Confiaron en el efecto hipnótico de Amarillos y Demócratas, dos operaciones políticas que resultaron eficaces en el plebiscito de 2022, pero que desde ese momento no han demostrado ni capacidad de articulación propia ni menos influencia en el espacio de la opinión pública que aspiran a representar.
Los autoengaños en política son un fenómeno recurrente, que exige una revisión contante de las estrategias y el uso del pensamiento crítico. En la actualidad es muy común caer en la influencia negativa de “bolsas de opinión” en las que se participa sin plena conciencia, donde se refuerzan ciertas ideas preconcebidas, se polarizan los debates y se dificulta el diálogo constructivo.
El resultado de las últimas elecciones de gobernadores regionales revela que la oposición vivió este fenómeno, y asumió una serie de estrategias erróneas, creando una ilusión de una realidad distorsionada por ella misma. Se autoengañó y ahora tendrá que quitarse las vendas de los ojos y ver la situación tal como es, sin filtros ni ilusiones.
El primer autoengaño fue encuadrar la elección como un plebiscito a la gestión del Gobierno. Para ganar ese desafío tendrían que haber superado al oficialismo en número de gobiernos regionales o, al menos, vencer en la RM y la V Región. El resultado no solo les fue esquivo, sino que además perdieron su tradicional bastión de La Araucanía.
Al proponer esta interpretación tan arriesgada de una elección abierta y competitiva, se arriesgaban a ser derrotados. Nadie les impuso el encuadre que aplicaron. Creyeron ver en esa estrategia una herramienta poderosa para influir en la percepción de la realidad y derribar definitivamente al Presidente. Pero olvidaron evaluar críticamente la información que recibían, que desde hace meses auguraba un resultado electoral parecido al que finalmente operó.
Otro autoengaño fue evadir el carácter eminentemente local y regional de la elección. Al convertir la votación por gobernadores, que suelen ser los actores políticos menos alineados con las estructuras partidarias nacionales, apostaron erróneamente sus fichas, que deberían haber puesto en sus diferencias programáticas a nivel territorial.
Pero lejos de eso, se volcaron a atacar a La Moneda, que sea cual sea el gobernador es siempre una contraparte distante, e incluso contrapuesta a los intereses que deben defender los gobernadores de una región.
Por este autoengaño la derecha expuso innecesariamente a su candidata natural, Evelyn Matthei. Ahora la alcaldesa de Providencia aparece derrotada, incluso en su propia comuna. Lo lógico hubiera sido encapsular su imagen para resguardar su carácter de figura nacional. Pero la llevaron al barro de una contienda acotada, en la que era poco lo que se podía llegar a ganar y mucho lo que se podía perder.
Confiaron en el efecto hipnótico de Amarillos y Demócratas, dos operaciones políticas que resultaron eficaces en el plebiscito de 2022, pero que desde ese momento no han demostrado ni capacidad de articulación propia ni menos influencia en el espacio de la opinión pública que aspiran a representar. Escorados definitivamente a la derecha, su capacidad de inclinar la balanza, aunque sea en el plano simbólico, ha quedado definitivamente neutralizada.
Se confiaron en la ventana de oportunidad que les abrió el caso Monsalve. Este evento, catastrófico para el Gobierno, ha servido para una operación de agenda setting que la derecha ha aprovechado desmesuradamente por medio de sus medios de comunicación afines. Se ha instalado una apabullante cobertura al caso a través de la selección de noticias, la frecuencia con la que cubren un tema y el énfasis que le dan, determinando el nivel de relevancia que este asunto debería tener en la sociedad.
Al repetir constantemente ciertos aspectos morbosos, dar espacio a las filtraciones y presentarlas de una manera determinada a diario, los medios han logrado que el público perciba el caso como la noticia más relevante a nivel nacional e invisibilizando otros casos. Pero la idea de esta operación mediática también implica el riesgo de autoengaño.
La ciudadanía también sabe que existe una amplia agenda de temas que son mucho más dignos de atención, por lo que desconfía cuando los medios se extralimitan e intentan manipular, ejerciendo de forma imprudente su capacidad de influencia.
El fenómeno del autoengaño refleja que la oposición hace política enclaustrada en las tres comunas que habita. Fuera de ese espacio se mueve con sherpas, que en algunos casos conocen a fondo los temas a tratar y pueden ayudar al líder a tomar decisiones informadas, pero en otros, son meros oportunistas que los llevan a desastres bastante calamitosos.
Lo peor es que en su evaluación del proceso la oposición persiste en el autoengaño. No aparece en su análisis la menor autocrítica ni asumen la menor responsabilidad. Lo que demuestra que en política no solo importa moldear la percepción de la realidad del electorado, sino también inocularse de los propios relatos fantasiosos, para no morir intoxicados.
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