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Adiós, Bombardero azul Opinión Imagen: Universidad de Chile

Adiós, Bombardero azul

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Pablo Flamm
Por : Pablo Flamm Periodista deportivo
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Sin dudas que Sandrino se ganó el respeto y cariño del pueblo futbolero cuando un 18 septiembre de 1981 anotó el gol más trascendental en su carrera, esa hermosa chilena ante Argentina, derrotando a Fillol y quedando para la posteridad con tan bella y plástica maniobra. Un gol de antología.


Hablar de Sandrino Castec es sinónimo de pensar absolutamente en un apodo: “El Bombardero azul”, porque Sandrino destacó desde las juveniles por su físico y capacidad goleadora, un centrodelantero de 1.80, potente y muy dúctil con el balón.

Las cosas del destino: en su momento pudo ir a Colo Colo, donde el número 9 era de uso exclusivo de Carlos Caszely. Sin embargo, Sandrino soñaba con vestir la azul.

Así, marcó una etapa que pudo ser gloriosa, dado que tenía todas las condiciones para transformarse en el sucesor natural de Caszely en la roja. Claro, eran distintas las vidas de los jugadores, con menos cuidados y apoyos multidisciplinarios, épocas en que los futbolistas se hacían en la cancha, soportando patadas increíbles y mañas que había en esos tiempos.

Pero Sandrino fue o intentó ser distinto. Su buen juego aéreo, su aguante de los defensas rivales, su uso de los brazos y cuerpo para proteger el balón lo hicieron un delantero bravo. Todos quienes jugaron contra él decían lo mismo: “Hay que aguantarlo”, “no reclama por los golpes o agresiones”.

Pudo haberse convertido en un ídolo de aquellos en la U, casi a la altura de Leonel, Salas o Puyol. ¿Qué falló? Le faltaron, según propias palabras, más disciplina y buenos consejeros. Era su momento y no supo concretarlo.

Después su carrera lo llevó a Audax Italiano, Cruz Azul, Cobresal y Deportes Valdivia. Siempre hizo goles. Era un dolor de cabeza para los centrales que terminaban exhaustos y muertos para soportar al Bombardero, a pesar de jugar con una lesión grave en su rótula.

Sin dudas que Sandrino se ganó el respeto y cariño del pueblo futbolero cuando un 18 septiembre de 1981 anotó el gol más trascendental en su carrera, esa hermosa chilena ante Argentina, derrotando a Fillol y quedando para la posteridad con tan bella y plástica maniobra. Un gol de antología.

Por eso, esta columna modestamente le rinde un homenaje a un hombre del fútbol, un delantero que siempre se entregó y vibraba por su querida U, un atacante poderoso y portentoso, un hombre de área, goleador insigne. Tuve el honor de conocerlo en 1996 y compartir de ahí en adelante muchas oportunidades, entrevistas y conversaciones. Un tipo sencillo y humilde.

Un grande, Sandrino.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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