La vegetariana cuenta el desprendimiento progresivo de la condición humana de una mujer que ha decidido dejar de ser aquello que le obligan a ser, aceptando completamente los costos que esto conlleva.
La vegetariana de la más reciente galardonada con el Premio Nobel de Literatura, Han Kang, es una novela perturbadora y visceral que atrapa al lector de manera extraña a través de la transformación de su personaje principal, Yeong-hye. La novela conduce al lector, lentamente primero, pero después de manera cada vez más intensa, lírica y vertiginosa en un camino oscuro y surrealista de transformación y de rebeldía silenciosa.
Publicada en el 2007, pero traducida al inglés en 2015, La vegetariana recibió el premio Man Booker International en el 2016 y es considerada como pieza clave por la cual la Academia Sueca le otorgó el Nobel a Kang este año. Por estos motivos creo que la novela, y su autora, tienen suficientes pergaminos para merecer una detenida lectura y una pequeña reflexión. Pues, si hay algo que ofrece La vegetariana son preguntas incómodas y reflexiones importantes en torno al cuerpo, la incomprensión y la libertad.
La premisa de la novela es simple: Yeong-hye, una mujer coreana aparentemente común y anodina, decide, de la noche a la mañana, dejar de comer carne debido a que sufre sueños perturbadores. A simple vista este acto de convertirse en vegetariana parece un gesto insignificante, pero se convierte en la chispa que desencadena un proceso de enajenación, combate y rebelión silenciosa por parte de que Yeong-hye, que la conducen a sufrir cambios irreversibles en su vida, afectando además a quienes la rodean.
La decisión de ser vegetariana conduce a Yeong-hye a un camino de transformación radical hacia la búsqueda de una existencia “vegetal”, con el objetivo de trascender y liberarse de los límites del cuerpo, la sociedad y lo humano. Esta liberación desencadena miedo, asco, lujuria, rabia y envidia en las personas que la rodean, sacando a flote muchas partes oscuras del ser humano y cómo estos perciben o (no) comprenden las transformaciones que los demás sufren.
En este sentido Yeong-hye experimenta una transformación parecida a la que Gregor Samsa sufre en el relato de Kafka La metamorfosis. Hay dos grandes motivos por los cuales esta novela es un libro notable que todo lector apasionado debería leer: primero, las reflexiones que Han Kang hace acerca de la libertad y el rol del cuerpo como mecanismo de resistencia y liberación; y, segundo, la reflexión que hace la autora respecto a los límites de la comprensión entre los seres humanos y cómo, finalmente, somos incapaces de completamente entender lo que ocurre en la mente y en el espíritu de los otros. Veamos estos dos temas en breve.
Primero, una de las cosas que hace esta novela tan fascinante y perturbadora es que la decisión de Yeong-hye de dejar de comer carne se transforma en la punta de lanza de una forma de rebelión o de resistencia, en que el cuerpo de ella asume el rol de campo de batalla, en donde la sociedad y las personas que la rodean buscan domarla y controlarla, mientras que ella busca rebelarse y emanciparse a través de este.
Su decisión de dejar de comer carne se transforma en una alegoría o viaje taciturno que señala un acto de resistencia individual que desafía las normas preestablecidas y los parámetros convencionales que la sociedad coreana busca imponer en sus miembros, y cómo, finalmente, la sociedad y aquellos que rodean a Yeong-hye son incapaces de comprender y aceptar dicha transformación.
De hecho, la mayoría de los personajes cercanos a Yeong-hye son incapaces de comprender y aceptar dicho viaje de emancipación y actúan con violencia (de distinto tipo) contra dicha rebelión fuera de norma. A través de su viaje hacia una “vida más vegetal”, Yeong-hye rechaza las presiones externas y las reglas que la oprimen, tratando de liberarse del control y de la forma en que los demás la tratan como un objeto para avanzar en sus propios fines.
Al negarse a seguir las normas, Yeong-hye desafía las expectativas que su familia, la sociedad y su entorno han colocado sobre ella. Una forma de emancipación y de expresión de libertad radical que, lamentablemente para el personaje principal, tiene altos costos. Han Kang utiliza la renuncia a la carne como una metáfora de algo mucho más importante: la necesidad de liberarse de las presiones y los roles que se imponen.
Yeong-hye no tiene grandes discursos (de hecho, rara vez tiene diálogos en la novela), no intenta convencer a nadie de su decisión; simplemente realiza una elección personal de dejar de comer carne. Pero es a través de dicho silencio y decisión que ella nos comunica algo mucho más potente que cualquier palabra: el deseo de emanciparse y de ser dueña de su propio cuerpo y de su propia vida, aceptando incluso los altos costos que esto puede traer.
La vegetariana cuenta el desprendimiento progresivo de la condición humana de una mujer que ha decidido dejar de ser aquello que le obligan a ser, aceptando completamente los costos que esto conlleva. A lo largo del viaje, Yeong-hye transita desde el cuerpo como vía de resistencia hacia el cuerpo como vía de liberación final de toda norma física, social y humana. Un viaje sin vuelta atrás.
Segundo, está el aspecto de la incomprensión que es trabajado de forma brillante por la autora, a través de una decisión narrativa de darles voz a tres personajes que no son Yeong-hye, y que narran cómo estos perciben (aterrados o fascinados) la transformación de ella.
La novela está dividida en tres partes y cada una está contada desde el punto de vista de diferentes personajes. Pero lo genial es que ninguno de estos capítulos es narrado por Yeong-hye, por lo que esta no tiene una voz clara y concreta en el libro a través de la palabra, pero así y todo posee una presencia muy poderosa a través del cuerpo, de sus acciones y de las reacciones que esta desencadena en otros.
En la primera parte, el marido nos relata cómo su decisión de vegetarianismo lo desconcierta y lo irrita. En la segunda parte, su cuñado, un artista con profundas obsesiones, ve en ella un objeto de deseo irrefrenable y un instrumento de liberación para su arte. Finalmente, en la tercera parte, su hermana In-hye nos relata cómo la transformación también la afecta profundamente, desatando cierto nivel de envidia en ella.
He aquí uno de los temas más importantes del libro: que somos incapaces de comprender verdadera y profundamente a los demás y de entender por completo lo que otras personas están experimentando en sus vidas, lo que se ve acentuado por el hecho de que a través de los tres personajes solo conseguimos vislumbrar fragmentos de lo que está pasando Yeong-hye. Pero, al mismo tiempo, ella se convierte en un espejo en el que los otros tres personajes se ven a sí mismos y sus decisiones de emancipación y libertad (o falta de ellas).
La vegetariana nos muestra cómo cada personaje que rodea a Yeong-hye proyecta sus propias frustraciones, deseos y obsesiones sobre ella. El cuerpo de Yeong-hye es una suerte de espejo distorsionado de las decisiones, obsesiones y remordimientos de los otros personajes, los cuales, todos, tratarán de apoderarse de él de alguna manera u otra. De forma magistral, a través de contar la transformación desde el punto de vista de los otros, el lector también se convierte en un “espectador” más que juzga (horrorizado o fascinado) el radical proceso de Yeong-hye, atribuyéndole sus propios significados, pero siendo incapaz de comprender finalmente el verdadero significado de las decisiones de esta.
El lector, como los demás personajes, asiste desconcertado a este proceso subversivo que fracturará la vida de la protagonista y transformará todas sus relaciones en un vórtice de violencia, alienación y deseo.
En síntesis, lo mejor de La vegetariana es cómo Han Kang trata estas temáticas muy incómodas y estas luchas internas de manera tan lúcida y a la vez tan poética. Su escritura es sencilla pero cargada de significados y de colores, y hay algo casi hipnótico en la forma en que va extrayendo las capas de alienación y de obsesiones que afectan a los personajes.
Este es un gran libro que nos plantea preguntas incómodas acerca de la existencia humana, sobre los límites del cuerpo y la mente, sobre el precio de la conformidad y lo que significa romper con las normas. La forma en la cual Kang utiliza el cuerpo de Yeong-hye como medio de resistencia y de emancipación, aunque profundamente autodestructivo, es una metáfora de la constante lucha por rebelión y por libertad que llevamos todos a diario de forma infructuosa. La vegetariana deja en claro que el Premio Nobel de Han Kang es más que merecido.
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