Es tentador imaginar un mundo paralelo en el que Edwards, cual Odiseo, atraviesa el camino de la ciencia resistiéndose a los cantos de sirena del mercado, para finalmente encontrarse con Lechner y descubrir el núcleo mismo de su propia “paradoja neoliberal”.
Acaba de publicarse el libro “El Proyecto Chile: la historia de los Chicago Boys y el futuro del neoliberalismo”, suscitando un efervescente debate al interior del establishment académico. La obra es la traducción al español de The Chile Project. The Story of the Chicago Boys and the Downfall of Neoliberalism, publicada un año antes en Estados Unidos.
En una primera lectura, llama la atención un particular y significativo cambio en el título, donde el término downfall, caída, es reemplazado por el “futuro” del neoliberalismo, concepto que se encuentra en las antípodas del primero.
¿Qué se esconde detrás de este “enigmático” cambio realizado por el autor? Esta es la pregunta que dejó explícitamente planteada el rector de la UDP, Carlos Peña en el lanzamiento del libro ocurrido a inicios de esa semana. La respuesta dada por Edwards al emplazamiento es reveladora del contenido del libro y, más aún, de las irremediables inconsistencias de la epistemología neoliberal.
Con un dejo de ironía y algo más de soberbia, Edwards comentó que decidió cambiar el título como un “truco de marketing” para incrementar la venta de libros. Así justificaba el economista en dicho encuentro la opción tomada: “hay mucha gente, sobre todo lectores potenciales, que son fans de los Chicago boys, que [se preguntarán] ¿qué es eso de la caída de los Chicago boys en Chile? no les cae bien… así que esto es un puro truco de marketing, puro neoliberalismo… el neoliberalismo aplicado a vender libros, para que toda la gente de las tres comunas (Vitacura, Lo Barnechea, Las Condes) que potencialmente no iban a comprar el libro porque hablaba de la caída, le cambiamos el título para ese efecto”.
Me pregunto si ha existido una defensa más desastrosa y, al mismo tiempo, más decidora respecto a las tesis de un libro sobre el neoliberalismo en Chile escrito por un discípulo de Chicago. Tal como está dispuesto a reconocer el propio autor, el neoliberalismo significa, entre otras cosas, el dominio del mercado en las más amplias y diversas esferas de la vida social.
Así, por ejemplo, en el sistema de la ciencia, donde debiese primar el discurso académico fundamentado, impera el simple y llano criterio mercantil. Aquí, la consistencia de los argumentos y la veracidad de las pruebas son trituradas por los mejores prospectos en la venta de libros destinados a satisfacer los requerimientos ideológicos de las comunas más acomodadas y reaccionarias de la capital.
¿No fue el propio Edwards el que emprendió a inicios de este año una cruzada ideológica proponiendo excluir a las humanidades de Becas Chile? “Yo cerraría las Becas Chile en humanidades por 10 años. Solo las otorgaría a estudiantes de ingeniería aplicada“, dijo en aquella oportunidad. Si el autor de “El Proyecto Chile” tuviese un mínimo de sensibilidad intelectual para reconocer la importancia de las humanidades en el desarrollo histórico de un pueblo, quizás podría avizorar que la síntesis de una interpretación reflejada en el título de una obra resulta -en aras de la ciencia- un intransable.
Y es que en el documentado esfuerzo investigativo de Edwards no hay ninguna tesis novedosa de fondo. Fue el geógrafo marxista David Harvey el que acuñó hace décadas un concepto clave para caracterizar el imperio del mercado en la vida social: acumulación por desposesión. Sin embargo, y esto vale la pena mencionarlo, la única vez que Edwards cita a Harvey lo hace de una manera completamente sesgada, destacando y refiriendo a un aspecto absolutamente parcial de su interpretación aparecida en “Breve historia del neoliberalismo”, estableciendo que el neoliberalismo es “una teoría de prácticas político-económicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano, consiste en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio”.
Con esta definición, Edwards deja deliberadamente en la penumbra la segunda tesis fundamental que acompaña la idea de acumulación por desposesión bosquejada por Harvey, vale decir, la instauración del neoliberalismo ha sido un “vehículo para la restauración del poder de clase”.
Y es aquí donde se encuentra el eje de todos los problemas interpretativos de Edwards: la restauración “política” de ese poder de clase prácticamente no aparece mencionada en toda su “story” de los Chicago boys. La restauración de clase pareciera ser en este libro la “basura” que se esconde bajo los mantos de la doctrina monetarista y sus políticas macroeconómicas.
Por cierto, no debemos irnos tan lejos para desmontar el sistema de creencias que sujeta toda epistemología de corte neoliberal. Quien retrató con mayor exactitud el “punto ciego” de los relatos neoliberales fue el sociólogo alemán-chileno Norbert Lechner, quien publicó un formidable artículo en la revista del Centro de Estudios Públicos hace ya algunos años.
En estas páginas reverbera la “paradoja neoliberal” que recorre como un fantasma el libro de Edwards. Dice Lechner en 1998 que “la ofensiva neoliberal no sólo impuso a sangre y fuego una economía capitalista de mercado en contra de toda resistencia social (incluyendo la oposición inicial de los mismos empresarios, habituados al proteccionismo); en los hechos, dio lugar a una verdadera sociedad de mercado […] Al respecto, cabe recordar la paradoja neoliberal: como muestra fehacientemente el caso chileno, la estrategia neoliberal, cuyo propósito explícito es despolitizar a la economía, desmantelando al Estado, sólo tiene éxito allí donde ella se apoya en una fuerte intervención estatal. En efecto, el régimen militar de Pinochet poco tiene que ver con el Estado mínimo o subsidiario del discurso neoliberal”.
El propio Edwards ha comentado en más de una ocasión que no sólo la elección del título de la versión en español fue el resultado de una estrategia de marketing: también fue el criterio que hizo valer previamente en su versión inglesa. La propuesta original había sido “The Neoliberal Paradox”, la paradoja neoliberal. Sin embargo, “The Downfall of Neoliberalism” permitía vender más copias en países de habla inglesa.
Es tentador imaginar un mundo paralelo en el que Edwards, cual Odiseo, atraviesa el camino de la ciencia resistiéndose a los cantos de sirena del mercado, para finalmente encontrarse con Lechner y descubrir el núcleo mismo de su propia “paradoja neoliberal”.