Ciudad, cambio climático, economía global, impacto digital, océanos y biodiversidad, interacciones entre culturas diversas, consensos entre proyectos políticos distintos, todo eso y más ha estado en los debates de estos diez días.
Más allá de la relevancia e impacto noticioso interno y de coyuntura que tiene el caso del exsubsecretario Monsalve, hay una crisis de miopía en la forma como se ha dado cuenta de la participación del Presidente de Chile en las Cumbres de APEC y del G20. Con todo respeto, no se trata de Boric, se trata de Chile. Es el país que ratifica principios y demuestra en estos días su potencialidad con mirada de largo plazo. Por cierto, ahora lo hace el Presidente, colocando una perspectiva de quien ha vivido más años de su vida en el siglo XXI que en el siglo XX.
En solo diez días se ha desplegado una secuencia de encuentros con gobernantes y personalidades provenientes de todas las regiones del mundo. Se puede identificar “un arco internacional de diálogo”, con muchas proyecciones en nuestra política exterior, desde el 11 de noviembre, con la visita del presidente de Vietnam, Luong Cuong, hasta ayer, cuando culminaba la visita del presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Entre uno y otro de estos mandatarios se registran las conversaciones bilaterales con los líderes de Canadá, China, Nueva Zelandia, Reino Unido, India, Indonesia, Sudáfrica y, por cierto, con los anfitriones, Perú y Brasil. Todo ello unido a la oportunidad de entregar ideas ante una comunidad mucho mayor de países e instituciones internacionales, sobre cómo Chile se posiciona ante los desafíos emergentes en el mundo.
Esta secuencia se ha dado en el marco de la participación del Presidente Boric en la APEC en Lima y el G20 en Río de Janeiro. De la APEC ya somos miembros históricos desde hace 30 años, pero en el caso del G20 la oportunidad provino de la invitación especial del presidente Lula para estar allí esta vez. Cabe recordar que así ocurrió también con el expresidente Sebastián Piñera en noviembre de 2018, por invitación del entonces presidente Mauricio Macri.
Pero entre aquel 2018 y ahora ha pasado un tiempo político emocional mucho mayor que seis años. La pandemia del COVID-19 quebrantó el vivir en todos los continentes, la confrontación comercial entre Estados Unidos y China tomó dimensiones de polarización mayor y una guerra en el borde oriental de Europa –algo que nadie podía imaginar– irrumpió en el escenario global cuando Rusia violó las fronteras de Ucrania.
A eso, desde octubre 2023, con el ataque brutal de Hamas a Israel con 1.200 muertos y 200 ejecutados o secuestrados, siguió una reacción de Israel de exterminio total del pueblo palestino en la zona de Gaza, donde más de 40 mil personas han perdido la vida, especialmente mujeres y niños. Y todo esto, mientras las consecuencias del cambio climático dejan huellas de desastres y pérdidas por altas temperaturas nunca vistas o lluvias torrenciales castigan a Afganistán, Brasil, el este de África y este de España, provocando inundaciones en ciudades y pueblos, junto con destruir casas y medios de vida, especialmente de las poblaciones más vulnerables. Y, desde otro ámbito, la irrupción transformadora profunda de la inteligencia artificial (IA).
Es esa realidad, con todas sus facetas desafiantes, la que ha determinado una narrativa política del Mandatario chileno donde un concepto predomina: nada de lo que ocurre puede tratarse de forma aislada y abordable sin multilateralismo, nada podrá ser bueno para la humanidad negando las amenazas.
“Ante la amenaza de aislacionismo, de la negación a la crisis climática que algunos tienen, estemos más unidos que nunca, seamos capaces de salir de nuestros prejuicios y entender que nosotros pasamos, como presidentes o presidentas, pero nuestros pueblos y las instituciones van a quedar. Fortalezcamos las instituciones para poder mejorar la calidad de vida de nuestros pueblos”, señaló en Lima.
Boric no lo menciona, pero ante ese planteamiento es difícil que a alguien no le venga a la mente la aberración de Trump cuando nombra Secretario de Salud a Robert F. Kennedy Jr., conocido por sus controvertidas posturas antivacunas y su retórica conspirativa. Todo ha ocurrido casi al mismo tiempo.
La economía no puede medirse solo por los incrementos de los flujos comerciales. Y si estos aparecen con perspectivas muy preocupantes ante el incremento de políticas proteccionistas, cabe darse cuenta de que los efectos caerán al final sobre la vida de la gente.
Es ahí donde se debe valorar lo dicho por Boric, poniendo sus palabras en el profundo compromiso de Chile con los derechos humanos en todos sus ámbitos: “Tenemos un problema que debemos afrontar con mayor unidad entre quienes, independiente de nuestros sistemas políticos, vemos estas amenazas que existen sobre la humanidad de manera conjunta. Y el sentido de este foro, y por eso hablamos de economías y no de países, es fortalecer esos vínculos económicos… Cómo asegurar que APEC siga siendo relevante para nuestras economías depende en gran parte de que nuestros ciudadanos sientan los beneficios de aquello”.
Si los tiempos de la globalización y apertura van quedando atrás, como muchos advierten, y llega una Era Digital con transformaciones profundas, lo que Chile dice, a través de su Presidente, es que esta ebullición de cambios debe tener al ser humano como centro. Solo así habrá una modernización verdadera.
Esa aproximación va desde lo global planetario a lo local ciudadano. Y esa es otra huella de estos días. Ya en Río de Janeiro, invitado por el presidente Lula, Boric pudo participar del encuentro Urban 20, un espacio de diálogo entre los alcaldes de las capitales de los países que son parte del G20.
Allí remarcó cómo el cambio climático es amenaza concreta y cómo, en un mundo donde la mayor parte de la población vive en ciudades, las consecuencias son brutales. Ahí está el último ejemplo en Valencia, España. Y por eso, las ciudades son el cable a tierra de lo que los gobernantes no pueden olvidar: “Cuando hablamos a nivel macro es muy fácil desentenderse u olvidar que las decisiones que tomamos afectan concretamente a los habitantes de nuestros pueblos. Por eso, es tremendamente importante que los alcaldes y alcaldesas aquí presentes, estén para recordarles a todos los líderes mundiales (no olvidar) a quienes nos debemos, a los pueblos que representamos”, dijo.
Ciudad, cambio climático, economía global, impacto digital, océanos y biodiversidad, interacciones entre culturas diversas, consensos entre proyectos políticos distintos, todo eso y más ha estado en los debates de estos diez días.
La aproximación con India da cuenta de eso, porque se trata de un diálogo no solo para incrementar el intercambio comercial –muy importante, por cierto, para la diversificación exportadora–, pero es también ver lo común con una cultura milenaria, cuando el mundo debe encontrar nuevas formas de preservar la paz. Y a la vez, se ha dado intensificar el diálogo con China, aproximarse con mirada de siglo XXI a Sudáfrica, reiterar los vínculos crecientes con Nueva Zelanda como país vecino y mirar a Francia no solo como socio importante en Europa, sino también como actor presente en Oceanía.
Todo eso en diez días muy ligados al mundo que viene y sus desafíos. Muy poco se ha dado cuenta de ello. Tal vez porque a veces, como Antoine de Saint-Exupéry hace decir a su Principito, “lo esencial es invisible a los ojos”.