Un BRICS con más musculatura y “billete” es ciertamente funcional a las demandas de los países del Sur, pero el “escenario” geopolítico global que se avecina no representa los intereses de América Latina.
Me sorprendió que la reciente Cumbre de los BRICS en Kazán haya pasado casi desapercibida en Chile (Rusia, 22 al 24 de octubre). Es cierto, estábamos en medio de “asuntos” importantes, como los “casos Audios – Hermosilla”, exsubsecretario Monsalve, del futbolista Jorge Valdivia, y el no-cambio de gabinete, entre varios otros, así como las elecciones de gobernadores y municipales.
Aun así, Minrel pudo haber emitido algún comunicado (lo hacen regularmente, por todo tipo de situaciones) o “filtrado” algún “chisme jugoso” del evento. Después de todo –hoy– los países BRICS representan más del 44% de nuestras exportaciones y tenemos TLC vigentes con 3 de sus miembros (Brasil, China e India) y un Acuerdo de Asociación Económica Integral, recién firmado con los Emiratos, uno de los nuevos miembros.
¿Qué nos pasa? ¿Acaso sufrimos de “demencia global”? Pareciera que somos incapaces de entender y actuar frente a los cambios que se gestan a nivel internacional y su potencial impacto en nuestro desarrollo. Aclaro, NO estoy “abogando” por el ingreso de Chile a BRICS+, o alguna forma de asociación con estos países. Creo, sin embargo, que es relevante entender lo que ocurre y podría ocurrir a futuro.
Brevemente, para los que no conocen la historia de los hoy denominados BRICS+, a partir de 2006, a iniciativa de Rusia, representantes de este país, junto a China, Brasil e India, se reúnen en los márgenes de la Asamblea General de la ONU para coordinar posiciones frente a organismos del sistema financiero internacional, hasta que, formalmente, en junio de 2009, Rusia organiza en Ekaterimburgo la Primera Cumbre del grupo.
Esta Cumbre concluye con un llamado general a reformar los organismos financieros internacionales, solicitando que los países en desarrollo tengan una “mayor voz” y representación en sus decisiones. Igualmente, claman por un sistema monetario internacional más “predecible” y “estable”, llamando “a mejorar el clima internacional del comercio y de las inversiones” y por un “sistema monetario internacional más diversificado” (¿Adiós al dólar?) (“Joint Statement of the BRIC Countries’ Leaders”, Ekaterimburgo, 16 de junio, 2009).
En la Segunda Cumbre (2010), el grupo incorpora a Sudáfrica y pasa a llamarse BRICS (reconociendo a esta última) y en la Cumbre XV de Sudáfrica (agosto de 2023) se “admite” a cuatro nuevos miembros (Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos), que son incorporados formalmente en enero de 2024, cuando pasan a denominarse “BRICS+.
Argentina, que había hecho planes de ingresar, no lo hace, luego del triunfo de Javier Milei. A su vez, Arabia Saudita, que también fue invitada, aún no se incorpora. Hoy, los BRICS+ son un mercado de 3.600 millones de habitantes y equivalen a un 45% de la población mundial. Diversas instituciones estiman que BRICS+ representa aproximadamente el 37% del GDP global (European Parliament Research Service, 2024; y Fundación Robert Schuman; 2024).
En términos de comercio, al comienzo de las conversaciones BRIC, las exportaciones al interior del grupo representaban solo alrededor del 5% de sus envíos al mundo. En los años en que se “formaliza” el bloque de “BRICS”, las exportaciones al interior del bloque contribuían con poco más del 8%, y hoy representan más del 12%. Pero más importante –cifras más, cifras menos– es que algunos de los BRICS juegan un rol crucial en las exportaciones de petróleo –Emiratos, Brasil, Irán y Rusia– con Rusia jugando, también, un rol crítico en las exportaciones de gas natural, especialmente a Europa.
Y, sin considerar que los saudíes podrían sumarse en cualquier momento (algunos analistas ya los consideran miembros de BRICS+). Y no olvidemos el impacto que algunos de ellos tienen como productores, exportadores o importadores de varios alimentos “críticos”, como granos, cereales y carne. BRICS+ “no luce”, pero “cuenta”.
Y eso no es todo. Varios reportes de prensa informan que unos 30 países estarían buscando concretar su ingreso a BRICS+, o lo están considerando. Se menciona reiteradamente a países como Tailandia, Malasia, Vietnam, Turquía (miembro de la NATO), Argelia, Indonesia, Nigeria, Bangladesh, Colombia, Cuba y Perú. Y hace solo días Bolivia anunció que había sido aceptada como miembro.
Y, a propósito de esto, ¿qué pensamos de los BRICS+? ¿Hemos considerado sus propuestas? Deberíamos, pues somos cercanos a China y Brasil, y buscamos estrechar lazos con India. ¿Qué haremos entonces?
El BRICS que está gestándose, parece potente y tentador, pero no es lo nuestro, pues –creo– nos aleja cada vez más de un proyecto de mayor cooperación y de la posible integración regional. El escenario geopolítico global hoy se mueve entre la bipolaridad en “crisis” y una creciente multipolaridad con “fricciones” en múltiples frentes, que requerirá alianzas estratégicas sólidas y estables en el tiempo. Pero nosotros estamos y actuando solos. Y, por ahora, parece que continuaremos “por la nuestra”, como siempre.
En América Latina, la elección de Donal Trump y el condicionante de “America First”, hacen virtualmente imposible la concreción del proyecto de “desarrollo” regional que intentó articular la Administración de Joe Biden en la Cumbre de Los Ángeles (“Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica”) en respuesta a la creciente influencia de China en Latinoamérica y que complementara, posteriormente, el Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan (El Mostrador, 28 de junio, 2022; El Mostrador, 3 de junio, 2023).
Pero, “quedaron cortos” y sin tiempo. La elección de Trump también tendrá un severo impacto en Europa –un “aliado” tradicional y con intereses en América Latina– que, una vez más, deberá reevaluar objetivos y prioridades, y “rascarse con sus propias uñas”, frente a la agresividad de Rusia, agudización del conflicto con Ucrania, las dificultades económicas y el “tsunami migratorio” que causa la inestabilidad en el medio Oriente y Norte de África.
Inevitablemente, lo poco que se avanzó durante la Cumbre de la CELAC-UE, pasará a un segundo plano y América Latina a un virtual olvido, o casi –“Una nueva agenda para las relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe” (El Mostrador, 25 de julio, 2023)–.
Y, a su vez, los BRICS crecen (BRICS+) y se fortalecen y, muy posiblemente, continúen haciéndolo con una agenda abierta y flexibilidad de gestión (no tiene Sede estable ni una plataforma de comunicación permanente) que va más allá de una “presidencia rotatoria”, y Cumbres con propuestas y proyectos enfocados en los países del “Sur Global” (el “New Development Bank” (NDB) y “Contingent Reserve Arrangement” (CRA), que “competirían con el WB y el FMI, respectivamente), así como la comunicación y seguimiento de una “Agenda” de trabajo cada vez más “inclusiva”.
Estos factores hacen a BRICS+ muy atractivo a aquellos países en que el “orden” establecido en la postguerra no logra incorporar al sistema de gobernanza internacional y “plenamente” al desarrollo.
En sus casi dos décadas de existencia, BRICS ha pasado de emitir una breve Declaración al final de su 1ra. Cumbre, llamando –principalmente– a “reformar” los organismos financieros internacionales (ver “Joint Statement of the BRIC Countries’ Leaders”; Ekaterimburgo, Rusia, 16 de junio, 2009), a un “tratado” de 32 páginas (Cumbre XVI, BRICS, “Strengthening Multilateralism for Just Global Development and Security”, Kazan Declaration, 23 de octubre, 2024).
La última Declaración –al parecer– no solo intenta competir con el mandato de organismos internacionales nacidos junto a la ONU, el FMI y el Banco Mundial, sino que –más importante– propone la necesidad de un nuevo orden internacional “multipolar”, que desafía la hegemonía de las potencias occidentales. Así, BRICS seguirá creciendo y fortaleciéndose. Entonces ¿qué haremos nosotros?
Abundan las “percepciones”, así como las críticas o aplausos que reciben los BRICS. Son múltiples, muy variadas, y van desde el “es solo más de lo mismo” a “un intento de China para destronar a EE.UU.” y “apoderarse” del control hegemónico. Otros agregan que las diferencias internas impedirían que BRICS sea exitoso.
Todo ello es imposible de analizar en estas breves notas. Es claro, no obstante, que BRICS busca modificar el orden internacional vigente, aun cuando los “grandes” tienen su propia agenda, también. No es muy difícil de imaginar qué buscan China, Rusia, India o Irán y qué quieren estos, al sumar los “petrodólares” al bloque. ¿Y por qué no una nueva moneda de reserva internacional? ¿Y cuál puede ser el interés de los “chicos”? Al menos, conseguir algo que el “orden vigente” no entrega. Numerosos temas pendientes. Podría ser un estudio de la Subrei, después de todo, es importante.
La aparición en escena de los BRICS, creo, cambia la relación de fuerzas en una “vacilante” geopolítica global y en un sistema de “gobernanza internacional” que no ha sabido –o podido– dar respuesta a las urgentes y crecientes necesidades de los países menos desarrollados.
El “aislamiento” de Rusia y el “hambre” hegemónico de China, han permitido impulsar las demandas del Sur Global y creo que, bajo su liderazgo, han articulado un completo tratado de demandas que continuará creciendo y desafiando la hegemonía de los poderes occidentales.
La elección de Trump y su victoria en el Congreso, así como su “estrategia de America First”, postergarán inevitablemente la “toma de conciencia” en Occidente y las posibilidades de responder constructivamente a las demandas del Sur Global, exactamente lo que los BRICS necesitan para continuar ampliando su base de apoyo y posicionarse exitosamente en un creciente escenario “global multipolar”.
Un BRICS con más musculatura y “billete” es ciertamente funcional a las demandas de los países del Sur, pero el “escenario” geopolítico global que se avecina no representa los intereses de América Latina. La “lección” que nos deja el dinamismo de los BRICS es que no podemos seguir siendo meros espectadores. Debemos priorizar los objetivos y materias que nos unen en nuestra región, liderar la cooperación y la unidad programática regional, y “echarle pa’lante”, pero con convicción. No sigamos buscándolo fuera de Latinoamérica.
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