Comienza la cuenta regresiva para que las empresas tengan que ponerse al día y evaluar el ciclo de vida de los datos que tienen, los tratamientos que realizan, sus fuentes de legalidad y si hacen o no transferencias internacionales de datos.
En su último libro, Nexus, el autor Yuval Noah Harari describe un fenómeno que denomina “olonialismo de datos” y plantea que la información es la nueva divisa de poder del siglo XXI. Según Harari, se vislumbra un futuro en el que un pequeño grupo de corporaciones o gobiernos monopolizará la recopilación de datos globales. Este dominio podría transformar al resto del mundo en colonias de datos, en territorios controlados no por la fuerza militar ni económica, sino por el poder de la información.
Y claro, mientras los países desarrollados han avanzado significativamente en marcos regulatorios robustos, como el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) de la Unión Europea, nosotros ya vamos tarde. Recién este año dio el salto al aprobarse en el Parlamento la Ley de Protección de Datos Personales, que hace poco culminó su último trámite en el Tribunal Constitucional, para su posterior promulgación y publicación.
La implementación de esta norma de estándar internacional constituye un gran desafío. Por eso, aquellas empresas que inicien cuanto antes el proceso de adaptación estarán en una posición de ventaja respecto de las otras que aún no actualizan su política de datos.
Nadie dijo que es tarea fácil porque el reto no sólo está en la implementación de la ley, sino en la generación de una cultura transversal que proteja los datos personales. Esto derivará no sólo en cambios técnicos, jurídicos y tecnológicos, sino que también implicará una revisión respecto de cómo nos aproximamos a los datos personales.
Con lo anterior se persigue asegurar tanto la seguridad y privacidad de los datos, así como promover la confianza de los usuarios y empresas en el ecosistema digital y las transacciones globales. Esto no será solo una labor del Estado y de la futura Agencia de Protección de Datos -que será la autoridad de control- , sino que el sector privado tendrá un rol fundamental.
Ahora que comienza la cuenta regresiva para que las empresas tengan que ponerse al día y evaluar el ciclo de vida de los datos que tienen, los tratamientos que realizan, sus fuentes de legalidad y si hacen o no transferencias internacionales de datos, es momento que lo hagan en el marco de una visión de cultura de protección de datos transversal.
Esta es la única forma en que podremos, como sociedad chilena, evitar convertirnos en una colonia de datos, y así impedir que otros obtengan los reales beneficios de nuestra información.
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