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Un monumento en memoria de los negros chilenos Opinión Grabado de Mauricio Rugendas (Memoria Chilena)

Un monumento en memoria de los negros chilenos

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Incluso en las haciendas vecinas a la capital, en la zona de Chacabuco, eran cientos los trabajadores africanos. Los privilegiados estaban en las casas y a veces, por testamento, sus dueñas es dejaban en libertad.


Un hombre joven de piel negra dormita cerca de la Estación Los Héroes del Metro, a la hora en que los universitarios ingresan a clases. De seguro no sabe que muy cerca, en la Alameda esquina de la calle que tomó el nombre de Manuel Rodríguez, estaba el Mercado de esclavos.

Se calcula que eran entre cuatro y cinco mil cuando se demandó su libertad después de la Independencia, por lo que muchos jóvenes chilenos tienen hoy algo de su sangre. Hoy, desde el norte, en Arica, se hace presente la comunidad chilena afrodescendiente con su carnaval y sus festivales gastronómicos, y con un lugar propio en el cementerio donde yacen sus antepasados.

Nadie los recordaba, salvo Violeta Parra con su célebre Casamiento de negros, el que le significó un primer triunfo internacional y unos bienvenidos derechos de autor para financiarse una vivienda en La Reina, que permanece en la familia.

La verdad, llevan siglos aquí, son parte de la comunidad chilena. El 13% de la hueste de Almagro ya era negra, y su propia compañera –Malgarida-, es la primera mujer no indígena en entrar al valle, antes que Inés Suárez, la de Pedro de Valdivia, el que con ánimo de fundar un monopolio solicitó permiso para traer dos mil esclavos africanos. Pensaba llevarlos a los lavaderos de oro y así levantar la economía chilena. No pudo, pero las importaciones siguieron, a veces más rentables que las mismas minas. Están en medio de la cultura chilena y los expertos registran su influencia en la cueca y también en la Fiesta de la Tirana.

Eran pocas las mujeres en la Colonia y muchos propietarios abusaban de las esclavas jóvenes. Algunas tuvieron hermosas hijas mulatas, bellezas que llegaron a los altares acompañadas por jóvenes de la sociedad; ahora, su historia olvidada aparece en los estudios de ADN, aunque hayan desaparecido de los libros.

Los africanos también fueron protagonistas de la Independencia, y cientos de ellos –“los pardos”- integraron el Ejército de los Andes con la promesa –de O’Higgins y San Martín-, de que serían libres una vez conseguido el triunfo patriota. En las batallas, según el general argentino, fueron los mejores soldados. Luchaban, personalmente, por la libertad.

Manuel de Salas, ante la cantidad que permaneció como esclavos en laRepública –comprados en la Colonia-, reclamó por ese “deshonor de la humanidad”, en tanto José Miguel Infante pronunció un célebre discurso, el año 1823, denunciando a “cuatro mil conciencias que lloran su desgracia”. Sus dueños solicitaron una indemnización ante la ley que los liberaba, y también reclamaron las dueñas, en una pionera primera acción femenina colectiva. Se impuso la ley que los liberaba en las décadas siguientes, aunque no de inmediato.

Francisco Rothhammer, especialista en genética de la Universidad de Chile, ha encontrado sus huellas de norte a sur del país. Incluso en las haciendas vecinas a la capital, en la zona de Chacabuco, eran cientos los trabajadores africanos. Los privilegiados estaban en las casas y a veces, por testamento, sus dueñas es dejaban en libertad.

Falta un monumento en su memoria, cerca de la Estación Los Héroes, para recordar sus pasos a través de las pampas argentinas, su penoso cruce de la fría cordillera, el reposo en el Valle de Aconcagua para su vergonzosa engorda –legaban famélicos- , y su llegada a los corrales de la capital. La manzana donde estaba el Mercado de esclavos, con toda su historia dolorosa hacia el norte de la Alameda, desapareció completa para darle paso a la carretera Norte-Sur, la Ruta 5.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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