Vivimos hoy una nueva realidad tecnológica, que se agrega al cambio climático y al inicio del proteccionismo, con Estados Unidos a la cabeza. Ello exige cambiar las estrategias de desarrollo.
Mauricio Villena, decano de la Facultad de Administración y Economía de la Universidad Diego Portales, en El Mostrador (20 de noviembre, 2024), llama la atención sobre un tema de la mayor importancia para nuestro país: impulsar una nueva estrategia de desarrollo. Utiliza como referencia un reciente artículo de dos destacados economistas, Joseph Stiglitz y Dany Rodrik (A New Growth Strategy for Developing Nations, 2024).
Resulta sorprendente que, a pesar del escaso crecimiento de nuestro país, en los últimos años, pocos economistas lo vinculen al agotamiento de la estrategia que idealizó el mercado y cerró las puertas a la acción del Estado.
El discurso de políticos, empresarios y economistas chilenos para mejorar el crecimiento y aumentar las inversiones apunta exclusivamente a la diminución de impuestos, el control de los salarios y a un cambio político hacia la derecha. No se piensa en una nueva estrategia de desarrollo.
Fue la actual estrategia, instalada por Pinochet y los Chicago Boys, y seguida por los gobiernos de la Concertación, la que consolidó el extractivismo, estancó la productividad, destruyó la educación pública, multiplicó las desigualdades y entregó el 50% de la riqueza nacional al 1% de la elite empresarial. Es verdad que favoreció algunos años el crecimiento, pero luego se agotó.
Rodrik y Stiglitz destacan la necesidad de impulsar una nueva estrategia para los países en desarrollo, porque la hiperglobalización acabó con la industrialización, aunque incipiente, de los países de la periferia capitalista.
A partir de los años noventa, la inserción en la economía mundial de los países en desarrollo, junto a la exigencia de abrir sus fronteras económicas, mediante los Tratados de Libre Comercio, aplastó la producción de manufacturas, cerrando las puertas de muchas empresas nacionales intensivas en trabajo, lo que generó desempleo y multiplicó la informalidad. Sucedió también en nuestro país.
Ambos economistas también han hablado en sus libros sobre la concentración de la riqueza y las desigualdades, tanto en los centros capitalistas como en la periferia, como consecuencia del neoliberalismo. Sus ideas y prestigio académico son un verdadero aporte a nuestro país.
Vivimos hoy una nueva realidad tecnológica, que se agrega al cambio climático y al inicio del proteccionismo, con Estados Unidos a la cabeza. Ello exige cambiar las estrategias de desarrollo.
Rodrik y Stiglitz nos proponen algunas ideas que pueden ser útiles para impulsar una nueva estrategia de desarrollo en Chile. Nos dicen que se necesitan cambios estructurales, que deben estar fundados en la transición verde y en los servicios generadores de mano de obra.
Por cierto, ello debe estar acompañado de mayor inversión en educación y mejoramiento de las instituciones gubernamentales.
Además, destacan en su texto la importancia de un rol activo de los gobiernos para empujar la estrategia:
“Los gobiernos tienen un gran papel que desempeñar en la estrategia diseñada, tanto en favor de las inversiones para la transición verde como en los programas de generación de trabajo en el sector servicios. Los mercados tienen sus propios instrumentos, pero no tienen la capacidad de desarrollar los cambios estructurales que se necesitan”.
En Chile se avanza en la transición verde y ya existen inversiones importantes en planteles de energía solar, eólica (viento) e hidrógeno verde. Pero todavía son insuficientes los esfuerzos gubernamentales, en favor de las energías no tradicionales, para el rediseño de los sistemas de transporte y la adecuación de las casas, entre otras actividades.
Se camina en buena dirección, pero hay que reconocer que las tecnologías verdes no resuelven el problema del empleo, porque son capital intensivo y, además, hay que considerar que con su implantación se pierden los empleos en las energías fósiles.
En el contexto actual de una economía internacional frágil y proteccionista, con una industria deteriorada, la creación de empleos es una prioridad en materia de desarrollo. Lo es para Chile y los países en desarrollo.
Por ello, las actividades de servicios, como el segundo eje en la estrategia propuesta por Rodrik-Stiglitz, son relevantes. En efecto, son fuente importante de generación de empleos y sobre todo de empleo para trabajadores de escasa educación. En este caso no se trata de servicios para la exportación, sino de servicios no transables, que el Gobierno debiera apoyar vigorosamente.
Ese espacio es prioritario para las pequeñas empresas, las que requieren un decidido apoyo gubernamental, y en distintos ámbitos de actividad: comercio, hotelería, salud, educación, transporte, alimentación y, por cierto, también empresas manufactureras.
Rodrik-Stiglitz tienen toda la razón cuando destacan que los países en desarrollo necesitan una nueva mirada sobre el desarrollo y que los gobiernos deben desempeñar un papel activo en ella. Es valorable la idea sobre industria verde y los servicios no transables; pero, desde luego, hay muchas otras actividades a identificar en nuestro país que pueden ser componentes de una nueva estrategia de desarrollo.
En el caso de Chile, más allá de la industria verde y de los servicios, habrá que estudiar qué otros sectores económicos tienen potencial de crecimiento, destacan por su eficiencia productiva y, sobre todo, tienen capacidad para generar empleo significativo.
Desde luego, como bien dicen Rodrik y Stiglitz, no hay que renunciar a las manufacturas más tradicionales y a la agricultura, porque son actividades de gran aporte a la generación de empleo. Y, en mi opinión, una nueva estrategia de desarrollo no puede eludir la transformación de las industrias extractivas, para agregar valor a la explotación de bosques, la pesca, el cobre y el litio.
La propuesta de estos destacados economistas es muy interesante en el ámbito productivo; pero olvida, sin embargo, otros componentes, ineludibles en toda estrategia de desarrollo: el tipo de inserción en la economía mundial; la urgente inversión en ciencia y tecnología; la reducción de los desequilibrios territoriales; el equilibrio en las relaciones entre el capital y el trabajo; y la necesidad de políticas sociales universales.
Una nueva estrategia de desarrollo es el camino para recuperar el crecimiento, mejorar la productividad, favorecer empleos decentes, reducir los desequilibrios territoriales, medioambientales y las tensiones sociales.