El liberalismo considera la propiedad privada y la libertad de transacción económica como los derechos más fundamentales, por lo cual desde ese punto de vista ha promovido y favorecido durante mucho tiempo el crecimiento económico, algo que muchos esperan reanudar a corto plazo.
¿Qué es el “liberalismo”? En 1986, el ensayista John Gray describió esa doctrina en estos términos: “Individualista, igualitaria, universalista y meliorista”. Hace pocas semanas, sin embargo, el partido político criollo liberal de centroderecha, Evópoli, no fue muy fiel a la definición otorgada por el intelectual británico, con la penosa anulación de sus elecciones internas, en las cuales se enfrentaban dos listas para la presidencia nacional, una de ellas liderada por Gloria Hutt, que se presentaba para obtener su reelección como presidenta.
Ante esa situación, las declaraciones de unos de sus dirigentes y cuadros, entre ellos, el senador Cruz-Coke, no han ayudado a mejorar la imagen de unos de los partidos que busca destacarse por ser el más progresista de la derecha. El asesino de Pelluco en la teleserie “Amores de Mercado”, posterior a la debacle técnica ocurrida durante la elección, llamó a una especie de intervencionismo en la composición de la directiva del partido, exigiendo la instalación de una nueva directiva casi ipso facto.
A todas luces, esa propuesta, en su versión original, no tenía muchos tintes liberales ni democráticos en su esencia.
A inicios de 2023, Francis Fukuyama, el famoso profesor de la Universidad de Stanford, publicó el libro El liberalismo y sus desencantados: cómo defender y salvaguardar nuestras democracias liberales. En su estudio, analiza de cerca las desviaciones del liberalismo en Estados Unidos y el origen de las críticas contra esa misma doctrina, pero también destaca el surgimiento de ideologías radicales en competencia.
¿Cuál es la convicción del autor y cómo podemos resumirla? El liberalismo, al igual que varias ideologías, se basa en intuiciones certeras, pero se ha visto distorsionado por desviaciones en su implementación, algo similar a lo que ya había indicado a inicios del siglo XX el filósofo francés Charles Péguy, cuando escribía que “cada partido vive de su mística y muere de su política”.
Considerando lo que precede, así como la necesidad vital del liberalismo de reivindicarse y recordando la actual tasa de aprobación de los partidos políticos, es evidente que hoy en día el fondo y la forma en política están más ligados que nunca, ambos debiendo cuidarse y reforzarse.
En cuanto a forma, este tipo de papelones siguen socavando el proceso de recuperación de la confianza en las instituciones y la actividad política. Y es aún más lastimoso cuando esto concierne a un partido que se declara liberal, porque la responsabilidad que le incumbe en este sentido es aún más grande, por varias razones, y esto tiene que ver con importantes cuestiones de fondo.
Francis Fukuyama ganó su notoriedad mundial en 1992, con la publicación de su ensayo El fin de la Historia y el último hombre, donde se anunciaba el inevitable y suave advenimiento del modelo democrático y liberal en todo los lugares del mundo, así como si solo bastase tener un poco de paciencia para ver inexorablemente imponerse la libertad. Treinta años después, la tragedia de la historia es evidente. En junio de 2019, en el periódico inglés Financial Times, Vladimir Putin declaraba que “el liberalismo está obsoleto”.
En un momento en retirada, los déspotas y/o los modelos autoritarios hoy han vuelto a la ofensiva, desde el Donbás hasta Hong Kong, pasando por Medio Oriente. En Estados Unidos y Europa, en las democracias más antiguas y arraigadas del llamado Occidente, los líderes populistas no han parado de cuestionar las instituciones y ganan cada vez más audiencias y elecciones.
En este mismo medio, en una columna muy reciente, intitulada “El tiempo de los ‘duros’: una mala noticia para la humanidad”, el Dr. Ernesto Hernández explicitaba y analizaba una constatación en ese mismo sentido.
El economista e historiador francés Nicolas Baverez, en su libro Democracias versus imperios autoritarios, indica que ante esta situación se debe imperativamente “reinventar el liberalismo político”. Sin pretender volver a dominar el mundo, que ya no es más bipolar sino multipolar, tratando de imponer un modelo hegemónico, se puede lograr “frenar la expansión de los imperios autoritarios y evitar al mismo tiempo la guerra, reconciliando el capitalismo con la estabilidad de las clases medias, como también con la transición ecológica (energética), restaurando imperativamente la confianza en las instituciones y en los valores de las democracias, para poder así permitir a los gobiernos reanudar con estrategias de largo plazo”.
Para el ensayista galo, a nivel económico, se debe pretender que surja “un nuevo equilibrio” entre el mercado y el Estado, sobre las ruinas, a lo menos las limitantes y los fracasos indiscutibles, de lo que en un momento dado fue denominado “neoliberalismo”.
Los dos autores citados acá, Nicolas Baverez y Francis Fukuyama, coinciden en una idea fundamental: la capacidad de la sociedad liberal para incubar innovación y tecnología, y ofrecer así una cultura atractiva, que es lo que la diferencia de cualquier otro modelo y es esa característica que la transforma justamente en el modelo a seguir.
Al escuchar a estos dos pensadores liberales, la doctrina liberal tiene un rol fundamental que jugar en este momento de la historia, a pesar de dar la impresión de estar aculada en diversas zonas del mundo.
Es precisamente porque se está viviendo un periodo en que ven resurgir exitosamente los modelos autoritarios, que el modelo liberal debe en parte reconfigurarse para seguir siendo válido. Y estos son los temas de discusión que se gustaría escuchar en un partido que se declara liberal.
Como en Chile las cosas siempre se hacen de una manera algo particular, tenemos un partido de esa índole en cada una de las veredas del escenario político. Evópoli para la derecha y el Partido Liberal para la izquierda. Sin embargo, este último parece circunscribirse en torno a un solo personaje, Vlado Mirosevic, y no desarrolla mucho más allá el tema de la impronta liberal sino en los temas de género y de minorías, siguiendo el ejemplo del aplicado por los líderes que llegaron al oficialismo hace unos años.
En cuanto a Evópoli, perdió una buena oportunidad de utilizar la palestra de sus elecciones internas para, en primer lugar, exhibir una orgánica de partido que respondiera a los ideales liberales y que lo distinguiera de su alter ego de izquierda y, en segundo lugar, de reivindicarse ideológicamente haciendo muestra de un verdadero brainstorming de ideas y soluciones liberales para los tiempos que vivimos.
No olvidemos considerar que disponen de un think tank liberal (Horizontal), que debería ayudarlos en ese sentido. Solo la lista de Gloria Hutt, teniendo como leitmotiv de campaña “la meritocracia” y trabajando mucho con su base militante, hizo algo en ese sentido. La lista rival, representante del ala conservadora y más socialmente elitista de ese partido, tuvo una aproximación más electoralista de esos comicios que doctrinal.
Eso es profundamente lamentable, porque hasta la fecha tres argumentos concretos abogan a favor de la doctrina liberal desde un punto de vista pragmático, a pesar de las apariencias y contingencias: ya que el liberalismo teóricamente reconoce la primacía de los individuos sobre la comunidad, este axioma permite la regulación de la violencia, proponiendo una solución institucional a la diversidad. Por los tiempos que corren, no es un aporte menor.
Por otro lado, desde el punto de vista moral, el liberalismo considera iguales a todos los individuos y dotados de derechos, uno de los cuales es la autonomía, por lo cual el liberalismo consagra y protege la dignidad de las personas.
Asimismo, el liberalismo considera la propiedad privada y la libertad de transacción económica como los derechos más fundamentales, por lo cual desde el punto de vista económico ha promovido y favorecido durante mucho tiempo el crecimiento económico, algo que muchos esperan reanudar a corto plazo.
Como pueden ver, hay varios elementos que permitirían a un partido definido como “liberal” cumplir con todos los parámetros de la definición de John Gray. Esencialmente se debe poner énfasis en el meliorismo, ya que son muchos los ciudadanos, cada vez menos esperanzados, que están esperando que mejore la situación en general, con una serie de intervenciones en lo real. Es decir, están esperando que se concrete en gran parte la definición misma del rol del actuar político.
A los partidos, recordémosle que actuar con ideas actualizadas y fielmente a sus convicciones constitutivas es la dinámica más noble que puedan protagonizar. Es lo más coherente que pueda suceder, incluso en el fin del mundo.
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