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Siria y el cambio radical de circunstancias Opinión

Siria y el cambio radical de circunstancias

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Juan Pablo Glasinovic Vernon
Por : Juan Pablo Glasinovic Vernon Abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), magíster en Ciencia Política mención Relaciones Internacionales, PUC; Master of Arts in Area Studies (South East Asia), University of London.
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En estos momentos los nuevos amos del poder en Siria son los que tienen las llaves del futuro para su país, pero el margen de maniobra es estrecho y hay muchos que están mirando. Ojalá que sea la oportunidad para avanzar en la pacificación y bienestar de los sirios y no un paréntesis entre guerras.


Hace dos semanas, cuando los rebeldes recién habían tomado la ciudad de Alepo, me preguntaba hasta dónde llegaría esa ofensiva, teniendo claro que ninguno de los aliados tradicionales de Bashar al-Assad, esto es, Irán y su aliado la milicia Hezbolá, así como Rusia, estaban en condiciones de prestar gran ayuda al dictador.

Pues bien, en menos de 10 días los rebeldes conquistaron Damasco, derrotando definitivamente a las fuerzas gubernamentales y forzando la huida del gobernante con su familia a Moscú. Para casi todos, el desenlace fue sorpresivo, más aún por su velocidad. Pero eso es lo que suele acontecer con las largas dictaduras. Parecen invencibles hasta que se desmoronan y dejan en evidencia su debilidad real por alguna circunstancia detonante.

La sangrienta dinastía de los Al-Assad duró 53 años (desde 1971), con dos representantes, apoyados durante todo ese lapso por Rusia. En este medio siglo, Siria vivió una dura y permanente represión, agudizada desde el 2011 por la guerra civil que tiene al país en ruinas y con más de un tercio de su población en el exilio.

Como lo señalamos en una anterior columna, la nueva dinámica de la guerra civil y la ofensiva rebelde son consecuencia directa del debilitamiento de Irán y de Hezbolá por parte de Israel. Esto fue aprovechado por la milicia HTS (Hayat Tahrir al-Sham) que ocupaba el noroeste del país, con la ciudad de Idlib como centro de operaciones, la que en una ofensiva relámpago tumbó al régimen.

Evidentemente estamos asistiendo a un cambio radical de circunstancias, tanto por el cambio de régimen que gobernó medio siglo como por el giro de la guerra, cuyas consecuencias son todavía difíciles de predecir, partiendo por si el conflicto va a persistir o, al contrario, el país se pacificará.

Antes entonces de aventurar algunos escenarios y consecuencias, revisemos el nuevo mapa del poder en Siria y en la región.

Entre los indudables ganadores en este nuevo cuadro está Turquía, país que ha apoyado a varias milicias rebeldes incluyendo a HTS. El triunfo de estas fuerzas y su control de la mayoría del territorio sirio –asumiendo que esto se mantenga– no solo le permitirán influir en su gobierno, también hará posible el regreso de más de 3 millones de sirios refugiados en Turquía.

Adicionalmente y vinculado a su influencia, podrá impulsar una campaña para aniquilar a las fuerzas kurdas que han constituido una región autónoma en el norte de Siria junto a la frontera turca. De hecho, esta campaña ya empezó y si las tropas estadounidenses que se quedaron en Siria para prevenir el resurgimiento del Estado Islámico se retiran, los kurdos serán casi inevitablemente derrotados y perderán todo control territorial.

Los kurdos fueron esenciales para derrotar al Estado Islámico y han sido un fiel aliado de Estados Unidos (incluso en las guerras de Irak), pero han terminado siendo siempre sacrificados voluntaria o involuntariamente en aras del equilibrio regional y de su estabilidad.

Este pueblo es la mayor minoría étnica del Medio Oriente y no tiene su propio Estado, hallándose repartido entre Siria, Irak, Irán y Turquía, con una población estimada de entre 35 a 45 millones. Después de la I Guerra Mundial, en el Tratado de Sèvres, se consideró la creación de un Estado para este pueblo, pero finalmente dicho acuerdo no se suscribió y fue reemplazado por otro.

Turquía siempre ha temido una secesión territorial de su población kurda que representa alrededor del 20% del total y más bien concentrada en el Este, y por eso ha hecho todo lo que está a su alcance para destruir o debilitar cualquier asomo de autonomía kurda, incluyendo en los Estados vecinos.

Turquía obtuvo también una victoria contra Rusia, por intermedio de las milicias que apoyó, no solamente sacando a los rusos físicamente del Medio Oriente, sino también asestándoles un duro golpe reputacional. Dejaron en evidencia que Rusia no es la potencia global que dice ser, al ser incapaz de manejar dos conflictos simultáneamente.

Y ya que hablamos de Rusia, este es uno de los grandes perdedores. Queda como una potencia debilitada que no es capaz de incidir decisivamente en la región. Arriesga muy probablemente con perder la única base naval que tiene en el Mediterráneo y una base aérea que le permitían amenazar a la OTAN por el Sur, pero también que eran muy importantes desde el punto de vista logístico para sus actividades en África, partiendo por Libia y el Sahel. Podríamos entonces, durante los próximos años, también ver el debilitamiento de sus acciones en el continente africano.

La evidencia de este claro menor poder ruso también podría tener repercusiones en las negociaciones para dar término a la guerra con Ucrania y alentar intentos autonomistas en la misma Rusia.

Otro claro perdedor es Irán. Este país no solo perdió a un aliado, también quedó cortada su logística para apertrechar a Hezbolá y con ello se debilita más su estrategia de acotar los enfrentamientos con Israel.

En cuanto al Estado hebreo, es temprano para decir si se encuentra entre los ganadores o perdedores. Aunque fue el artífice del cambio radical de circunstancias y se ha aprovechado del contexto para destruir las armas más letales del disuelto ejército sirio, no es para nada claro que esto le favorezca en el mediano y largo plazo.

La posibilidad de que se consolide un régimen islámico en su frontera norte, además de constituir un peligro para su seguridad, podría también impactar en sus otros vecinos árabes, generando en ellos cambios similares e incrementando, por ende, la amenaza para Israel. Esto sin mencionar la conexión con los palestinos.

Pero si para Israel está la incertidumbre, para su primer ministro Netanyahu este escenario y los ataques que decretó contra la infraestructura militar siria, incluyendo la ocupación de una franja aledaña a su frontera, son funcionales para extenderse en el poder. El peligro es que en esa lógica Netanyahu siga escalando sus ataques y sume otro frente.

Turquía emerge entonces como el actor ganador en esta pasada, incrementando su estatura regional e internacional.

Ahora, respecto de posibles escenarios, algunas palabras. Si HTS consolida su poder y mantiene la unidad territorial del país, su estabilidad dependerá en última instancia de cómo detenta ese control. Si es mediante una variante islámica, entonces podría incentivar la intervención extranjera, tanto de las potencias occidentales e Israel, como de la mayoría de las naciones árabes que no quieren un efecto contagio ni menos sumar a otro país que promueva acciones violentas en sus territorios.

Esto podría empujar a un nuevo capítulo de la guerra civil, con más víctimas y la posibilidad de una jibarización del país. Por supuesto que esto sería perjudicial para la seguridad regional e incrementaría los riesgos de un conflicto mayor, pero algunos pueden preferir esto a la luz de los últimos 11 años, con una guerra civil de baja intensidad y geográficamente contenida.

Los acontecimientos en Siria ya han modificado el tablero regional y con repercusiones más allá. Unos actores se han fortalecido, mientras otros han salido de escena, tal vez definitivamente.

En estos momentos los nuevos amos del poder en Siria son los que tienen las llaves del futuro para su país, pero el margen de maniobra es estrecho y hay muchos que están mirando. Ojalá que sea la oportunidad para avanzar en la pacificación y bienestar de los sirios y no un paréntesis entre dos guerras.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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