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El sueño de cuando Chile fue el jaguar de América Latina Opinión

El sueño de cuando Chile fue el jaguar de América Latina

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François Meunier
Por : François Meunier Economista, Profesor de finanzas (ENSAE – Paris)
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Por supuesto, siempre hay un futuro. Las tremendas promesas de la energía verde parecen bastante realistas. Ciertas industrias de servicios, apoyadas por una mano de obra bien formada, proporcionan un acceso inmediato a los mercados internacionales.


Un documento reciente del Banco Mundial  da una nueva mirada a lo que se llama la trampa de la renta media; es decir, el freno que impide a ciertos países alcanzar a los más avanzados. El Banco Mundial tiene la amabilidad de clasificar a Chile como un país de “ingresos altos”, pero el gráfico siguiente del mismo documento muestra que Chile (curva naranja) lleva quince años golpeándose la cabeza contra una especie de techo de cristal (línea de puntos), tras veinticinco años de tremendo crecimiento.

Aunque puede ver y soñar con la vida en el piso superior, parece que no puede llegar hasta allí. Polonia y Corea del Sur lo atravesaron sin dificultad. Por cierto, el gráfico también muestra el estancamiento que fue el período de la dictadura.

Fueron veinticinco años. Luego, alimentamos en todo el país la nostalgia por este paraíso perdido, por estos hermosos años jaguar. ¿Por qué se ha estancado la productividad? ¿Qué ha ocurrido? Recordemos algunos hechos, fuertemente entrelazados.

El capital extranjero no lo puede todo

A principios de los años 90, el país salía por fin del aislamiento causado por la dictadura. Las fuerzas democráticas habían gestionado hábilmente la transición y fortalecido las ya sólidas instituciones. Además del sector minero, el capital extranjero se volcó en las llamadas industrias de red o servicios públicos, hasta el punto de representar una gran mayoría del capital en estos sectores.

Esto ha dado lugar a un salto de calidad y productividad que ha repercutido en toda la economía. Una red de agua o de teléfono que funciona bien que sustituye a uno que funciona mal es un impulso que beneficia a todos. Cabe señalar que cada vez se trataba de servicios protegidos de la competencia internacional. Nada o casi nada en el sector manufacturero. Nada, a excepción de ciertos sectores agroindustriales como el vino y el salmón, que permitiera a Chile adquirir una posición en los mercados internacionales.

El problema de este tipo de impulso es que necesariamente llega a su fin. No se crea una segunda red de agua o un quinto operador telefónico. Todos los grupos extranjeros que han venido a Chile están ganando dinero, pero como no hay reempleo local en su ámbito de competencia, ahora lo repatrían en forma de dividendos.

En la época de mayor crecimiento de Chile, la inversión directa extranjera en Chile llegaba al 12% del PIB. Hoy ha bajado al 6%, principalmente en el sector minero. Pero las utilidades repatriadas representan ahora casi el 6% del PIB. Pues el capital extranjero es por naturaleza esencialmente nómada, cuando el capital chileno es más inmóvil. Por esta diferencia de movilidad, resulta extraño que la mitad de los ahorros de pensión de los chilenos estén invertidos en el extranjero.

La dificultad del relevo agrícola

Muchos señalan con razón que Chile es una especie de isla, tanto por razones físicas (entre océano y montaña, desierto y glaciar) como geopolíticas (en una América Latina muy poco integrada en sus flujos económicos). Y, además, una isla muy remota que, a diferencia de Corea del Sur o Polonia, no puede integrarse fácilmente en las grandes cadenas internacionales de valor entre Asia, Europa y Norteamérica.

Por ello, Sebastián Edwards e Ignacio Briones buscan un modelo alternativo como Nueva Zelanda, con su riqueza en recursos agrícolas. Pero no hay que exagerar el potencial de Chile en este ámbito: el sector agrícola en sentido amplio, incluida la agroindustria (frutas, vino y salmón), ha crecido mucho menos que el PIB: representó el 11% del PIB entre 1996-2002; solo representa el 7% entre 2021-23. Y el país ni siquiera es autosuficiente en cereales, si quiere comenzar con algo.

El dilema del libre comercio

Frente a un mercado interior reducido, Chile ha decidido abrir completamente sus fronteras. Los aranceles aduaneros representan el 0,7% de las importaciones, frente al 2,5% de EE.UU. y el 2% de la UE, dos zonas comerciales, sin embargo, abiertas.

Además de los bajos precios para el consumidor chileno, el libre comercio tiene en teoría una enorme ventaja: es una escuela de competencia. Es precisamente al codearse con las empresas extranjeras que las chilenas adquieren experiencia técnica, pueden defender su lugar en el mercado nacional y afirmarse internacionalmente.

Sin embargo, la economía chilena ha sido poco capaz de desarrollar estas áreas de competencia fructuosa. En un importante artículo, Ana Paula Cusolito, Álvaro García-Marín y William Maloney, tres economistas del Banco Mundial y/o de la U. de los Andes, confirman que la apertura de las fronteras es un fenómeno positivo, pero solo para las empresas que están cerca de la frontera tecnológica, es decir, que no están demasiado atrasadas con respecto a sus competidores extranjeros.

En su estudio muy detallado de las empresas chilenas, demuestran que este sólo ha sido el caso del 10% de ellas. El 90% restante, principalmente en el sector manufacturero, desapareció, sobre todo como consecuencia de lo que llaman el “China Shock”, es decir, las importaciones baratas procedentes de China a partir de 2005. De hecho, la participación de la industria en el PIB (excluida la agroindustria) se ha reducido a la mitad. Pasó de una media del 12% durante el periodo 1996-2002 al 6% entre 2021-23.

Por lo tanto, se ha eliminado toda una porción del sistema productivo. Lo vimos cruelmente durante el episodio de los “retiros’: la mayor parte se destinó a la importación de artículos para el hogar, y los buques portacontenedores de China hicieron cola en el puerto de San Antonio. Haber alentado o no haber sido capaz de resistir a la distribución de US$50 bn procedentes de los ahorros personales fue probablemente el mayor error de política económica de las tres últimas décadas.

La educación

El gráfico anterior muestra los asombrosos progresos económicos de Corea del Sur. Al igual que Chile, y durante aproximadamente el mismo periodo, este país vivió una feroz dictadura bajo el mandato de Park Chung-hee. Polonia también con Gomulka y su dictadura comunista. Pero los coreanos y polacos le deben al menos el establecimiento de un sistema educativo eficaz.

“Nuestro” dictador, Pinochet, desorganizó bastante el sistema educativo sin invertir en él recursos significativos, y los gobiernos democráticos que le siguieron hicieron poco por ponerse al día. Como resultado, Corea se sitúa a la cabeza de los países de la OCDE en cuanto a los resultados PISA de sus alumnos, con Polonia en un cercano tercer lugar. Chile ocupa un distante último lugar.

Si algo queda claro en todos los estudios sobre la trampa de la renta media, es la prioridad que se debe dar a la educación. Una forma estratégica de hacerlo es aprovechar los recursos minerales del país. Se trata de transformar el capital minero en capital humano. Si se puede decir así, el cobre se debe utilizar para fabricar microprocesadores, pero, en el caso de Chile, microprocesadores cerebrales para nuestros hijos.

Esta es la única manera de garantizar un crecimiento sostenible. Corea y Polonia construyeron un sistema de educación primaria gratuito y de alta calidad, un sistema de educación secundaria gratuito y de alta calidad, y un sistema de educación superior de alta calidad. En ese orden.

Quién no ve que las empresas, extranjeras o chilenas, que quieren operar en Chile dan más importancia a tener una mano de obra eficiente y bien formada que a un tipo tributario del 24% en lugar del 27%, a una permisología más permisiva o a un menor número de partidos –por cierto, Países Bajos tiene tantos partidos como Chile.

Por supuesto, siempre hay un futuro. Las tremendas promesas de la energía verde parecen bastante realistas. Ciertas industrias de servicios, apoyadas por una mano de obra bien formada, proporcionan un acceso inmediato a los mercados internacionales. Es todavía posible invertir más y mejor en la educación. Aquí es donde residen los verdaderos retos. La prioridad en el debate político es darse cuenta de que muchos de los problemas sociales y políticos del país se derivan del estancamiento de la productividad. Más que al contrario.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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