Este país no funciona con una centroizquierda que no se presenta en la cancha, porque el daño que provoca no se queda en sus filas, sino que deteriora la convivencia democrática. Una victoria demasiado fácil de la derecha daña incluso al que gana,porque lo convence de tener todos los méritos.
Nadie se baña dos veces en el mismo río y algunos ni se bañan. Nunca se ha ganado la Presidencia copiando la fórmula anterior. De hecho, ocurre más bien al revés, porque ya todos están advertidos de lo que puede pasar.
Gabriel Boric llegó a la presidencia en medio de un derrumbe simultáneo de las grandes coaliciones políticas, que fueron abandonando candidatos por el camino a medida que la confusión se extendía. El grupo más pequeño, pero más ordenado, con la fuerza del cambio generacional, emergió en medio del desorden y ganó.
Pero esto es lo ultimo que puede pasar en la próxima ocasión. La derecha está más ordenada que nunca y no viene de verse vapuleada por un estallido que no supo desactivar. Este es su mejor momento en muchos años.
Tampoco la fórmula actual que ha conformado el gobierno se puede repetir. Iniciar la campaña con una coalición, sumar a otra en el camino, dar comienzo a la gestión en medio de un acomodo parcial, proponer -sin lograrlo- congregarse en un solo conglomerado y terminar olvidándose de la idea, es demasiado confuso para que alguien sepa siquiera cómo intentarlo.
La situación actual puede ser descrita en breve: La derecha cuenta con candidata presidencial, una coalición sólida, implementa una estrategia definida, viene de una victoria electoral y está dando a conocer su programa por parcialidades.
Por el otro lado tenemos lo siguiente: No hay candidatura, la coalición que se necesita es cosa del futuro, no existe estrategia compartida, se tiene menos votos y representantes electos en la reciente elección y del programa nadie ha conversado. Después de esto, diversos analistas han declarado que la elección está abierta, tal vez refiriéndose a diversas formas de ser apaleado.
Ni la inercia, ni el paso del tiempo ni el azar van a cambiar la situación. Mucho menos nos ayuda la actitud burocrática de la dirigencia, que espera que se cumplan los plazos para resolver el próximo año en primarias, como si no hubiera ningún terreno que recuperar a la brevedad ni algo que aclarar antes.
Nos agrupamos por coincidencias, dirimimos por liderazgos
El camino que nos queda no merece muchas dudas. Sobre la explicitación de un diagnóstico inicial y de las bases programáticas de cada uno, hay que jugarse por una de dos estrategias posibles, lo que establece las condiciones en que se realizarán primarias entre candidaturas que perfilen definiciones políticas.
Cada uno de estos pasos tiene una razón de ser. La decisión más importante que se debe tomar en un inicio es saber si el propósito es mantener el núcleo de apoyo que ha permanecido fiel al gobierno a todo evento o si el propósito es ampliarse buscando ser mayoría.
Para hablar de un modo simbólico, tiene sentido mantener un 35% de votación fidelizada de izquierda, aglutinar el apoyo tras unos pocos partidos, reunir fuerzas y volver a la competencia con posterioridad con menos actores y más posibilidades.
La otra opción es intentar ampliar el apoyo ciudadano, lo que hace necesario ir a la conquista del voto indeciso y moderado, porque se sabe que quedarse en la izquierda es lo mismo que perder.
Esto tiene un vínculo muy estrecho con el programa que se presente. No se puede levantar una candidatura sostenida en coaliciones que votan en el parlamento tanto a favor como en contra de los proyectos de ley del oficialismo. Al gobierno se llega por concordancias programáticas.
Las diferencias y coincidencias no hay que suponerlas ni se pueden basar en prejuicios, hay que corroborarla por las bases programáticas que se explicitan.
Si lo que une a todos permite sostener un gobierno coherente, entonces eso se expresa en una sola primaria; si las diferencias son importantes, entonces los que coinciden más buscan un liderazgo que los aglutine y la ciudadanía escoge en primera vuelta quien dirige.
En la derecha, hay quienes buscan acuerdos nacionales y otros que perfilan sus identidades a un punto que entienden la negociación con el gobierno como claudicación. Si Matthei se queda en la indecisión y la búsqueda de apoyo republicano la mantiene en una oscilación permanente, entonces es derrotable.
Al otro lado de la cancha puede haber un dilema similar y, si existe, lo que da fuerza no es mantener la ambigüedad, sino saber dirimir y reordenarse para conducir al país.
No hay lirón que haya ganado una pelea
El ejercicio del liderazgo es algo previo a la definición de la candidatura presidencial. Hay decisiones que tomar y hay que hacerse presente ahora.
Personalmente no creo que nadie sobre y es posible que algunos falten, incluyendo a independientes. Lo que importa es que no se pueda establecer el veto a las iniciativas de unos y de otros, anulándose en diferencias intestinas. Dirimido el propósito común por respaldo ciudadano, la disciplina ha de prevalecer.
El liderazgo no es para administrar la indefinición permanente, sino para despejar los obstáculos y resolver. Eso es subir la vara.
Si un gobierno es juzgado por el signo político de quién lo sucede, ¿cómo podríamos calificar a este? Si no tiene continuidad, es reprobado y por eso dejar de competir por la presidencial no tiene presentación. Y ese es el mensaje que se entrega a diario, no tanto por lo que se dice como por lo que se deja de hacer.
Este país no funciona con una centroizquierda que no se presenta en la cancha, porque el daño que provoca no se queda en sus filas, sino que deteriora la convivencia democrática. Una victoria demasiado fácil de la derecha daña incluso al que gana,porque lo convence de tener todos los méritos posibles, lo que lleva a cometer todo tipo de errores en la gestión.
Hay dos razones para demorar la decisión presidencial: Porque se tiene la ventaja o porque alguien se da por perdido. Hay dos razones para adelantarla: Salir de una inercia que es derrota o porque encontró el modo de competir con posibilidades.
Un proyecto colectivo no se puede identificar con el destino personal de un dirigente, que se activa en forma intermitente cuando puede presentarse y del que se toman vacaciones cuando no pueden hacerlo.
No hay nada más distinto que concentrarse en conservar la representación que se tiene o abrirse a conseguir apoyo ampliado. Nadie ha triunfado sin querer triunfar o esperando que el calendario trascurra, comportándose como si tuviera la ventaja, gozara del respaldo de la mayoría, le sobraran los lideres reconocidos y nadie le estuviera compitiendo. Lo que nos hace falta es poner a la cabeza a los que quieran ganar y estén en condiciones de ampliar los apoyos para conseguirlo. El que esté en otra cosa, que haga espacio
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