En el planeta hay demasiadas armas nucleares en modo alistamiento. Demasiadas potencias en guerra o en pie de guerra. Demasiadas dictaduras desafiantes. Demasiadas democracias que agonizan. Demasiados criminales con vínculos políticos.
Con los soldados de Corea del Norte incorporados a la guerra de Ucrania, debieran quedar clarísimos dos temas aún oscuros: el terror nuclear ya no garantiza la paz global y por menos de lo que hoy sucede, estallaron dos guerras mundiales el siglo pasado.
El problema es que alguien tendría que contárselo a los políticos de este hemisferio. En el Norte porque muchos ya se resignaron a que un autogolpista amatonado y aislacionista vuelva a la Casa Blanca. En América Latina porque, en vez de despolarizar sus sistemas para sostener las democracias, siguen con sus programas minimalistas: impedir que ganen las derechas si son de izquierdas e impedir que ganen las izquierdas si son de derechas. Desde ese talante no extraña que algunos miren de reojo la política carcelera del salvadoreño Nayib Bukele y otros ignorenque los misiles modernos son intercontinentales.
Ojo: Chile no es una excepción
Lo dicho se explica porque, con cargo al presupuesto, mantenemos demasiados políticos que valoran más las encuestas coyunturales que el interés nacional permanente. Lucen incapaces de proponer políticas de desarrollo a mediano o largo plazo. Y si lo llegan a hacer es para que las ejecuten otros.
De hecho son representantes falsamente “populares” que se limitan a pastorear clientelas mediante mensajes identitarios, eslóganes, prebendas y discursos denuncialistas. En esa línea, pocos son los capacitados o con coraje para denunciar la amenaza estratégica de las dictaduras instaladas. Baste recordar que no hubo mayoría calificada en la OEA para aplicar a Nicolás Maduro la Carta Democrática Interamericana. Y no sólo eso: hasta el 28 de julio -día de su fraude electoral-, demasiados políticos “progresistas” eludían reconocerlo como lo que era. A lo más recusaban su “tendencia dictatorial no consolidada”.
Como contrapunto, la única líder genuina en la región parece ser la venezolana María Cristina Machado. Por cierto, hoy debe actuar desde la clandestinidad y bien merece la protección del próximo Premio Nobel de la Paz. Agrego que altas y transversales personalidades chilenas ya lo están pidiendo.
Aquello configura un mapa regional ominoso. En lo principal, porque contiene una plataforma idónea para que, de un modo u otro, las guerras euroasiáticas se expandan y/o afecten a nuestra región. Para verificarlo basta asomarse al siguiente muestreo selectivo:
Venezuela, dictadura militarmente abastecida por Rusia e Irán, ya amenazó con invadir Guyana, emite señales de complicidad con el crimen organizado y sigue exportando millones de venezolanos a los países vecinos y paravecinos. Cuba, con moderno armamento ruso y una población pauperizada, tiene presencia estratégica en Venezuela y también cultiva la relación con China e Irán. En Nicaragua la dictadura del matrimonio Ortega-Murillo forma un bloque dictatorial y militar con los dos regímenes anteriores.
En cuanto a las democracias supérstites, el “libertario” Javier Milei ha instalado en Argentina un agresivo (léase “antidiplomático”) polo ultracapitalista, que asusta hasta a quienes tratan de equilibrar el triángulo Estado-Democracia-Mercado. En Brasil, hubo un conato de golpe para impedir que Lula llegara al poder, con la presunta complicidad de mandos castrenses, Lula, por su lado, ha dado un apoyo oblicuo y poco agradecido a los dictadores de la región, mientras postula a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. En México, AMLO apoyó a Maduro, solidarizó con Pedro Castillo, el autogolpista expresidente peruano y trizó la Alianza del Pacífico. En tales políticas fue secundado por Gustavo Petro, el presidente de Colombia y su sucesora Claudia Sheinbaum se ha manifestado como firme continuista. Bolivia, desde su posición geopolítica central, se ha convertido en un pasadizo para la llegada de inmigrantes ilegales a Chile, país con el cual no tiene relaciones diplomáticas. Por su parte, el izquierdista presidente chileno Gabriel Boric sorprendió al desmarcarse de sus homólogos antes mencionados, al condenar a dos de las tres dictaduras de la región. De vuelta ha recibido ataques duros desde la cúpula venezolana, insultos de Ortega y críticas no muy amables de Petro.
El expresidente boliviano Evo Morales, tras fracasar en su cuarto e inconstitucional intento reelectoral, en su injerencia refundadora en Chile y en su apoyo a una secesión territorial en Puno, hoy está en fiero combate con Luis Arce. Este, de “hermano presidente Lucho” pasó a ser calificado como traidor. Motivo: está postulando a su propia reelección.
En ese contexto no sólo se ha dividido el Movimiento al Socialismo (MAS), la base política de ambos. Los “evistas” están produciendo bloqueos de caminos y enfrentamientos con la policía, al tiempo que exigen la renuncia de Arce. En paralelo, el Ministerio Público exhumó una denuncia contra Morales por estupro y trata de personas. Como réplica, el denunciado rehúsa comparecer ante la fiscal y ha contraatacado denunciando un atentado criminal en su contra, presuntamente por cuenta de agentes “arcistas”.
En ese clima de rudo enfrentamiento se produjo un rarísimo conato de golpe de Estado y Arce firmó un acuerdo militar con Irán. En lo estratégico, esto lo incorpora al bloque regional de dictaduras con potencial misilístico, drones de alta tecnología ofensiva y alineamiento extrarregional. Es una nueva luz roja, pues los expertos saben que quien pone los tanques, los barcos, los aviones, los cohetes y los drones suele poner la música en los enfrentamientos.
Aprovechando que Estados Unidos también está ensimismada en su polarización propia, Rusia, China e Irán se han convertido en proveedores alternativos para la región, en el estratégico mercado de las armas.
Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia hoy lucen como punteros de la desunión latinoamericana. Esa que ha transitado desde la utopía de la integración sesentera a la distopía de la desintegración en trámite.
En el planeta hay demasiadas armas nucleares en modo alistamiento. Demasiadas potencias en guerra o en pie de guerra. Demasiadas dictaduras desafiantes. Demasiadas democracias que agonizan. Demasiados criminales con vínculos políticos.
Durante la Semana Santa de este año, interpretando a moros y cristianos, el Papa Francisco trató de exorcizar la concentración de demonios vigente, aludiendo a “la inútil locura de la guerra que es siempre y para todos una sangrienta derrota”.
Ante este panorama escabroso -y aunque parezca iluso- bueno sería que el personal político de las democracias supérstites trate de relacionarse sin barreras ideológicas y negocie acuerdos de seguridad compartida.
Si eso tampoco funciona, creyentes y no creyentes debemos esperar que Dios nos pille confesados.