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Hidrógeno verde y la Ley de Wright Opinión BBC/Gettyimages

Hidrógeno verde y la Ley de Wright

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Joaquín Barañao
Por : Joaquín Barañao Ingeniero civil, autor de la saga Historia Freak y miembro del equipo de incidencia de la Red Pivotes.
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La carrera por la descarbonización es una película, no una foto, y hay fundamentos para esperar las escenas futuras con optimismo. Más nos vale haber preparado el terreno regulatorio y administrativo para ese día.


En 1936 el ingeniero aeronáutico Theodore Paul Wright computó que por cada duplicación en la producción de aviones, el tiempo requerido para cada unidad disminuía un quinto. Si bien un quinto puede no parecer tanto, la clave está en el efecto acumulado: Tras cinco duplicaciones el esfuerzo disminuye dos tercios, y tras diez se desploma un 89%.

El fenómeno identificado para la fabricación de aviones se ha confirmado en decenas de otras tecnologías emergentes, al punto que hoy se habla de Ley de Wright. Por cada duplicación en la experiencia acumulada, los costos disminuyen en una proporción fija. Aunque esa proporción varía ampliamente entre unos casos y otros —puede ser 2% o 30%— se repite el patrón de descenso lineal por duplicación. Por eso hablamos de curva de aprendizaje.

Por fortuna, es el patrón que han recorrido tecnologías esenciales para la descarbonización. Las baterías de ion de litio han bajado su costo algo más de 15% por cada duplicación en la capacidad instalada. La energía eólica lo ha hecho en una proporción similar. Y el caso más espectacular es el de la energía fotovoltaica, cuyos precios se han derrumbado un 24% por cada doblaje. Ese es el motivo por el que hace 60 años se usaba solo en aplicaciones espaciales, hace 15 se la ninguneaba como voluntarismo ambientalista sin factibilidad de mercado, y hoy es la alternativa más barata para producir electricidad en buena parte del planeta.

Al momento que escribo, producir amoníaco en Chile a partir de hidrógeno verde cuesta cerca del doble que hacerlo con energía fósil. Algunos ven la foto, soslayan la historia y lo relegan a un volador de luces en el que no vale la pena perder el tiempo. No hay que quedarse pegados en la foto del momento, hay que mirar la película.

La industria del amoniaco verde está en un estado embrionario. Tan pequeña es, que podemos afirmar con convicción que quedan muchas duplicaciones por delante. ¿Podemos garantizar que seguirá también la Ley de Wright? No, porque en rigor no es una ley, sino un patrón con excepciones. Desarrollar nuevos antibióticos, por ejemplo, es cada vez más caro. Lo que sí podemos argumentar es que hay muy, muy buenas razones para proyectar que el amoniaco verde se encuentra en este instante en una situación parecida a la que se encontraba la energía fotovoltaica un santiamén atrás (cuando nació Instagram, digamos), y que seguirá esa huella.  Si la proporción de descenso fuera 15%, se requeriría de apenas cinco duplicaciones para volverse más barato que su competidor fósil, y en ese momento la oportunidad se volvería colosal para Chile, tanto en términos de descarbonización como de valor económico.

Incluso en el improbable caso de que la producción de amoniaco en sí pruebe ser una excepción y se mantenga testaruda a la baja de costos, seguirá beneficiándose de las curvas de aprendizaje de sus insumos básicos: la generación renovable y las baterías. Tendría que ocurrir algo muy raro para que no bajara de precio.

La carrera por la descarbonización es una película, no una foto, y hay fundamentos para esperar las escenas futuras con optimismo. Más nos vale haber preparado el terreno regulatorio y administrativo para ese día.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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