La crisis política nacional debe resolverse ahora. Para ello es necesario construir, desde fuera del actual sistema de partidos, una fuerza política que, apoyada en la confianza del pueblo movilizado, se comprometa a realizar las reformas necesarias postergadas.
Así rezaba la consigna más estrepitosamente desmentida de la historia de Chile. La pergeñaron los “Chicago boys” y pregoneros de la dictadura en el año 1981, en el apogeo de su poder. No había terminado el año cuando empezaron a caer los bancos y a mediados del siguiente los siguieron De Castro y el estúpido fanatismo del “dólar a $39”, mientras la economía se precipitaba en la peor crisis de su historia.
Parece oportuno recordarlo hoy, al leer las conclusiones del sistema político acerca de los resultados de la reciente elección. Sin tanto optimismo, nadie niega que atravesamos una crisis política nacional, todos porfían ciegamente en insistir en más de lo mismo que la generó en primer lugar.
Ninguna fuerza política está hoy en condiciones de encauzar oportunamente la creciente indignación popular, para enfrentar a los poderosos y realizar las reformas necesarias largamente postergadas (Alessandri Palma, 1924).
La crisis política nacional debe resolverse ahora. Para ello es necesario construir, desde fuera del actual sistema de partidos, una fuerza política que, apoyada en la confianza del pueblo movilizado, se comprometa a realizar las reformas necesarias postergadas. Debe ser una fuerza política revolucionaria y democrática que, ganándose desde fuera la hegemonía sobre la amplia coalición que votó sucesivamente Apruebo y En Contra en los plebiscitos constitucionales recientes, lidere al conjunto del sistema político democrático para abrir paso a las reformas necesarias.
Esas son las condiciones del problema que enfrentamos como sociedad, y el único camino, realista y acorde con la riquísima tradición democrática y revolucionaria chilena, para resolverlo en un sentido de progreso.
Felizmente y por circunstancias diversas que no es del caso analizar ahora, hay figuras políticas que se han ubicado en la situación y momento precisos para conducir este proceso. Ello les permite encabezar desde hoy la imperiosa creación de esta fuerza política. Felizmente también, el calendario electoral que se abre en los 12 meses venideros ofrece las vías por las cuales esta solución puede cursar.
Para ello, estas figuras deben actuar de inmediato, con la mayor amplitud política, tras un objetivo nacional claro y contundente: ni más ni menos que acabar con los principales abusos y distorsiones que se arrastran desde el 11 de septiembre de 1973. Para lograrlo, deben dar garantías al pueblo de que van a enfrentar a los poderosos intereses que los pretenden perpetuar, con la convicción, y determinación democrática y revolucionaria que nos legó el Presidente Salvador Allende.
Como nos enseña la ciencia política (Maquiavelo, El Príncipe, Cap. IX), ese es el único camino para relegitimar la autoridad política y superar así, en un sentido de progreso, las crisis políticas nacionales que de tanto en tanto enfrentan todas las sociedades.
Ello se ha comprobado una y otra vez en la riquísima historia revolucionaria y democrática del Pueblo de Chile, que a lo largo de un siglo y conducido usualmente por fuerzas revolucionarias de izquierda, ha irrumpido masivamente en el espacio político a cada década en promedio.
Incluyendo la Revolución chilena, encabezada por el Presidente Salvador Allende y una amplia coalición en la cual la izquierda revolucionaria jugó un papel decisivo. Realizada de modo históricamente pionero bajo formas democráticas, la Revolución chilena recuperó la principal riqueza nacional y acabó para siempre con el viejo régimen agrario. Ello le ha valido el respeto y cariño de la humanidad toda.
Superando su trágica derrota de 1973, el Pueblo de Chile, encabezado por todas las fuerzas democráticas y principalmente por los partidos revolucionarios de izquierda, se alzó nuevamente en la heroica Rebelión Popular que acabó con la dictadura en los años 80.
El Pueblo de Chile, que desde el 18-O ha irrumpido de nuevo masivamente en política con creciente indignación, tiene hoy la fuerza requerida para lograrlo. Es dos veces más numeroso del que conformaban entonces sus padres y abuelos. Es urbano, joven, paritario en género, razonablemente sano y calificado, y con medios para informarse y comunicarse que no tienen precedente. Cuenta ahora con una estructura asalariada moderna, puesto que devenga la mayor parte de sus ingresos de los que obtiene en empleos formales a los que accede un mes de cada dos en promedio. Por primera vez en la historia de Chile, incluye un contingente significativo de personas de otras nacionalidades.
Sin embargo y por razones que se deberán dilucidar oportunamente, el Pueblo de Chile adolece de no contar hoy con la fuerza política revolucionaria popular y democrática, lúcida y resuelta, que requiere de manera imprescindible para actuar en esta coyuntura en una dirección acertada.
Construirla es la tarea del momento.