Nadie supo cómo andar en bicicleta o usar TikTok leyendo las instrucciones. Y lo mismo ocurre con la IA: la mejor manera de aprender a usarla es experimentado con ella, pues muy probablemente se convertirá en un recurso invisible que damos por hecho, como la electricidad o el wifi.
¿La inteligencia artificial es una oportunidad o un problema en la educación de nuestros niños? Es una pregunta que hoy se repite en la mayoría de los establecimientos educacionales del planeta. ¿Dejamos que los estudiantes la usen, la restringimos, volvemos al lápiz y el papel?
La IA es una tecnología tan disruptiva y transformadora, que estas interrogantes no tienen respuestas claras o tan binarias. La evidencia reciente nos muestra que la inteligencia artificial puede ayudar a incorporar conocimientos en matemáticas y lectura, y fomentar habilidades del siglo XXI. Además, con la IA los profesores podrían enriquecer la pedagogía en la planificación de aprendizajes activos, evaluación formativa y personalización de la enseñanza.
Sin embargo, también hay importantes riesgos. El principal es la pérdida de autonomía de los estudiantes, dado que sin una estructura y marco de apoyo, pueden hacer un uso excesivo de la IA coartando su inteligencia y creatividad, con el peligro de trasformar la tecnología en una adicción que atrofie su capacidad para decidir. También puede generar inequidad, ya que, si el sistema educativo no provee un programa universal de alfabetización en IA, sucederá que los mismos de siempre quedarán atrás, transformándose esta herramienta en un “desigualador” en vez de una oportunidad. Otro riesgo es considerar a la IA como un fin en sí mismo y no como un instrumento más para facilitar el aprendizaje.
En definitiva, la incorporación de la inteligencia artificial como un aliado en el proceso educativo debe ir acompañada de un plan de acción, que considere la conducción de los estudiantes hacia un uso crítico, responsable y creativo, evitando que se vuelvan usuarios pasivos. Los profesores, en tanto, deben actualizarse urgentemente para dominar y comprender los alcances de esta tecnología, promoviendo una perspectiva crítica.
Nadie supo cómo andar en bicicleta o usar TikTok leyendo las instrucciones. Y lo mismo ocurre con la IA: la mejor manera de aprender a usarla es experimentado con ella, pues muy probablemente se convertirá en un recurso invisible que damos por hecho, como la electricidad o el wifi. El mayor riesgo de la IA es no hacer nada.