El despliegue del glider permitirá develar procesos clave en el Océano Austral y monitorear la salud de este ecosistema vital para el planeta.
El margen oeste de la Península Antártica ha experimentado los efectos más dramáticos del cambio climático en los últimos 50 años, con un aumento de la temperatura atmosférica, el derretimiento de glaciares, mayor precipitación líquida y olas de calor marinas y atmosféricas. Este proceso ha alterado el ecosistema local, surgiendo la necesidad de comprender mejor el océano que rodea la Antártida, conocido como el Océano Austral.
Este vasto océano, es uno de los menos estudiados debido a su lejanía y condiciones adversas. No obstante, es crucial para la regulación climática global, ya que absorbe cerca del 40% del CO₂ de origen antropogénico y casi el 75% del calor atmosférico. Además, en el Océano Austral se llevan a cabo importantes pesquerías del krill y el bacalao draco rayado, reguladas por la Convención para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos (CCRVMA), un organismo internacional que opera bajo el marco del Sistema del Tratado Antártico.
Aunque se han realizado estudios oceanográficos en la región, la mayoría de las campañas científicas se llevan a cabo durante la temporada estival, con pocos estudios en los meses de invierno.
La tripulación y los científicos que participan en estas expediciones deben enfrentarse a desafíos como son los fuertes vientos del oeste, corrientes, hielo marino y la presencia de icebergs, siendo uno de los tramos más difíciles de atravesar el Paso de Drake, también conocido como el Mar de Hoces.
Para superar estos desafíos, los vehículos autónomos submarinos no tripulados, conocidos como gliders, se han consolidado como una herramienta innovadora y costo-eficiente para monitorear grandes extensiones del Océano Austral.
Estos vehículos, con forma de torpedo, son capaces de operar en condiciones desafiantes del mar, pueden descender y ascender a través de la columna de agua, detectando cambios en la densidad del agua de mar mediante un sistema de válvulas que llenan una vejiga con un aceite especial. Además, están equipados con sensores avanzados para monitorear las características físico-químicas de la columna de agua.
La energía que alimenta los sensores es proporcionada por baterías de litio recargables de última generación. Gracias a su bajo consumo energético, los gliders pueden cubrir distancias de entre 500 y 1.500 km, con una autonomía de meses, dependiendo de la cantidad de sensores y la capacidad de las baterías.
Operados remotamente por los científicos, estos vehículos transmiten datos en tiempo real mediante un mástil tipo antena que se conecta a las redes satelitales IRIDIUM y ARGOS, lo que permite el monitoreo continuo de las condiciones oceanográficas del Océano Austral y la localización de los gliders.
Sin embargo, la operación de estos equipos no está exenta de riesgos, como son la pérdida en el mar, pero dada la gran cantidad de datos que recolectan en la columna de agua y su capacidad de llegar a sitios remotos, como por ejemplo las plataformas de hielo, estos beneficios superan con creces los riesgos de operación.
Programas antárticos de países como Estados Unidos y el Reino Unido han desplegado gliders en el Océano Austral durante más de 15 años, desde sus bases en Antártida, teniendo como centros de operación Base Rothera (69 °S Reino Unido) y Base Palmer (64 °S USA), cubriendo vastas áreas en el Estrecho de Bransfield, Gerlache (64-66°S) y Bahía Margarita (69°S), con el fin de estudiar las condiciones oceanográficas que explican la concentración del krill, aves y mamíferos marinos en Antártica.
Gracias al glider adquirido por el Instituto Antártico Chileno (INACH), en el marco del concurso público de equipamiento tecnológico FONDEQUIP-Mediano 2022 de la Agencia Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (ANID), y al Lander (INACH), plataforma financiada durante el FONDEQUIP-Mayor-2024, la cual estará equipada con sensores oceanográficos que se posarán en el fondo marino a 20 m de profundidad en Bahía Doumer, Yelcho (64 °S) y Bahía Chile, Isla Greenwich (62 °S), Chile podrá alinearse con los programas antárticos internacionales en la adquisición de información oceanográfica en tiempo real en el Océano Austral.
Además, con la incorporación de ambos equipos al Programa Sensores Latitudinales y al Programa Nacional de Ciencia Antártica (PROCIEN), administrados por INACH, los científicos chilenos podrán aunar sus esfuerzos con los programas internacionales y contribuir al conocimiento del Océano Austral
La información oceanográfica que se obtendrá del glider incluye variables como: temperatura, salinidad, oxígeno, clorofila-A y corrientes, la cual será fundamental para entender los procesos físicos y biológicos que determinan los patrones de agregación del krill y la concentración de aves y mamíferos marinos en ciertas zonas del Océano Austral, conocidas como “hot spots“.
Además, el monitoreo oceanográfico será clave en las áreas donde Chile y Argentina han propuesto un área marina protegida en Antártica (AMPD1, Área Marina Protegida Dominio1) en la CCRVMA.
Para llevar a cabo las misiones del glider (período en el cual el equipo está sumergido en el mar, recolectando datos) en la Antártida, es necesario realizar un entrenamiento continuo del personal encargado de operar el glider y apoyo para el despliegue con organismos como el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA) y las Capitanías de Puerto. Alcaldías de mar en Punta Arenas y Antártica, que apoyarán las operaciones de despliegue y recuperación del glider.
Durante el año 2025, se realizará un período de puesta en marcha blanca, con misiones en el Estrecho de Magallanes, Punta Arenas, las cuales culminarán con una misión en la Antártida en 2026. Esta misión será un hito en el monitoreo oceanográfico en Antártica por parte de Chile.
El despliegue del glider permitirá develar procesos clave en el Océano Austral y monitorear la salud de este ecosistema vital para el planeta. Así como un médico toma los signos vitales de un paciente, los oceanógrafos estudian variables como temperatura, salinidad, oxígeno, entre otras, para evaluar el estado del océano. Con los datos obtenidos por los gliders, los científicos podrán contribuir a la conservación de este frágil ecosistema, en línea con la premisa “conocer para poder proteger”.