La cuestión problemática en el planteamiento de Cristi es que, por un lado, él mismo reclama la necesidad de ir más allá de la encuestología sociológica, pero por otro él mismo parece obliterar la historia de la transformación del Estado chileno bajo la mentalidad guzmaniana.
Es curioso que el profesor Renato Cristi, cuyo trabajo ha sido tan decisivo para dilucidar la formación del imaginario neoliberal desde la dictadura, haga un juicio tan liviano sobre el mentado “estallido social”. En su comentario sobre una entrevista que ofreciera Leonidas Montes en La Tercera quien, a través de las encuestas CEP, sostuvo que la sociedad chilena experimentó un “giro significativo” que implicó un desplazamiento desde el “énfasis en lo colectivo” hacia la dimensión puramente “individual” y privada –comenta Cristi respecto de Montes- supondría desmentir la idea de que la revuelta de octubre habría sido una “crítica al capitalismo”: “Este es el asombroso resultado de la investigación sociológica realizada por Montes, basado en los datos fidedignos que consignan las encuestas.” –dice Cristi en una columna publica en este medio.
A partir de aquí, Cristi desplaza el lugar de enunciación: Desde la encuestología sociologista ofrecida por la investigación de Montes hacia la lectura filosófica de los conceptos que constituirán la trama discursiva del neoliberalismo que él conoce perfectamente bien: “Si uno asume un análisis histórico de los conceptos, es posible captar que el verdadero giro desde el bien común y lo comunitario hacia el individualismo, tuvo lugar en 1974 cuando Guzmán se propone cambiar la mentalidad de los chilenos.” Esta sería, la mentalidad “antiestatista” dice Cristi, que nos hace ver los impuestos como un verdadero “robo a mano armada por agentes estatales”.
Luego Cristi pregunta: ¿”No es esta mentalidad la que determina que jóvenes estudiantes rechacen el alza de 30 pesos que solicita la corporación estatal dueña del Metro?” Con ello, el “estallido” no habría sido anti-neoliberal como se ha sostenido desde las lecturas de izquierda sino “pro-neoliberal”, precisamente como ha planteado el discurso oligárquico desde hace ya largos 5 años. Para Cristi, la asonada estudiantil frente al alza del pasaje de Metro obedece a la “mentalidad neoliberal” porque no ve dicha alza bajo la óptica del “bien público” sino solo del interés individualista impregnado, bajo dictadura, gracias a la propuesta ideológica de Jaime Guzmán. En otros términos, para Cristi, los estudiantes secundarios que saltaron los torniquetes del Metro serían verdaderos hijos de Guzmán, aquellos que reivindican el anti-estatismo porque no ven en el Estado la puesta en juego de un “bien público”.
Sin embargo, es necesario detenerse en la pregunta que formula Cristi pues en ella, pervive un paso no suficientemente justificado, una problemática operación no explicitada que concluye o pretende llevarnos a una conclusión a-crítica y apresurada: en la formulación de su pregunta, Cristi parece suponer que el Estado chileno sería intrínsecamente poseedor de un “bien público”, a pesar de su histórica configuración subsidiaria propuesta, precisamente, por la violencia guzmaniana que el propio Cristi relata en esta columna y que su enorme trabajo ha puesto a la luz. La cuestión problemática en el planteamiento de Cristi es que, por un lado, él mismo reclama la necesidad de ir más allá de la encuestología sociológica, pero por otro él mismo parece obliterar la historia de la transformación del Estado chileno bajo la mentalidad guzmaniana que él mismo consigna en su columna.
En este sentido, y siguiendo a Cristi, podríamos decir: si es cierto que el actual derrotero del Estado chileno obedece a la “mentalidad neoliberal” impuesta por Guzmán en 1974 ¿por qué habría que asumir que éste, en su alianza con Metro, sería portador de un “bien público”?
El síntoma que expresa esta columna es que Cristi niega lo que Cristi afirma, negando de este modo, el estatuto neoliberal del propio Estado chileno que él mismo ha afirmado en sus investigaciones. En otros términos, ¿puede un Estado subsidiario ofrecer un “bien público” si su estructura permanece bajo la forma impuesta por el pacto oligárquico de 1980 instaurado en dictadura? Sabemos que la derecha podrá argumentar favorablemente a esta cuestión, pero conocemos que el horizonte de Cristi pareciera ser otro en la medida que su trabajo apuesta ser una crítica al neoliberalismo chileno.
Digamos que el Estado chileno, bajo el rasero guzmaniano, se articuló en función de un nuevo pacto que axiomatizó al histórico fantasma portaliano, resguardando de este modo, los privilegios de la oligarquía. Si esto es así, no se puede ser ingenuo en el “paso” que ofrece Cristi: si el Estado fue hecho a medida de la oligarquía vía Guzmán, entonces no hay “bien común” o “público” que en él se juegue. Y si esto es así, entonces la “evasión” de los estudiantes secundarios al alza del Metro, no pudo sino ser un gesto anti-oligárquico, una verdadera política anti-portaliana en la medida que impugnó la captura que, a través de la dictadura, el capital hizo del Estado.
Sin embargo, la tesis de Cristi no sugiere nada nuevo. Durante estos cinco largos años el discurso oligárquico, cristalizado ante todo en el planteamiento de Carlos Peña (pero también, de otro modo, en Lucy Oporto), ha insistido en que el mentado “estallido” (nótese que usan el término “estallido” y no “revuelta” o “rebelión”) habría sido un “brote pulsional” (Peña) propio de un “lumpenfascismo” (Oporto) en el que solo hay consumidores que exigen más y más consumo. Cristi se pliega así al coro oligárquico bajo la misma tesis, ahora no adornada con los oropeles sociológicos (Peña) o espiritualistas (Oporto), sino filosóficos.
Así, los jóvenes que se opusieron al alza del Metro habrían sido “neoliberales” y no así el ordenamiento político y económico del país. Esta negación del estatuto neoliberal del Estado –que el propio Cristi señala en la misma columna- es la operación mistificante presente en Cristi. Operación mistificante que articula al discurso oligárquico en general, que considera que lo que hubo fue un “estallido” de consumidores insatisfechos que deberían haber ido al Sernac antes que poblar las calles con sus protestas. En este sentido, al obliterar la historicidad de la forma Estado que prima en Chile, más que filosófica, la lectura de Cristi, en realidad, es sofística.