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La escolta y el resguardo profesional de las autoridades Opinión Sebastián Beltrán/AgenciaUno

La escolta y el resguardo profesional de las autoridades

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La falta de profesionalismo también parece alcanzar a la PDI. Aunque a la fecha solo conocemos una explicación apresurada de su director general en los patios de La Moneda, su versión da cuenta también de un desconocimiento del sentido más profundo de su responsabilidad en esta materia.


La denuncia que involucra al exsubsecretario Monsalve nos ha remecido profundamente esta semana por varias razones y plantea más preguntas que respuestas.

Primero, qué duda cabe, nos asombra que ante la denuncia de delitos de tanta gravedad la actuación del Gobierno haya sido errática e improvisada. La demora en separar a Monsalve de sus funciones, la improvisada conferencia de prensa del Presidente que entre muchos bochornos incluyó una reprimenda en público a su jefa de comunicaciones, las inaceptables explicaciones de varias autoridades y actores políticos en un espectáculo lamentable que, entre tantas preguntas, motiva una central: ¿con cuanto profesionalismo ejercen sus funciones quienes asumen altas responsabilidades públicas?

La pregunta no es nueva y ya nos la hicimos a propósito de los últimos escándalos del Poder Judicial, y de múltiples actuaciones del Congreso donde priman las discusiones pequeñas e inconducentes, marcadas por el ciclo electoral, mientras se elude y posterga el debate profundo de importantes reformas que deben materializar sentidas aspiraciones ciudadanas.

Con todo, el caso del exsubsecretario nos enfrenta a la cuestión con especial urgencia y, a modo de ejemplo, quisiera poner el foco en una cuestión especialmente sensible. Entre los hechos relatados por la prensa y por las propias autoridades, se ha destacado uno al que quizá tendríamos que dedicar más de una reflexión: la tarde y noche en que sucedieron los hechos denunciados, el subsecretario del Interior se encontraba sin la protección de su escolta.

La ausencia de la escolta fue explicada a la prensa por el director general de la PDI diciendo que, si la autoridad resguardada lo solicita, los policías pueden quedar relevados de su función, por lo que esa tarde y noche Monsalve circulaba como un ciudadano cualquiera.

Esta respuesta es sencillamente inadmisible y lo es porque las autoridades que requieren especial protección no deben ser las llamadas a evaluar cuándo están en una situación carente de riesgo y cuándo no. Es importante entender que su protección no obedece simplemente al cuidado de su integridad, sino que además y más profundamente, a la estabilidad del Gobierno, a la protección de la seguridad interna y el orden público.

Es difícil pensar en un funcionario de Gobierno que esté más expuesto que el subsecretario del Interior. Basta dar un vistazo a las facultades de dicha repartición en la ley como para comprender el calibre de amenazas a las que se expone quien detenta el cargo. Por lo mismo, prescindir de la escolta no puede ser una decisión personal, razón por la cual la explicación de la exautoridad y de la PDI es realmente sorprendente.

Porque observemos lo que pasó. La autoridad, sin protección alguna a su propio requerimiento, aceptado por la PDI–, se da cita con la denunciante en un restaurante del centro de Santiago, lugar público y expuesto. No contento con lo anterior, redobla su vulnerabilidad tomando una cantidad de alcohol respetable y saliendo a la calle a tomar un taxi junto a una funcionaria de su dependencia (tema que da para una columna aparte es la pertinencia de sostener supuestas reuniones de trabajo en estas condiciones).

Supongamos que es efectivo que, tal como él mismo ha dicho sospechar, fue drogado y estuvo inconsciente por alrededor de diez horas. Esa es una ventana de tiempo que permite a cualquier persona hacerse de información sensible y confidencial, acceder a archivos y comunicaciones, comprometer su integridad física y la de la denunciante; en fin, un sinnúmero de peligros.

Que una autoridad renuncie al resguardo policial es una imperdonable falta de profesionalismo y de comprensión de la función pública. Supone desconocer absolutamente que en último término no es solo su persona el objeto de cuidado, sino el rol que desempeña.

Lamentablemente, quien acepta desempeñar el cargo de subsecretario del Interior debe saber que renuncia a buena parte de su privacidad y que, aunque difícil, parte de su responsabilidad pasa por no reclamar espacios sin vigilancia solo por disponer de un momento de privacidad.

La falta de profesionalismo también parece alcanzar a la PDI. A la fecha solo conocemos una explicación apresurada de su director general en los patios de La Moneda, pero su versión da cuenta también de un desconocimiento del sentido más profundo de su responsabilidad en esta materia. Escoltar es una actividad profesional que debe estar sujeta a protocolos y controles estrictos que no deben ser disponibles ni para el escoltado ni para los policías a cargo.

Desempeñar una función pública no se satisface únicamente con ser una persona seria y eficiente. En tiempos que enfrentamos serios problemas de seguridad, que incluyen aumento de la violencia, de la circulación de armas y presencia de bandas organizadas, estos no son errores, son actuaciones negligentes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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