
El doctor Orozco, un dirigente de aquellos que ya no existen en el fútbol chileno
Los dirigentes de esos años eran tipos claramente identificados con los colores del club, que no estaban ahí por aparecer o jactarse, sino que eran verdaderos hinchas de sus clubes y eso les entregaba una potestad mayor para defender sus intereses.
A los 94 años partió el doctor René Orozco, uno de los dirigentes más importantes y emblemáticos de la década de los noventa en el fútbol chileno, especialista en nefrología, pero un fanático hincha de la U.
Hablar del doctor Orozco es remontarse a un época dura y difícil de los azules, que venían con mucha sequía de títulos y administraciones de dudosa reputación. Orozco llegó a la U a tratar de levantar a la institución de sus amores, a devolverle el prestigio perdido y a colocarla una vez más en el pináculo del protagonismo.
Por eso que recordar al doctor Orozco es situar momentos de gloria y dolor en los laicos. Bajo su presidencia, se lograron cinco títulos nacionales y dos Copas Chile, pero también hubo muchos cuestionamientos a su administración, desde la parte financiera, respecto de lo cual no dudo del doctor, pero sí de quienes estaban a su lado.
Orozco fue frontal siempre en sus opiniones, un hombre de una sola línea, muchas veces polémico o incomprendido, pero de frente siempre con su palabra. Nunca se escondió de sus detractores o de la prensa; al contrario, siempre tenía un espacio para atender mientras regaba su jardín o huerta en su casa, con su camisa de manga corta, bermudas y chalas.
Tengo guardada esa imagen del mandamás azul, que un domingo podía recibir a la prensa en su casa. Siempre atendía el teléfono y podía enojarse o molestarse, pero jamás negar su palabra.
El doctor era un soñador. Siempre hablaba de la grandeza de la U. Cuando llegaba al Caracol, saludaba a todos quienes podíamos estar ahí trabajando, a la antigua: saludo de mano y un “hola, ¿cómo están chiquillos?”.
Muchas veces podía llegar molesto por algún artículo o comentario, y en esos casos se acercaba a quien lo había emitido o pertenecía al medio en que se había publicado y con su dedo, casi dando una cátedra, explicaba su punto de vista contrario, pero siempre con respeto y elegancia.
Debo reconocer que, en esos años, los 90, cuando reporteaba los distintos clubes grandes de Santiago, los dirigentes de esos años eran tipos claramente identificados con los colores del club, que no estaban ahí por aparecer o jactarse, sino que eran verdaderos hinchas de sus clubes y eso les entregaba una potestad mayor para defender sus intereses, muy distantes de los actuales dueños de equipos, que solo ven el negocio directamente, sin respetar la historia de cada institución.
Por eso, la partida de René Orozco implica una manera de ver y sentir el fútbol que fue gloriosa por años, de sentir a raudales los colores como nadie, de vivir para el club, sin beneficiarse de este. Servir y no servirse.
Un abrazo eterno para el doctor Orozco, de esos dirigentes que ya no existen.
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