El principal aliado de la extrema derecha es el miedo. Siempre ha sido el miedo, el miedo a la delincuencia, el miedo a los inmigrantes, el miedo a los que tienen orientaciones sexuales diferentes, el miedo a los comunistas, el miedo a la ruina económica, el miedo a la vejez, etc.
En once meses más se realizarán las próximas elecciones generales de Presidente(a) de la República y de gran parte del Congreso de nuestro país.
Como siempre se dice, se trata de elecciones cruciales para el futuro de Chile.
Pero esta vez no se puede dudar del carácter decisivo de estos comicios, ya sea porque está en juego la realización de cambios sociales muy importantes, como el alza de las pensiones de los jubilados, por la continuidad de una activa gestión del Estado en la protección del medio ambiente frente a los desafíos del cambio climático, o porque el país está en una crisis política derivada de la polarización de las posiciones ideológicas, de la falta de representatividad de un Congreso bloqueado y de la enorme desconexión de la clase política con la realidad, las necesidades y las prioridades de la gran mayoría de los ciudadanos, aunque estos hasta ahora terminen votando por la izquierda, la derecha o el centro.
Aquí, por si no nos hemos dado cuenta, la derecha ha puesto en tela de juicio no solo lo logrado por el actual Gobierno, al que no le encuentra nada bueno, sino que también lo avanzado por los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría, aunque en este último caso se expresen con mayor cinismo y cuidado, para dividir a los que siempre han considerado como sus adversarios.
Igual como a mi generación le costará mucho ignorar las declaraciones sobre una supuesta superioridad moral de algunos jóvenes del Frente Amplio, al final superaremos ese desencuentro, por el país y porque hay cosas trascendentales que nos unen. En el caso de la derecha nunca olvidaremos su indolencia o apoyo a las violaciones a los derechos humanos, frente a las cuales guardaron silencio o las justificaron.
Aunque sea desagradable para algunos, pero necesario para todos, resulta oportuno reiterar que la brecha que nos separa de ellos es imposible de dejar atrás. Ahí está su adhesión por 17 años a la dictadura civil militar, que quisieron prolongar y de la cual fueron actores, funcionarios, ministros y cómplices pasivos, como dijo el expresidente Piñera.
Aquí sí que hay una incuestionable superioridad moral de los demócratas.
En cuanto a la coyuntura, no nos confundamos ahora con una supuesta ventaja electoral de Chile Vamos, especialmente de su candidata presidencial, o con el canto de sirena de una presunta división de la derecha. Ninguna de estas dos cosas es cierta a once meses de las elecciones. Es obviamente una pelea de payasos, donde ninguno se hace daño.
No es cierto que tengan la mejor candidata, como supuestamente resulta de encuestas no auditadas e interesadas, porque si de candidatas se trata estoy seguro que, si elegimos bien, como lo quiere el pueblo de Chile, ganaremos.
Tampoco es cierto que estén tan divididos, porque en ese sector ya está claro quién manda, y esa es la ultraderecha. Como ellos lo saben, manda o tiene el poder el que puede decidir en la excepción, y esos son los Republicanos y sus variantes.
Tampoco es apropiado esto de regalarle a Chile Vamos que sea una coalición de partidos de centroderecha. La verdad es que son partidos de derecha, como siempre lo han sido los sucesores de Guzmán y Jarpa. Lo que sucede es que ahora la ultraderecha, la extrema derecha, define la ortodoxia del sector.
Por eso es que hay que tomarse muy en serio las próximas elecciones. No estamos frente a un simple ejercicio democrático de alternancia en el poder ni ante una elección donde las diferencias entre los sectores y candidatos se limiten a exhibir un mejor programa de gobierno o mejores equipos técnicos y políticos, que en caso de ganar vayan a construir sobre lo avanzado por gobiernos anteriores, sino que, aunque resulte difícil y duro decirlo, estamos en un escenario donde están en peligro importantes conquistas democráticas.
Y esto porque, si gana la derecha, van a mandar los Republicanos, cuyos votos pueden ser decisivos en una segunda vuelta, si es que no son ellos mismos los que llegan al balotaje.
Con cuidado y prudencia lo digo: nuestra democracia y sus instituciones, con sus errores y deficiencias, corren peligro en esta realidad política. No es una exageración. Se dan en este caso muchos de los elementos que históricamente alimentan las posiciones y amenazas de la extrema derecha, como una democracia y un sistema político con crisis de representación y baja legitimidad, a lo que se suma una clase política desprestigiada y sin capacidad de contención ni intermediación de la sociedad. A esa clase política es a la que Milei llama “la casta”.
No menos importante es el reagrupamiento internacional de la extrema derecha con Trump, Le Pen, Meloni, Bolsonaro, Abascal, Milei, Kast, Alternativa por Alemania y otros. Esto es un hecho nuevo del que necesariamente debemos tomar nota y debemos tomarle el peso, que es lo que corresponde.
Pero el principal aliado de la extrema derecha es el miedo. Siempre ha sido el miedo, el miedo a la delincuencia, el miedo a los inmigrantes, el miedo a los que tienen orientaciones sexuales diferentes, el miedo a los comunistas, el miedo a la ruina económica, el miedo a la vejez, etc. De ese miedo surge el odio a los políticos, a los ricos, a los criminales, a las feministas, a todo lo que no tenga olor a instinto primario.
Ese es el falso pero estridente triunfo de Bukele, que por, si no nos hemos enterado, en Chile tiene miles de seguidores, partiendo por el propio Kast. ¿Qué pasaría si en Chile hiciéramos una encuesta para saber cuán populares son las políticas contra las pandillas de Bukele? ¿Qué dirían los chilenos de construir cárceles como en el Salvador? ¿Cuántos políticos defenderían los derechos humanos de los presos? De ahí a reelegirse, saltarse el Congreso o limitar la libertad de prensa hay un paso. Algunas de estas cosas pueden realizarse hoy legalmente con el Estado de Sitio. Y no habría reacción internacional efectiva con Trump como presidente de EE.UU.
Yendo a otro ejemplo particular, ¿acaso no ha quedado en evidencia cómo ha ejercido la derecha el poder en el tema de los impuestos, de las pensiones, de la educación, de la deuda histórica con los profesores, por citar algunos casos? ¿No son hoy las AFP un poder que se planta ante el Estado y lo desafía sin pudor? La derecha tiene en sus manos la mayoría de los medios de comunicación, de los bancos, de las universidades, de los grupos y gremios empresariales, e históricamente tiene un piso electoral cercano al 40%.
Aquí ya llegó el populismo de la extrema derecha y tiene un terreno fértil para crecer, sacando para afuera lo peor del ser humano y, así, ganar por un tiempo la batalla cultural.
¿Y todavía no se cree que la democracia está en riesgo? ¿Por quién votaría Chile Vamos en segunda vuelta? ¿Por quién votaría Republicanos en segunda vuelta?
Por eso es que es indignante la desidia con que la izquierda y la centroizquierda se están tomando la próxima elección. A veces parece que se ha entregado la elección sin dar la pelea, que por sí misma vale la pena y que, además, podemos ganar. Hemos llegado al extremo de caer en la ingenuidad de preferir explorar diversas candidaturas cuando todos sabemos quién puede ganar, aunque no quiera.
Algunos no reaccionan o les falta sangre en las venas. La izquierda y la centroizquierda vivimos en un permanente estado de insatisfacción, autocrítica y debilidad. Así no se defiende a un Gobierno ni se enfrenta una elección presidencial y parlamentaria. No se defiende así, además, cuando hay un riesgo para la democracia.
¿Ustedes creen que si estuviera vivo Piñera tendría dudas sobre su candidatura por tercera vez?
No se trata de desconocer errores o actuar con soberbia, pero llegó la hora de dejarse de tanta catarsis y hacer política, de apoyar al Gobierno, con todos los matices que se quiera. Si no nos hemos entendido con los que nos sucedieron, tendremos que hacerlo con lealtad recíproca, firmeza y claridad. No hay alternativa si queremos representar un proyecto de centroizquierda para un país más justo e inclusivo.
Sin perder la identidad de cada cual, no tenemos más opción que entendernos y sumar cuando aún tenemos tiempo.
Ganar la próxima elección parlamentaria es tan importante como ganar la elección presidencial. Chile debe avanzar con amplias mayorías. Nadie que quiera mayor justicia social y más democracia debiera sentirse excluido. De esa receta hemos aprendido todos, más allá de las diferencias generacionales, políticas o estratégicas.
La democracia chilena tiene riesgo de ser capturada por el miedo visceral y la mentira de la extrema derecha.
Si reaccionamos ya ganaremos y lo impediremos.
Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.