Las organizaciones de inteligencia extranjera o las organizaciones criminales buscan precisamente altas autoridades que tienen roles en seguridad o inteligencia para extorsionarlas o derechamente transformarlas en agentes o informantes o, peor aún, en personas cuyas decisiones les favorecen.
El reciente caso del exsubsecretario Manuel Monsalve mostró lo precario de nuestro sistema de seguridad nacional y en particular del sistema de inteligencia, así como de sus controles y su capacidad de prevenir fallas.
Evidentemente, lo más importante es la acusación de abuso sexual que existe contra Monsalve y en eso no hay que perderse. Dicho eso, el objetivo de la columna no es analizar lo ocurrido y la investigación que lleva adelante el Ministerio Público.
De resultar ser correctas las acusaciones que existen sobre Monsalve, pero más precisamente la conducta observada (la que derechamente es un delito), sumado ello a un eventual estilo de vida disipado, estamos hablando de una persona que era un riesgo para la seguridad nacional, riesgo que deviene del hecho de que era quien en la práctica supervisaba a las policías y la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI).
Las organizaciones de inteligencia extranjera o las organizaciones criminales buscan precisamente altas autoridades que tienen roles en seguridad o inteligencia para extorsionarlas o derechamente transformarlas en agentes o informantes o, peor aún, en personas cuyas decisiones les favorecen.
No estamos hablando de ciencia ficción. Esto ha sucedido múltiples veces en materia de servicios de inteligencia y es algo frecuente en países en que hay una actividad criminal importante, y quién más interesante que el mismo subsecretario del Interior o los directores de las policías, jefes de los servicios de inteligencia u oficiales generales de las policías, entre muchos otros.
Desconozco si el exsubsecretario llamó la atención de alguien (ojalá ese no haya sido el caso), pero más me preocupa que no haya sido identificado por nuestros propios servicios de contrainteligencia o los servicios de inteligencia policial.
Un sistema de seguridad nacional y en particular el sistema de inteligencia –que es parte del anterior– requiere de controles internos que permitan detectar situaciones anómalas. Me consta que existen en el caso de las Fuerzas Armadas, pero no me queda claro que sea el caso de las altas autoridades del Ministerio del Interior y Seguridad Pública.
La información de prensa sobre este caso indica, además, la existencia de situaciones que se deben investigar respecto de la actuación de las policías, que son parte del sistema, pero que a la vez debían proteger al exsubsecretario, precisamente producto del rol y función que desempeñaba.
En ese sentido, la salida de la prefecta inspectora a cargo de inteligencia de la PDI es una decisión acertada, pero suena a que el hilo se está cortando por la parte más delgada y no se está revisando la falla desde una perspectiva sistémica.
Ya veremos qué más sale de las investigaciones. Se habla de un mal uso de gastos reservados, pero más importante aún es saber cómo fue que un caso como este pasó inadvertido y si es que su conducta en algún minuto efectivamente colocó o no en riesgo la seguridad nacional.
Evidentemente la situación de la seguridad pública en Chile hace que casos como este sean más importantes aún y, si antes estábamos preocupados por la ausencia de una estrategia de seguridad pública, ahora debiéramos estarlo más aún, ya que hubo una falla indetectada, a lo que se suma la decisión de reemplazar a Monsalve por un abogado que no tiene experiencia operativa en seguridad pública.
Cuesta entender por qué el Presidente no recurre a la vieja guardia concertacionista experta en seguridad, los que saben cómo opera el sistema y han demostrado tener conductas personales correctas y de bajo perfil, y de haber un cambio de gabinete, espero que busque en ese grupo a los que deban manejar las subsecretarías del Interior, Prevención del Delito y la ANI. Capítulo aparte merece la PDI, la que deberá revisar en dónde falló y los cambios que deba hacer en la inteligencia policial.
Insisto en que lo más importante es la acusación de abuso sexual, pero no por ello debemos dejar sin atender el hecho de que la contrainteligencia no fue capaz de detectar las conductas poco apropiadas para un subsecretario a cargo de las policías y la inteligencia, con el consecuente riesgo que ello implica para la seguridad nacional.
Chile en general tiene buenas policías y Fuerzas Armadas, las que pueden ser inefectivas si ocurren problemas como el recién mencionado, quedando a merced de organizaciones criminales y de la iniciativa de gobiernos extranjeros.