El fenómeno de la ultraderecha en Chile se ha ido expandiendo y consolidando, tanto en su dimensión institucional, (derecha radical) como en su expresión extrainstitucional (extrema derecha), alcanzando una mayoría en el pasado consejo constitucional.
La elección de Donald Trump no solo traerá cambios importantes en cuanto a la política nacional e internacional de Estados Unidos, ya sea en el desarrollo económico o los efectos en su relación con los migrantes de América Latina, a quienes ha amenazado abiertamente de deportarlos masivamente del país, sino también en lo discursivo, en la construcción de un ideal que hoy se encuadra en la consolidación de un ultraderecha con discurso xenófobo, conservadora en lo valórico, neoliberal en lo económico y fascista en cuanto prácticas de régimen autoritario.
Su elección ya no da cuenta del outsider que logra permear las fuerzas del sistema de partido que lo acepta a regañadientes, sino que hoy es el símbolo del partido republicano, el cual, con sus normales diferencias internas se ha “trumpenizado” para ser de comparsa de las próximas decisiones del presidente electo.
Y donde la democracia se ha hecho frágil, donde la seguridad es más importante que los derechos sociales y civiles, asociado a la expansión de un discurso xenófobo, la posibilidad de que el efecto Trump se extienda comienza a tomar fuerza, y no faltan quienes en periodos electorales utilizan no solo el mismo discurso, sino la misma estrategia vociferante e irracional que busca captar la atención del electorado.
¿Es posible que en Chile el efecto Trump tenga expresión real en las próximas elecciones? Es difícil predecir el futuro, pero el antecedente de las últimas elecciones presidenciales, con la posibilidad real del ultraderechista Kast, dejó instalada la idea de que la ultraderecha puede tener posibilidades de posicionarse electoralmente.
Seguramente, la tentación de encontrar similitudes rápidas en un conjunto de personajes en América Latina que han accedido al poder y que engloban el amplio espectro de la ultraderecha latinoamericana es cada vez más latente y ello ha significado ver en las figuras de Trump, Milei, Bolsonaro o Bukele a la más fiel expresión de un fenómeno repetido que puede presentarse en cualquier parte. Sin embargo es fundamental observar que cada uno de estos personajes contienen tanto similitudes como profundas diferencias, ya sea en lo político, lo económico y lo valórico.
En el caso chileno, las condiciones institucionales del sistema son una variable a considerar. En general, el sistema de partidos ha logrado encapsular los afanes personalistas y las coaliciones siguen siendo las que se imponen en cada proceso electoral, pero en un escenario de fragmentación profunda y crisis de legitimidad, esa posibilidad es más difícil o cuando no imposible. Por lo tanto, tendremos cada vez más personajes con estas características y los partidos estarán cada vez más dispuestos a apoyarlos.
Por otra parte, a la crisis institucional le acompaña una fuerte crisis en lo económico y a nivel de seguridad interior, ello afecta profundamente la democracia como régimen político deseable. Según los diferentes estudios de opinión pública y encuestas, estos reflejan que la democracia ha ido perdiendo cada vez más referencia en la población, siendo los problemas de seguridad lo que concentran la atención por sobre los problemas de la democracia.
Finalmente, el fenómeno de la ultraderecha en Chile se ha ido expandiendo y consolidando, tanto en su dimensión institucional, (derecha radical) como en su expresión extrainstitucional (extrema derecha), alcanzando una mayoría en el pasado consejo constitucional, y aún cuando la derecha tradicional consolidó su hegemonía en las últimas elecciones de alcaldes y gobernadores por sobre el partido republicano, también permitió el posicionamiento de este sector con candidaturas que hacen del discurso de odio su carta de presentación favorita.
Es probable que el sistema político recupere su fuerza institucional y una vez más impere la racionalidad por sobre el discurso de violencia y odio. Sin embargo, no será fácil superar este momento histórico político, ya que la profundidad de la crisis del sistema y sus instituciones es terreno fértil para que el efecto Trump incentive nuevamente a otros que, denostando la democracia y todos sus valores, busque imponerse en un sistema institucional cada vez más corroído, sobre todo cuando esa misma institucionalidad, en conjunto con todo un sistema comunicacional, está dispuesta a abrir el espacio para que figuras como estas puedan acceder al poder.