la sociedad, las bestias están, -no tanto-, para defendernos del Vehemoth, sino que para amenazar y mantener con firmeza el orden del mundo animal.   

En Chile, las bestias nunca han gozado de legitimidad, mucho menos de admiración. En las profundidades del reino, existe una unidad de “bestias especiales”. Un dispositivo de gobierno con el que el Estado gestiona, el control y disciplinamiento de los animales de la granja. Las bestias se han caracterizado históricamente por dos cosas: la primera, es la capacidad con la que soberanamente han abusado de la vida del reino. La segunda, es la facultad con la que deliberadamente se han insubordinado al control democrático. 

Durante el estallido social del 18 de Octubre, la impudicia de las bestias se hizo visible ante el reino animal. He aquí, el uso de una de las más viejas prácticas de castigo, venganza y control de la población: la ablación de los ojos de los fue ejercida como práctica de disciplinamiento de la desobediencia animal. Durante el 18-O, la expresión “La dignidad cuesta un ojo de la cara”, cobró total literacidad. La mutilación ocular es desde antaño conocida como castigo. Ella no es solo mitología griega, como es el caso de Edipo Rey, -sino que ante todo, es una de las técnicas punitivas más antiguas del arte de gobierno. No debiera extrañarnos que las bestias del reino respondieran con centenares ablaciones. Por ello, la aflicción de los animales nunca ha sido un error procedimental. Asistimos a una revitalización de los antiguos suplicios, en los que el cuerpo del animal se exhibe como imagen de estabilidad del régimen autoritario de gobierno.

A cinco años del estallido social, mientras una parte de los animales revoltosos de la granja, aún lidia con el problema de cómo organizar las formas de lucha o resistencia, una gran parte del hemisferio izquierdo del gallinero, ha guardado silencio frente a la mutilación ocular.  En la Bretaña Francesa, apenas un año después del 18-O, una rebelión popular se hizo conocida mundialmente. Es el caso del zorro francés, que luego de depredar la vida de muchas gallinas quedó atrapado en un gallinero. A la mañana siguiente, un granjero halló muerto al zorro con cientos de picotazos en su cuerpo. Las aves, en su mayoría organizadas, no solo lograron resistir el miedo que inundó sus vidas, sino que ellas por sí y ante sí, cansadas de tanta monstruosidad, sufrieron también una metamorfosis al convertirse en bestias. Bestialidad que ante el exceso del zorro, invirtió el curso de la violencia y el contrato social en la granja. Quizá debamos recordar a Nietzsche que en Más allá del bien y mal, advirtió que: “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti…” 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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