De no ser capaces de comenzar cambios graduales y persistentes en la gestión hospitalaria, particularmente en los incentivos médicos, podríamos terminar, por un chiripazo, con una prestación mayoritariamente privada sostenida por financiamiento público.
La Real Academia de la Lengua señala que “chiripazo” es un americanismo relacionado con un logro casual. Recientemente, en una columna de opinión, el salubrista Juan Carlos Said señaló que la Modalidad de Cobertura Complementaria (MCC) trataría de una verdadera “revolución silenciosa”, ya que podría constituirse en una profunda transformación del sector salud.
Comparto con Said que, bien implementada, tal como él señala, puede “terminar siendo ese tipo de revoluciones que nadie vio venir”. Silenciosa, sí, pero no casual. Dicha modalidad es, a mi juicio, una respuesta inteligente, a la extraña manera en que hoy podemos avanzar, dada la polarización existente, desde hace ya muchos años, y a la mínima disposición a construir políticas de Estado desde los acuerdos.
Fue la Corte Suprema, luego de décadas de incapacidad del Poder Legislativo, la que forzó a lograr un consenso (la ley corta), que sin dejar a nadie conforme, logra el cumplimiento del fallo y sostener el sistema, evitando que el dinero estatal hiciera un salvataje. Era obvio que lo posible implicaría un alza de los planes de las isapres, con el consiguiente traslado de personas, acostumbradas a utilizar prestadores privados, a Fonasa.
Para todos ellos la MCC, dado su carácter de seguro colectivo, será una solución y un acierto. El problema es que ya más de 5 millones de personas actualmente en Fonasa utilizan prestadores privados, a través de una limitada modalidad de libre elección. Es evidente que si no hay cambios significativos en la productividad de los hospitales públicos –no hay que olvidar que mucha actividad de los hospitales se sostiene con contratos privados con sociedades médicas–, más personas presionarán por utilizar prestadores privados a través de la MCC, lo que podría generar una privatización de la prestación de salud por chiripazo, desperdiciando una tremenda inversión en infraestructura y equipamiento hospitalario público.
El mensaje es evidente: junto a la MCC debe iniciarse gradualmente una manera distinta de pagar a los médicos de los hospitales, de modo que tengan incentivos para que la actividad se haga dentro y no fuera del horario público y así la MCC logre, desde lo sanitario, una lógica común en todos los prestadores.
De no ser capaces de comenzar cambios graduales y persistentes en la gestión hospitalaria, particularmente en los incentivos médicos, podríamos terminar, por un chiripazo, con una prestación mayoritariamente privada sostenida por financiamiento público.
Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.