El desafío central es construir una policía que sea simultáneamente eficaz en la prevención de detección del crimen y respetuosa de los derechos humanos. Carabineros cuenta con fortalezas distintivas para asumir esta tarea.
La reciente cumbre de jefes policiales organizada por Carabineros en Santiago invita a reflexionar sobre los desafíos que enfrentan las instituciones de naturaleza militar en los sistemas de seguridad modernos. El encuentro busca promover la cooperación internacional en un momento de creciente cuestionamiento al rol de estas policías frente a las exigencias de un mundo que se percibe como inseguro.
Un análisis de la experiencia comparada revela tensiones intrínsecas entre el modelo jerárquico tradicional de estas organizaciones y las demandas por mayor transparencia, rendición de cuentas y respeto a los derechos humanos. Conciliar la estructura vertical del mando con una función policial más próxima a la ciudadanía puede constituir una compleja articulación.
El caso de Carabineros resulta ilustrativo. Aunque en la última década la institución ha realizado esfuerzos para regular el uso de la fuerza e incorporar estándares internacionales de derechos humanos, los resultados han sido dispares. La crisis social de 2019 reveló falencias en el empleo de armas menos letales, que afectaron severamente su legitimidad pública.
Ante este escenario, surge la interrogante sobre las vías más efectivas para fortalecer a esta policía centenaria y adaptarla a los requerimientos del siglo XXI. La evidencia sugiere que los procesos de reforma exitosos suelen combinar ajustes incrementales con transformaciones estructurales basadas en diagnósticos comprensivos.
Parece necesario revisar la orgánica y funciones de Carabineros para fortalecer una gestión eficiente. Esto implica efectuar un análisis de procesos, buscando un equilibrio entre autonomía operativa, eficiencia y cumplimiento de metas fijadas por la autoridad civil.
Junto con robustecer el control y la supervisión interna y externa, se requiere avanzar hacia un modelo de gestión policial centrado en la resolución de problemas, la prevención del delito y la coproducción de seguridad con la ciudadanía. Esto supone revisar los sistemas de selección, educación, calificación anual y medición del desempeño de la gestión.
El objetivo de estos cambios no es debilitar a Carabineros sino fortalecer la institución en el largo plazo. Las reformas integrales y consensuadas son claves para consolidar su legitimidad y capacidades institucionales.
La cumbre de Santiago es una oportunidad para iniciar un debate sobre el futuro de las policías militares en la región y el mundo. Carabineros tiene hoy la posibilidad histórica de liderar un proceso de cambio que siente las bases de un nuevo paradigma policial para el siglo XXI. Para ello se requiere apertura al diálogo, pensamiento crítico y compromiso con la evidencia empírica.
El desafío central es construir una policía que sea simultáneamente eficaz en la prevención de detección del crimen y respetuosa de los derechos humanos. Carabineros cuenta con fortalezas distintivas para asumir esta tarea, pero sus autoridades deben estar dispuestas a revisar su legado y abrirse a nuevas ideas. El camino no es fácil, pero es impostergable para consolidar una convivencia social pacífica y segura.
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