De lo que debemos ser capaces, en forma muy responsable, es de determinar si nuestros problemas de seguridad pública se resuelven con un ministerio dedicado o si bien nos conviene hacer que lo que tenemos funcione de buen modo, ejercicio que pasa por determinar en dónde estamos fallando actualmente.
El proyecto de ley que crea el Ministerio de Seguridad Pública está entrando a sus últimos trámites, después de casi 20 años desde que se habló de ello por primera vez, y ha sido empujado tanto por izquierdas como derechas. En lo personal, no estoy por crear más burocracia, pero si esto resulta en algo efectivo y produce mejor seguridad que la que tenemos hoy, enhorabuena, y que así sea.
El problema aquí no está en la creación del ministerio y las subsecretarías correspondientes, sino en la forma en que se organiza, sus responsabilidades, atribuciones y manera de operar. Este es un ministerio que debe estar tanto en las definiciones estratégicas como en lo operativo, ambas instancias igual de complejas e importantes para su éxito.
Si yo fuera un diputado o senador, les pediría a quienes son los promotores del proyecto que me indicaran vía ejemplos prácticos la operación del día a día, el tratamiento de delitos de alta publicidad, las relaciones operativas con las policías y cosas de ese tipo. Dicen que el diablo está en los detalles, y en un ministerio de este tipo claramente lo están.
Hoy en día tenemos una ministra del Interior y Seguridad Pública, como también dos subsecretarios, dedicados al 100% al tema seguridad, y una estructura que los apoya. Los resultados demuestran que no están siendo efectivos, pero –dicho eso– no existe un buen análisis o diagnóstico de por qué no dan en el blanco, siendo lo más fácil decir que todo se resuelve con un nuevo ministerio, en lo que es un clásico ejemplo de colocar la carreta delante de los bueyes.
Puede que así sea, pero queda la duda razonable de que el problema sea más complejo y que, por ende, la creación de una nueva organización se quede corta, más aún si la mayor parte de los actores operativos son los mismos, con lo cual me refiero a Carabineros, la PDI, Ministerio Público, Tribunales, SII, Aduanas, UAF y muchos otros más.
Lo que no queremos es quedar con algo peor. No queremos crear organizaciones que al final del día sean irrelevantes o de poca importancia, como son los gobernadores y consejos regionales.
Con el objetivo de darle sentido a la creación de un Ministerio de Seguridad Pública, todos debemos tener respuestas a estas simples preguntas:
De lo que debemos ser capaces, en forma muy responsable, es de determinar si nuestros problemas de seguridad pública se resuelven con un ministerio dedicado o si bien nos conviene hacer que lo que tenemos funcione de buen modo, ejercicio que pasa por determinar en dónde estamos fallando actualmente y, por ende, diseñar una estrategia de seguridad pública a nivel nacional, que nos permita salir del problema en que estamos.
No siempre colocar la carreta delante de los bueyes es una buena idea, menos si no se está haciendo cargo de la ausencia de una organización y sistema de inteligencia, elemento fundamental y básico que va a necesitar para tener éxito.
Yo me sentiría más tranquilo si, luego de realizar un diagnóstico compartido de la seguridad pública, seguido de una estrategia para atacar el tema, se determinara –producto de ellos– que necesitamos un ministerio dedicado, que así sea.
Para cerrar, asumo que este ministerio, si es que llega a ver la luz, asumirá, dentro de sus deberes, la obligación constitucional de Carabineros de Chile de garantizar el orden y la seguridad pública en el territorio nacional, algo que sabemos no se está cumpliendo, y algo por lo cual a la fecha no se ha hecho a nadie responsable y que, de no suceder, nos va a llevar directo a los brazos de un Bukele.