La esperanza de los trabajadores manuales e intelectuales de un mundo más solidario y más humano – aun cuando no necesariamente más consumista- se enlaza con la lucha por frenar y revertir los daños causados a la naturaleza y por evitar la reedición de los mismos.
En la historia del capitalismo siempre ha estado presente la utilización del trabajo humano asalariado como un elemento imprescindible para que el proceso productivo no solo pudiese llevarse adelante en un momento determinado, sino que también para que éste pudiese volver a reeditarse en los períodos venideros. El sistema capitalista no se entiende sin la existencia y utilización del trabajo asalariado. A veces ese trabajo se ha llevado adelante en condiciones muy duras y mal remunerado. Pero aun en las peores condiciones, dicho factor trabajo pocas veces ha enfrentado la posibilidad de agotarse, de reducirse o de desaparecer del mundo productivo. En otras palabras, por mucho que se explotara a la clase obrera, siempre ésta se reproducía, generando sus propios reemplazantes, y posibilitando, por lo tanto, que el proceso productivo pueda reeditarse de un período en otro, sin temor de enfrentar una carencia absoluta de ese factor trabajo tan imprescindible para la existencia del sistema.
Pero en la mayoría de los países que caminaron por la senda del desarrollo capitalista industrial la auto reproducción de las sucesivas promociones de mano de obra mantenía siempre en el mercado una cantidad suficiente – e incluso más que suficiente en muchas oportunidades — de trabajadores dispuestos y deseosos de incorporarse a los procesos productivos. Se trataba de un maravilloso factor productivo capaz de auto reproducirse a sí mismo y mantenerse en la cantidad que se requería para satisfacer las necesidades del capital. Pero se trata, al mismo tiempo, de trabajadores que luchan en forma permanente por condiciones de trabajo y de vida más dignas, solidarias y humanas y por una sociedad con mejor distribución de ingresos y de oportunidades.
La sociedad capitalista también requiere de una dosis creciente de recursos naturales, los cuales tienen algunas diferencias importantes con respecto al factor fuerza de trabajo. La naturaleza animal y vegetal tiene solo hasta cierto momento la capacidad de regenerarse. Hay un umbral dentro del cual la naturaleza puede asimilar el daño que se le causa y volver a sus niveles originales. Pasado ese umbral, la naturaleza no puede curar por si sola el daño que se le ha causado y si éste continua en forma implacable e incluso creciente, el ecosistema natural atacado entra en una fase imparable de deterioro, acercándose en algún momento a la muerte. Por ejemplo, si de una zona costera se pesca una determinada cantidad de peces, ese ecosistema puede que tenga la capacidad de reponer aquello y hacer por lo tanto enteramente compatible las necesidades del hombre y de su sociedad, con las necesidades del ecosistema de luchar por su vida. Pero si se pescan cientos de toneladas y el ecosistema es pequeño y vulnerable, lo más probable es que ese nivel de explotación pesquera genere la muerte irreversible del ecosistema y de su capacidad de producir bienes necesarios para el sustento de la sociedad.
Hoy en día el capitalismo contemporáneo tiene un hambre insaciable y una competencia indetenible por explotar los recursos naturales del planeta, pues estos son factores necesarios para saciar su sed igualmente alta de ganancias. Pero la explotación de los recursos naturales, sin control ni medida, conduce inevitablemente al deterioro del medio ambiente y de sus ecosistemas, y a la destrucción de las condiciones de existencia de la especie humana. Detener ese uso irracional puede que tenga efectos sobre la capacidad de expansión del capitalismo actual – o sobre las modalidades de la misma – pero permite salvar a la humanidad.
La esperanza de los trabajadores manuales e intelectuales de un mundo más solidario y más humano – aun cuando no necesariamente más consumista- se enlaza con la lucha por frenar y revertir los daños causados a la naturaleza y por evitar la reedición de los mismos. La lucha de los trabajadores contiene hoy en día elementos importantes de confrontación con las consecuencias más tóxicas del capitalismo contemporáneo. La defensa del medio ambiente tiene el mismo sentido de fondo de detener el avance destructivo y amenazante del capital. Se trata de dos luchas que deberían conjugarse de manera simultánea y coordinada, para beneficio y mayor alcance de ambas.