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La censura a Benny Morris y la crisis universitaria: pensamiento crítico vs. dogma Opinión

La censura a Benny Morris y la crisis universitaria: pensamiento crítico vs. dogma

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Manuel Férez y Sigal Meirovich
Por : Manuel Férez y Sigal Meirovich Dr. (c) Manuel Férez. Universidad Alberto Hurtado. Dra. Sigal Meirovich. Universidad Andrés Bello.
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Pocos espacios son tan fundamentales como las universidades y pocas personas, como los historiadores profesionales, prestan atención a esa crucial diferencia entre los hechos verificables y las narrativas.


En la historia del conflicto entre palestinos e israelíes ambas naciones han ido construyendo lo que Paul Scham llama “narrativas maestras”, aquellas historias centrales que se vuelven cánones fundacionales, con las que israelíes y palestinos se han contado a sí mismos y cuentan a los demás su identidad.

Scham, quien ha trabajado intensamente con académicos palestinos e israelíes, editó y publicó el libro Shared Histories: A Palestinian-Israeli Dialogue (2005, Routledge), en el que, junto a sus colegas Walid Salem y Benjamin Pogrund, presentan ambas narrativas maestras acerca de los puntos clave de este conflicto.

En el libro, se encuentran las voces de catorce expertos israelíes y palestinos (historiadores, periodistas y activistas), que confrontan y discuten las diferencias y similitudes entre estas narrativas nacionales oficiales que tienden, como en todo conflicto, a mostrar como verdadera y pura su versión, mientras descalifican y satanizan la versión del otro. 

Sin embargo, Scham y sus colegas reconocen que, mientras la narrativa es un aspecto esencial de la construcción identitaria en base a hechos históricos, nunca es el hecho histórico mismo. Entre las pocas personas que prestan atención a esta diferencia fundamental entre narrativa e historia, están, precisamente, los historiadores profesionales.

Uno de los más destacados en esta temática es el historiador israelí Benny Morris, cuya conferencia programada para esta semana en la Universidad de Leipzig, Alemania, fue cancelada por la misma institución, aduciendo presiones de los estudiantes que la propia Universidad describe como “comprensibles, pero aterradoras en su naturaleza”. 

¿Por qué los estudiantes de la Universidad de Leipzig (que aquí sirven como solo un ejemplo de la violenta y peligrosa tendencia instalada en la academia actual de censurar y acallar al otro) creen que impedir que Morris hable sobre el tema al que ha dedicado décadas de investigación es lo que corresponde al ambiente universitario?

Antes de proponer una respuesta, ahondemos sobre la figura de Benny Morris. 

Nacido 1948, en Ein HaHoresh, Israel, Morris pertenece a la generación de los “nuevos historiadores”, un grupo de especialistas israelíes que, en la década de los ochenta y aprovechando la desclasificación de documentos secretos, comenzó a desafiar la narrativa maestra israelí.

Además de Morris pertenecen a esta generación autores como Ilan Pappé, Avi Shlaim y Simha Flapan, Tom Segev, entre otros. A esta primera generación de especialistas israelíes críticos con la historia oficial de su país, se han sumado voces como las de Hillel Cohen, Baruj Kimmerling, Joel Migdal, Idit Zertal y Yael Zerubavel. 

Hay dos aspectos importantes a destacar de estos especialistas: 1) presentan aristas, métodos y conclusiones distintas sobre diversos aspectos de la narrativa oficial israelí y 2) debaten constantemente entre ellos, lo que implica necesariamente leer y escuchar al otro.

Morris ha sido un autor muy fructífero y entre sus obras destacan The Birth of the Palestinian Refugee Problem, 1947-1949 (1988), Righteous Victims: A History of the Zionist-Arab Conflict, 1881-2001 (1999), 1948: A History of the First Arab-Israeli War (2008), One State, Two States: Resolving the Israel/Palestine Conflict (2009), entre otras. 

El profesor Morris también ha ahondado en el tema del genocidio sufrido por las comunidades cristianas bajo dominio otomano-turco y publicó, junto a Dror Ze´evi, The Thirty -Year Genocide: Turkey´s Destruction of its Christian Minorities, 1894-1924 (2019), publicación que le ganó la furia del régimen turco, que aún se niega a revisar y reconocer los crímenes cometidos en este periodo de su historia. 

La obra de Morris, como la de los autores antes mencionados, conversan con la obra de historiadores palestinos como Rashid y Walid Khalidi. Leer tal diversidad de miradas es, de hecho, una práctica académica que permite ampliar las perspectivas, encontrar similitudes, contrastes y, así, elaborar un pensamiento crítico propio.

Ser universitario es justamente ostentar ese privilegio, tener la oportunidad de escuchar y leer a otros para elaborar una mirada propia en base a evidencia que devela no solo la narrativa hegemónica circulante, sino una pluralidad de ellas y su relación con los hechos.

En tal sentido, es indispensable alertar ante el enorme riesgo que implica impedir que el ejercicio propio de las ciencias sociales y humanidades se lleve a cabo. Acusamos, tanto a estudiantes radicales como sus patrocinadores y la institucionalidad universitaria, de imposibilitar la distinción entre narrativas y hechos, al censurar a Morris.

No es primera vez en la historia universitaria europea que ocurre esto. Durante la década del 1920, el antisemitismo radical alcanzó un temprano y poderoso predominio en las universidades. Es ahí, y no en los “vulgares” pogromos, donde se estaban formando los futuros líderes del Tercer Reich. No es casualidad que, en ese tiempo, a los estudiantes de ascendencia judía se les excluyera de las membresías a las universidades por razones raciales. 

La tendencia a substituir la reflexión histórica por sistemas cerrados de significación es un rasgo característico del pensamiento ideológico, no del pensamiento crítico, como nos han expuesto extensamente los pensadores de la Escuela de Frankfurt en sus análisis sobre la racionalidad moderna, la conformación del autoritarismo y la propaganda política.

En lugar de permitir que los hechos hablen desde su multiplicidad, se los subsume bajo una narrativa preconcebida, anulando la posibilidad de comprender la realidad en toda su complejidad y convirtiendo así a académicos y estudiantes en meros repetidores acríticos de consignas y eslóganes políticos y no en actores reflexivos y críticos, capaces de debatir con argumentos sólidos, como tendría que ser.  

Pocos espacios son tan fundamentales como las universidades y pocas personas, como los historiadores profesionales, prestan atención a esa crucial diferencia entre los hechos verificables y las narrativas.

Como nos enseña la historia, cuando no hay convergencia entre ambos aspectos de la reconstrucción del pasado, la narrativa (y su deslegitimación radical del otro) suele ganar. Leer, escuchar, debatir y criticar el trabajo académico, tanto de Morris como de todos aquellos que han abordado el conflicto palestino-israelí de manera científica es la misión de los universitarios, no la funa, la censura y la amenaza verbal y física. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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