El país necesita de una centroizquierda recuperada, interlocutora de los cambios, contraparte de negociaciones abiertas y visibles, promotora de los intereses que no son los que hoy predominan sin contrapeso y sin necesidad de asomarse.
Los partidos de derecha han desaparecido de las primeras noticias políticas, las que ahora parecen seguir la pista a la movilización del Frente Amplio (FA) por la reforma de pensiones. Sin embargo, es ahora cuando empiezan a consolidarse dos estrategias en conflicto en la oposición. Esto ocurre pese a no ser del interés de Chile Vamos el haber llegado a este punto.
Es por contraste donde se nota más el dominio que la oposición tiene sobre los medios de comunicación abiertos. Hacer un seguimiento amplificado de una información completamente secundaria es un procedimiento bien conocido.
La campaña del FA deja de relieve exactamente lo contrario de lo que se supone quiere expresar. La derecha ha presentado esta iniciativa como un procedimiento peligroso, que puede incentivar la aparición de demandas fuera de los marcos habituales y pacíficos, lo que puede tener amplias repercusiones.
Puede que sea exactamente lo contrario. Se supone que los partidos de izquierda están permanentemente vinculados a los actores sociales, que la movilización es un proceso sistemático y que no requiere de llamados especiales ni que atraiga la atención para que sus parlamentarios acompañen a estos movimientos.
El que llegue a ser noticia que su dirigencia esté en la calle solo muestra que ahora se es visita donde antes se jugaba de local, que el llamado es algo nada frecuente y que sus efectos amenazan con ser de mínimos a casi imperceptibles. No es una demostración de fuerza, sino de debilidad.
Si se compara, en la misma materia la acción de grupos de interés en contra de la reforma previsional, la desproporción es casi indecorosa. Al frente lo que se tiene es un esfuerzo continuo y que nunca se ha detenido. Es una acción comunicacional sistemática y bien financiada.
La diferencia de resultados obtenidos casi no merece comentarios. Es comparar una de las campañas publicitarias más exitosas del año con un simulacro de movilización. La primera tiene llegada a la mayoría indecisa, la segunda es una acción del núcleo duro oficialista, actuada por sus dirigentes y para que los mismos se mantengan donde mismo.
En otras palabras, la izquierda se está entreteniendo, mientras que la derecha está predominando. Esto es representativo del movimiento político más general que observamos: el oficialismo no sale de su barrio, ya completamente jugado a conservar lo que tiene, mientras la derecha le habla a la audiencia masiva, para atraer lo que le falta de apoyo.
Puede que la creación de un cálido y acogedor mundo virtual deje contento al oficialismo, porque lo mantiene permanentemente conectado con sus amigos y cercanos. Con esto consigue una falsa sensación de seguridad y confianza, porque todo el tiempo se refuerzan unos a otros en sus convicciones.
Pero esto es una quimera. A lo que la izquierda debiera temer más, no es a un examen de pelo, por si hay consumo de drogas, sino a un examen de cabeza, que detecte la ausencia de ganas de luchar para vencer.
Lo que se ve importa poco, ¿pero que es aquello que estamos pasando por alto?
Lo que no estamos viendo en sus preparativos, pero que sentiremos por sus efectos, es la definición de una estrategia en la centroderecha que le puede ser muy beneficiosa, pero a la que ha llegado a regañadientes.
En la práctica, lo que se está preparando en la izquierda es una derrota ordenada y lo que se propuso por parte de Chile Vamos a Republicanos fue una victoria pactada. Es decir, el ofrecimiento fue compartir el poder sobre la base de que hay un socio mayor, legitimado en las urnas que es la centroderecha.
Eso se concreta en unir fuerzas desde el inicio, definiendo candidato conjunto en primarias, a cambio de compartir responsabilidades en el Ejecutivo y asegurar mayoría en el Parlamento.
La respuesta que se recibió no será resumida aquí, con la finalidad de no herir la sensibilidad de lectores no acostumbrados a la violencia verbal.
El caso es que Republicanos tiene sus propios planes y tiene que afrontar su propia competencia, porque tal parece que siempre es posible que aparezca un actor más a la derecha que uno. Van a competir porque tienen suficiente apoyo, porque pueden crecer, pero sobre todo porque quieren llegar a predominar en vez de pactar.
En el partido de Kast no saben cuándo será el día del triunfo final, pero la mentalidad que predomina es la de preferir la primogenitura a las lentejas.
Esto no deja a Chile Vamos y a sus partidos otra opción que seguir cultivando el voto propio junto al de los moderados e indecisos. Estos, por ahora, los ha preferido en las elecciones recientes y eso requiere ordenar la casa para recibir visitas.
Lo que se le ofrece a una mayoría ciudadana es más orden, junto a prosperidad y más seguridad, junto a certezas. Eso necesita conformar una coalición rectora y tener un partido pivote capaz de construir acuerdos que den gobernabilidad. Además, es indispensable cumplir con otra misión que no se dice, pero que se hace: cuidar la candidata presidencial.
Chile Vamos, antes de las últimas elecciones, era tironeado por quienes no querían dejar espacio para el crecimiento de Republicanos y que por eso se polarizaban, y otros que pensaban que era posible aumentar apoyo sin estridencias, moderándose. Estos últimos han sido los que han capitalizado los resultados recientes.
Y lo que se tiene que lograr son acuerdos, porque todo lo que se consiga consensuar con el oficialismo es un problema futuro menos y una certeza más. Lo decisivo es que, si se llega a un acuerdo, en pensiones, por ejemplo, todo lo que ahora se defina verá sus frutos en la administración siguiente, beneficiando al que espera ganar el poder.
Pero disciplinar un sector no es fácil. En realidad, no se puede, a menos que se tenga un entendimiento con la mayoría moderada del frente. Todo esto es mejorar la capacidad negociadora. Es pura tramoya y trabajo silencioso. En eso están.
Tendremos que acostumbrarnos a un procedimiento bastante peligroso: cuando parezca que no está sucediendo nada es cuando se están preparando los movimientos importantes. Es solo que el escrutinio público puede estar quedando bastante damnificado, por un manto protector que dirige la atención a lo insustancial en detrimento de lo importante que se ha empezado a cultivar.
El país necesita de una centroizquierda recuperada, interlocutora de los cambios, contraparte de negociaciones abiertas y visibles, promotora de los intereses que no son los que hoy predominan sin contrapeso y sin necesidad de asomarse.
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