Hoy que conmemoramos el Día Internacional de las Montañas, desde el Laboratorio Natural Andes del Sur hacemos un llamado a no olvidar que lo que está en juego no son solo paisajes de alta singularidad y belleza, sino los pilares que sostienen nuestra existencia.
Chile es un país definido por sus montañas. Con el 63,8% de su territorio cubierto por ellas, estas imponentes y bellas geoformas abarcan 47,8 millones de hectáreas, siendo, además el hogar de 3,6 millones de personas, según datos de la FAO.
Más allá de su majestuosidad, las montañas son ecosistemas esenciales para el desarrollo de la vida: albergan gran parte de la biodiversidad planetaria, nos proveen el agua que consumimos, cumplen funciones de regulación climática y en ellas se desarrollan importantes actividades productivas que sostienen nuestra economía.
Además, son refugio para distintas formas de vida, lugares sagrados y de recreación y conexión con la naturaleza. Sin embargo, estas torres de vida enfrentan hoy una crisis climática sin precedentes, y la inacción en torno a su protección y gestión puede tener consecuencias irreversibles.
Las montañas de los Andes son reservorios de agua en sus diversas formas: desde glaciares a complejas redes hídricas que dan paso a ríos, sus aguas son fundamentales para la vida humana, no solo en las partes altas, sino también aguas abajo, que hoy se encuentran amenazadas por el cambio climático cada vez más acelerado.
Lo anterior se manifiesta en el retroceso glacial: el 90% de los glaciares cordilleranos están disminuyendo su superficie, mientras que en Campos de Hielo Sur se registran retrocesos de hasta 30 metros por año. Además de ser proveedoras de agua, las montañas son refugios de biodiversidad.
En sus diversos pisos altitudinales habitan especies adaptadas a condiciones extremas, que cumplen roles cruciales en el equilibrio de los ecosistemas o fundamentales para la provisión de alimentos. Sin embargo, la degradación de estos espacios por actividades humanas como la minería o la deforestación está afectando su capacidad de regeneración, lo que amenaza tanto a las especies que las habitan como a los servicios ecosistémicos que nos ofrecen.
Las comunidades campesinas e indígenas que habitan las montañas han sido custodios de estos territorios durante generaciones. Sus prácticas agrícolas tradicionales y de manejo del agua están fuertemente basadas en conocimientos locales que les han permitido su continuidad en el tiempo.
Sin embargo, estas comunidades se ven enfrentadas a eventos extremos, como sequías prolongadas, inundaciones, aluviones y deslizamientos, procesos que son cada vez más frecuentes, afectando su capacidad de adaptarse y poniendo en riesgo la seguridad alimentaria y la de sus medios de vida.
Frente a este escenario, las soluciones no son simples, pero sí posibles. La complementariedad de conocimientos locales con nuevas tecnologías puede ser una alternativa para abordar esta crisis.
En el sur de Chile, por ejemplo, comunidades indígenas, campesinas y no indígenas han desarrollado sistemas que combinan cultivos alimentarios con especies nativas, permitiendo la restauración del suelo y la protección de cursos de agua, lo que a su vez permite el sostenimiento de la vida y la generación de ingresos. Este tipo de prácticas, si se fortalecen desde lo local con políticas públicas adecuadas, pueden ser una alternativa para adaptarse o mitigar estos impactos.
En este escenario, un desafío crucial para nuestro país es mirar el futuro a través de sus montañas. Para ello, el desarrollo de políticas públicas con enfoque territorial es clave. A pesar de que estas áreas representan más de la mitad del territorio chileno, no han sido abordadas con la atención que merecen y desde este enfoque integrador.
Es urgente que el Estado reconozca la importancia de estos territorios para el país, desarrollando instrumentos y normativas legales que permitan la protección efectiva de sus ecosistemas y a la vez promover modelos de desarrollo compatibles con las cosmovisiones y necesidades de las comunidades que los habitan.
Hoy que conmemoramos el Día Internacional de las Montañas, desde el Laboratorio Natural Andes del Sur hacemos un llamado a no olvidar que lo que está en juego no son solo paisajes de alta singularidad y belleza, sino los pilares que sostienen nuestra existencia. Las montañas son sistemas vivos que nos proveen de agua, alimentos y biodiversidad, al mismo tiempo que nos conectan con nuestra identidad y nuestras raíces.
Protegerlas no es solo una cuestión ambiental, es una responsabilidad compartida por el Estado y todos los actores de la sociedad civil para garantizar un futuro posible.