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Medio Oriente: estoy harto Opinión

Medio Oriente: estoy harto

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Mario Waissbluth
Por : Mario Waissbluth Ingeniero civil de la Universidad de Chile, doctorado en ingeniería de la Universidad de Wisconsin, fundador y miembro del Consejo Consultivo del Centro de Sistemas Públicos del Departamento de Ingeniería de la Universidad de Chile y profesor del mismo Departamento.
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Me cae pésimo el actual Gobierno de Israel, una coalición de ultraderechistas que expande los asentamientos en Cisjordania, inflamando así la pradera aún más. Si yo viviera allá, estaría manifestándome en su contra, como muchos israelíes lo hacen a diario.


¿Desde qué óptica escribo esto? Parto por clarificar mi origen étnico y cultural. Por nacimiento y familia, soy judío por  los cuatro costados, pero… militante convencido del ateísmo. Para mí –con respeto, eso sí– la palabra “agnóstico” es una suerte de ateísmo aguachentado, usado por algunos “por si acaso, cuando me llegue la hora”. Simplemente no creo en la figura de Dios. No asisto a la sinagoga ni a sus festividades, salvo por alguna obligación social o familiar. Mi autor favorito en esta materia es Richard Dawkins (La Ilusión de Dios). Ahí  fue cuando terminé de convencerme.

Por cierto, tengo una gran admiración por los muchos cristianos, judíos e islamistas que creen en la paz, la democracia y la convivencia pacífica de todas las religiones, y una gran falta de respeto por los fanáticos e intolerantes de esas tres religiones, originadas en el Antiguo Testamento. Tengo además un hijo rabino ortodoxo con una maravillosa familia, con quien he firmado un tratado de no agresión en esta materia.

Además, me cae pésimo el actual Gobierno de Israel, una coalición de ultraderechistas que expande los asentamientos en Cisjordania, inflamando así la pradera aún más. Si yo viviera allá, estaría manifestándome en su contra, como muchos israelíes lo hacen a diario.

Mi creciente ira

  1. Estoy harto de las actitudes antijudías (sí, antijudías y antisemitas, no solo antisionistas) que veo crecer a velocidad dramática en diversas partes del mundo, incluyendo el Gobierno de Chile y su Presidente.
  2. Estoy harto de que cierta fracción del “progresismo” mundial y chileno guarde silencio hasta hoy frente a lo que fue objetivamente una matanza feroz, incluyendo a mujeres, bebés y la toma de rehenes hace un año, en aquel infausto 7 de octubre en Israel. Como comparación numérica, el impacto de la matanza en dicho país de ocho millones de habitantes es equivalente a que, en una invasión desde la frontera de Canadá o México, se hubiera asesinado, torturado y violado a 30 mil  norteamericanos, incluyendo mujeres y niños, divulgando el “éxito” con atroces videos, y tomado –proporcionalmente– seis mil rehenes, un impacto diez veces peor que las Torres Gemelas en términos comparativos. Estados Unidos habría arrasado con el país invasor sin miramiento alguno en pocas semanas, y nadie lo hubiera  tildado de “genocida”.
  3. Estoy harto de la “izquierda woke”, por su cultura de la cancelación en torno a este tema, y estoy harto también con las feministas de pacotilla, que no dijeron una sola palabra acerca de las violaciones y asesinatos de mujeres y niños al día siguiente de esta atroz matanza. Quienes la celebraron y celebran hasta hoy son tan sicópatas como los nazis en su época.
  4. Estoy harto de que, al día siguiente de esta matanza, sin siquiera comenzar las hostilidades militares, se la festejara en muchas universidades del mundo avanzado. Ignorantes neonazis, que por cierto reciben generosas donaciones de  algunas fundaciones antisemitas dotadas de muchos recursos.
  5. Estoy harto de que se guarde silencio frente a los 101 rehenes que, un año después, mantiene Hamás en sus túneles, vivos o muertos.
  6. Estoy harto de que se guarde silencio frente al diario bombardeo con cohetes que hace Hamás desde sus depósitos, ubicados preferentemente en escuelas, mezquitas y hospitales de Gaza, donde guardan sus explosivos y armas, y además con acceso directo a su enorme red de nada menos que 500 km de túneles construidos a lo largo de muchos años, con los recursos de la ayuda externa que supuestamente estaba destinada a desarrollar la economía, la educación y la salud  de la zona.
  7. Estoy harto de que se guarde silencio frente a los bombardeos de cientos de cohetes desde Yemen, Irán y el Líbano, país donde igualmente esconden los sitios de lanzamiento y todos sus explosivos en medio de la población civil, al igual que en Gaza. Usan a mujeres, niños y enfermos como escudos, una  inmoralidad por donde se la mire. La autodisculpa es que son mártires que se van al paraíso.
  8. Estoy harto de que, cuando Israel se defiende bombardeando los sitios desde donde salen esos cohetes, con la precisión más quirúrgica posible y avisando previamente a la población civil, frente al inevitable daño colateral, se lo trate de genocida. ¿Qué pretenden que hagan las Fuerzas Armadas de Israel? ¿Permanecer cruzados de brazos mientras continúan los lanzamientos de cohetes?
  9. Estoy harto de que los ignorantes progresistas woke desconozcan el hecho de que Israel es un país democrático y tolerante, en que nada menos que 21% de sus habitantes son árabes y 6% drusos, con un partido político con asientos en el  Parlamento, e incluso con algunos de ellos combatiendo en sus Fuerzas Armadas. Israel es un baluarte de la cultura, la ciencia y los valores occidentales en medio de un mar de fanatismo y países antidemocráticos.

Siete bases para una tregua larga

Soy ingenuamente positivo y lo reconozco, pero… igual lo intento. ¿Qué se necesitaría para lograr una tregua larga, no de semanas sino de algunos años, poniendo así paños fríos al conflicto? Aventuro siete elementos:

  1. Hamás, Hezbolá, Irán y los Houtíes de Yemen suspenden indefinidamente sus lanzamientos de cohetes y drones.
  2. Hamás devuelve los 101 rehenes que aún quedan en los túneles –o sus cadáveres, para un justo entierro– e Israel devuelve un número proporcional de presos palestinos, que por cierto no son rehenes, sino prisioneros por haber violado leyes, cometido atentados o ingresado ilegalmente.
  3. Israel suspende la injusta creación de nuevos asentamientos en Cisjordania, y devuelve los asentamientos creados en los últimos dos años.
  4. Israel suspende hostilidades pero mantiene patrullas militares en Gaza y el sur del Líbano, hasta asegurar que Hamás y Hezbolá, organizaciones cuyo ideario fundacional es la aniquilación de Israel y los judíos, no vuelvan a tener el control de  esas zonas y queden neutralizadas militarmente. Ofrece amnistía a los combatientes que entreguen las armas. Después, elecciones libres y apoyo en el desarrollo económico, social y productivo de Gaza.
  5. El ejército israelí debe desmantelar la capacidad de agresión de Hezbolá y Hamás, ojalá con la colaboración de Estados Unidos. Ambas son organizaciones sicarias de Irán, país gobernado por ayatolas que usan los recursos de dicho país para sus enormes gastos militares en lugar del bienestar de su paupérrima población, y que maltrata a sus mujeres, matándolas cuando protestan, cosa que a las feministas chantas de Occidente y de Chile no les gusta escuchar. ¿Con quiénes están? ¿Con los valores de Occidente o con los del fundamentalismo islámico con sus burkas, la prohibición de estudiar más allá de la primaria, y su subyugación total? Vayan definiéndose, por favor.
  6. Se revitaliza el tratado entre los Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán, Marruecos e Israel –los así llamados Acuerdos de Abraham– firmado en la Casa Blanca en 2020. Ese tratado había normalizado las relaciones entre dichos países, al mismo tiempo que Israel había acordado suspender los planes para nuevas anexiones en Cisjordania. De hecho, la invasión de Hamás se hizo justo antes de la inclusión de Arabia Saudita en este tratado, con lo cual lograron abortarlo, y esto no fue mera casualidad.
  7. Se aproxima un cambio tecnológico militar que puede poner un gran freno al conflicto del Medio Oriente: el Iron Beam que Israel pondrá en marcha durante 2025. Cada “disparo” –casi infalible– de rayos láser, con una potencia de 100 KW, y con alcance de 10 km, es casi gratuito. Esta megainnovación dificultará en la práctica el actual estado de hostilidades y hará estériles los ataques con cohetes o drones, convirtiendo así a Israel en una fortaleza mucho más difícil de atacar.

¿Traerán estas propuestas la paz definitiva en el Medio Oriente? No lo creo. Los odios ancestrales, el antisemitismo resurgente una vez más en el mundo (y que sufro a diario en lo personal en redes sociales), la estupidez en que ha caído Occidente y la izquierda woke, la persistencia de los fundamentalistas en el  enorme país de Irán y sus sicarios de la zona, no van a terminar de un día para otro.

Pero en una de esas, este respiro parcial puede dar un espacio para la colaboración constructiva de algunos países del Medio Oriente con Israel, generando una cultura incipiente de paz, prosperidad e intercambios en la región, permitiendo el llamado a elecciones en Israel para librarnos del maléfico Netanyahu, y en Irán para  librarnos de los maléficos ayatolas mediante el levantamiento de su gente subyugada.

Ya lo dije… soy ingenuo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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