En este contexto, la pregunta es si Vladimir Putin realmente estaría dispuesto a detonar un arma nuclear (probablemente táctica) en Ucrania. ¿Cómo reaccionarían Estados Unidos y sus aliados europeos? ¿Habría una respuesta convencional o no convencional?
Al cumplirse mil días de la guerra en Ucrania, la trágica fecha ha coincidido con el inicio de una nueva etapa en este conflicto: la autorización del presidente Joe Biden para que Ucrania utilice misiles balísticos ATACMS (Sistema de Misiles Tácticos del Ejército, en español) para atacar blancos dentro de Rusia y no solo en contra de posiciones rusas en los territorios invadidos.
Esta decisión representa cruzar una nueva “línea roja” en el contexto de la invasión rusa a Ucrania, como el año pasado lo fueron la entrega de tanques por parte de Estados Unidos y de sus aliados europeos y, más tarde, de los esperados aviones de combate F-16.
La respuesta de Vladimir Putin no se ha hecho esperar y rápidamente aprobó una doctrina que permite a Rusia responder con armas nucleares ante cualquier ataque convencional que amenace la soberanía de Rusia y Bielorrusia.
Incluso, esta nueva doctrina autoriza una respuesta nuclear en caso de un “ataque conjunto”. Es decir, cuando se produzca “la agresión de un país que carezca de armamento atómico, pero que tenga el respaldo de una potencia nuclear”.
La decisión de Washington se da en un contexto de alta complejidad, a partir de la información de que tropas ucranianas ya han entrado en combate con soldados norcoreanos enviados por Kim Jong-Un para apoyar la campaña militar rusa en Ucrania. Fuentes de inteligencia occidental y de Corea del Sur afirman que habría 10 mil tropas norcoreanas en Rusia, de las cuales 3 mil ya estarían desplegadas en la zona de Kursk.
Asimismo, el presidente Biden sabe que le quedan apenas dos meses en la Casa Blanca y estaría aprovechando ese poco tiempo que le resta al mando de Estados Unidos para apoyar en todo lo posible al gobierno del presidente Volodimir Zelenski.
Esto, debido a que el regreso de Donald Trump a la presidencia, a partir del próximo 20 de enero, genera profunda incertidumbre respecto del apoyo de EE.UU. a Ucrania. Tanto Trump como su futuro vicepresidente, J. D. Vance, han dicho que desean que la guerra de Ucrania termine lo antes posible. Incluso, Trump ha dicho que podría terminar con el conflicto en solo un día, pero hasta ahora no ha explicado cómo.
Esta posición podría generar no solo graves roces con los socios de la OTAN, sino –eventualmente– dejar sola a Europa apoyando a Ucrania.
Mientras tanto, nuevamente se ha instalado el fantasma nuclear en el escenario bélico de Ucrania. No es la primera vez que Moscú ha amenazado con el uso de su arsenal nuclear. A lo largo de estos mil días de guerra lo ha dicho varias veces. E, incluso, instaló armas nucleares en misiles balísticos Iskander, desplegados en la vecina Bielorrusia.
Es un hecho que el mundo se encuentra en una nueva Guerra Fría, en la que Washington y Moscú vuelven a enfrentarse, aunque en un contexto muy distinto al de la segunda mitad del siglo pasado. Las alianzas son diferentes y también los intereses en juego.
Putin, con sus amenazas del uso de armas nucleares, busca llevar a las potencias occidentales a un escenario de inseguridad y duda que las obligue a reducir o, incluso, a detener su apoyo a Ucrania. Nadie desea una guerra nuclear y, por eso, lo que ocurra en los próximos dos meses será clave.
En este contexto, la pregunta es si Vladimir Putin realmente estaría dispuesto a detonar un arma nuclear (probablemente táctica) en Ucrania. ¿Cómo reaccionarían Estados Unidos y sus aliados europeos? ¿Habría una respuesta convencional o no convencional?
En un mundo aterrado con la idea de enfrentar una Tercera Guerra Mundial, es importante tener claro que ha sido Rusia y no las potencias occidentales la que ha llevado el conflicto hasta este punto. Es de esperar que los temores no paralicen a la comunidad internacional, ya que la manera en que termine esta guerra determinará en gran medida la estructura del futuro orden mundial.