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Fósiles bajo el hielo: salvaguardando el patrimonio paleontológico de la Antártica Opinión

Fósiles bajo el hielo: salvaguardando el patrimonio paleontológico de la Antártica

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El derretimiento acelerado de los glaciares podría exponer nuevos fósiles, lo que, por un lado, ofrecería oportunidades de descubrimientos científicos, pero también podría poner en peligro su preservación.


La conservación y el patrimonio paleontológico en la Antártica son temas clave debido a la importancia científica y ambiental de este continente. La Antártica, aunque es un territorio inhóspito y cubierto en gran parte por hielo, contiene valiosos tesoros paleontológicos que permiten a las y los científicos comprender y reconstruir la historia geológica y biológica de la Tierra.

El descubrimiento de los primeros fósiles en la Antártica fue en 1892 por el noruego Carl Anton Larsen, quien encontró fósiles de madera petrificada en la isla Seymour, península Antártica. Una década después, en 1902, el geólogo sueco Otto Nordenskjöld descubrió fósiles de vertebrados en esa misma isla. Un año después, en 1903, se produjo otro hallazgo de fósiles de plantas, esta vez al otro lado del continente, durante la primera visita del capitán británico Robert Scott a la Antártica, a través de la expedición del Discovery. En 1912, en la exploración con el Terra Nova, el capitán Scott encontró restos fósiles de plantas en el glaciar Beardmore próximo a las montañas Transantárticas, los cuales fueron descritos posteriormente por Albert Seward, botánico de la Universidad de Cambridge, que los identificó como el árbol extinto Glossopteris.

Las investigaciones realizadas por Chile también han destacado el invaluable registro de flora fósil en localidades como las islas Shetland del Sur. Aquí se han encontrado troncos y hojas fósiles de helechos, coníferas, araucarias y Nothofagus, que tienen una edad de 120 a 84 millones de años. Este abundante registro fósil es parte de la Colección Paleontológica de Antártica y Patagonia (CPAP) del Instituto Antártico Chileno, que alberga aproximadamente 7000 fósiles.

La Antártica es un laboratorio natural que, a través de sus fósiles, nos narra la historia de un mundo perdido. El Continente Blanco es pieza fundamental para comprender la evolución de los continentes y el cambio climático a lo largo del tiempo geológico. Durante el Cretácico, hace más de 100 millones de años, la Antártica formaba parte del supercontinente Gondwana y fue hogar de una flora y fauna muy diversa, incluyendo dinosaurios y plantas con flores, componiendo un bosque verde diverso y exuberante.

Estas evidencias han revelado información crucial sobre cómo era la vida en el Continente Blanco antes de que se cubriera de hielo. Estos hallazgos ayudan a entender el impacto de los cambios climáticos en el pasado, como pasar de tener 1200 ppm de CO2 en el Cretácico (aproximadamente 90 millones de años) a 400 ppm de CO2 en la actualidad, o el cambio de un clima cálido y húmedo a un clima frío y seco en la Antártica, entre otros eventos y cómo los ecosistemas antárticos respondieron a ellos, proporcionando pistas sobre el futuro ante el calentamiento global.

El Tratado Antártico y su Protocolo sobre Protección del Medio Ambiente, firmado por más de 50 países, establece normas estrictas para la conservación de los recursos naturales y el patrimonio paleontológico en esa región del planeta. Estos acuerdos aseguran que cualquier actividad humana, ya sea investigación científica o turismo, no dañe los sitios donde se encuentran fósiles ni altere los ecosistemas, como en la península Byers, isla Livingston; esta área está enmarcada en una zona especialmente protegida (ZAEP 126), que establece la protección de los hábitats terrestres y lacustres de la zona. Dentro de los aspectos a proteger, se encuentran los sitios desprovistos de hielo con estratos sedimentarios y fosilíferos del Jurásico y Cretácico, que son considerados de sumo interés científico para el estudio de la antigua conexión entre la Antártica y otros continentes australes.

Las condiciones climáticas extremas y el difícil acceso a algunas áreas fosilíferas han contribuido a su preservación. Las y los paleontólogos deben cumplir con estrictas regulaciones para minimizar el impacto ambiental, lo que incluye la recolección limitada y cuidadosamente planificada del material fósil. Además, cualquier hallazgo importante debe ser documentado y reportado a las autoridades del Sistema del Tratado Antártico para garantizar su protección a largo plazo. De esta manera, se busca evitar la explotación comercial o el saqueo de fósiles, un problema que ha afectado a otros sitios paleontológicos en el mundo.

No podemos dejar de mencionar que el patrimonio paleontológico de la Antártica no solo es importante para las y los científicos, sino también para toda la humanidad. Estos descubrimientos han dado lugar a importantes colaboraciones científicas internacionales. El Comité Científico de Investigaciones Antárticas (SCAR, por su sigla en inglés), posee un grupo de expertos llamado GEOCON (Geological Heritage and Geo-conservation) que son encargados de compartir conocimientos y conservar los sitios geológicos y paleontológicos. Estas colaboraciones refuerzan lo que no podemos olvidar: la Antártica como un espacio para la cooperación científica y la paz.

A pesar de los esfuerzos de conservación, el calentamiento global representa una amenaza significativa para el patrimonio paleontológico de la Antártica. El derretimiento acelerado de los glaciares podría exponer nuevos fósiles, lo que, por un lado, ofrecería oportunidades de descubrimientos científicos, pero también podría poner en peligro su preservación. Las condiciones climáticas cambiantes pueden hacer que los fósiles sean más vulnerables a la erosión y la degradación. La labor de las y los investigadores no solo ilumina nuestro pasado, sino que también nos invita a reflexionar sobre el futuro de nuestros ecosistemas en un mundo en constante cambio.

La conservación de este patrimonio es un desafío global que requiere un enfoque multidisciplinario y colaborativo. El INACH posee una gran colección científica de fósiles de la Antártica, contribuyendo con la preservación, con los acuerdos internacionales y con las prácticas sostenibles que son esenciales para garantizar que los fósiles descubiertos en la Antártica sigan proporcionando información valiosa sobre el pasado de nuestro planeta sin comprometer su futuro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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