Resulta frustrante visualizar que Chile tiene muchas condiciones para estar en un estadio distinto, pero que no logramos dar el salto. Urge lograr acuerdos respecto a una agenda que podamos sostener en el tiempo.
Si bien los recientes resultados publicados por la OCDE sobre las habilidades y competencias de la población adulta en 31 países muestran un avance respecto a la medición anterior, Chile se posiciona como el de más bajo desempeño entre los países participantes. Es una noticia desalentadora y nos vuelve a enrostrar que la brecha con el mundo desarrollado es abismal.
Es urgente volver a poner al sistema formativo como materia prioritaria de la discusión pública y movilizarnos en diversos sentidos.
Primero, se requiere acelerar la mejora de aprendizajes en el sistema escolar y la educación parvularia. Si bien el estudio muestra que la brecha de Chile se reduce en las generaciones más jóvenes, podemos acelerar el cierre si es que probamos nuevas estrategias para escalar el impacto de lo que funciona.
Los resultados de aprendizaje a nivel nacional muestran un aparente estancamiento que no es tal. Mientras un 30% de establecimientos mejoran de forma significativa, hay otros que se vienen abajo con igual fuerza. Esta tremenda heterogeneidad requiere atención para lograr que las buenas anécdotas no se queden en eso, sino que se transformen en política pública.
Adicionalmente, tenemos que trabajar las habilidades “tradicionales” y las del siglo XXI a lo largo de la trayectoria. Hoy tenemos mucha más evidencia respecto de cómo se produce el aprendizaje y lo relevantes que son las habilidades de lectoescritura para adquirir otras más complejas.
En la trayectoria educativa, las habilidades de lectoescritura son prioridad en los primeros años. Estos resultados, y los del Simce, que muestran que en segundo medio un 50% está en nivel insuficiente, debiesen movilizarnos a realizar seguimiento de estas habilidades en todos los niveles escolares, asegurando que todas y todos los jóvenes que salen de enseñanza media logran un nivel adecuado.
Es imperativo incorporar una mirada de formación a lo largo de la vida y ser más agresivos, tanto en cobertura como en impacto, respecto a los procesos de capacitación y formación continua, estableciendo metas ambiciosas para cubrir anualmente a un porcentaje relevante de las personas que integran la fuerza laboral.
Finalmente, es claro que este desafío es de la sociedad completa y demanda colaboración radical como un principio de cualquier agenda. El estudio pone foco en la formación adulta, donde es aún más evidente que tanto el sector formativo como el mundo empleador comparten responsabilidades y desafíos.
Para avanzar al desarrollo no es suficiente mirar las habilidades de la población, hay que mirar también la posibilidad de desplegar dichas habilidades en la vida, incluido el mundo laboral.
Esto es evidente en el informe de la OCDE que muestra el desajuste (“missmatch”) en este ámbito. Por un lado, se estima que un 13% no posee las habilidades suficientes para desempeñarse. Pero también tenemos el otro extremo, donde un 19% de las personas está sobrecalificado para los trabajos que hoy día están realizando.
Sin duda las mayores habilidades no se justifican solo por la demanda laboral, sino que por el derecho a acceder y desplegarse con bienestar en la sociedad actual.
Esto nos refuerza la importancia de la colaboración entre sectores y de los diversos actores del ecosistema, y evidencia que las políticas de formación de personas no son suficientes. Deben ser acompañadas por otras que empujen la innovación y productividad al interior del sector empleador.
El listado de qué hacer es más largo, pero nada de esto ocurrirá de forma espontánea. Resulta frustrante visualizar que Chile tiene muchas condiciones para estar en un estadio distinto, pero que no logramos dar el salto. Urge lograr acuerdos respecto a una agenda que podamos sostener en el tiempo.
El estudio midió a la población de entre 16 y 65 años de edad. Son 50 años de políticas, programas y cambios socioculturales que explican estos resultados. No hay atajos.
En tiempos de alta polarización se requiere encontrar el espacio de acuerdo que permita una agenda que trascienda gobiernos. Estoy convencida de que educación parvularia, liderazgo directivo, formación docente, reducción de carga administrativa, formación TP, entre otros, son ámbitos donde con esfuerzo y diálogo, podríamos tener acuerdos transversales respecto a agendas de corto, mediano y largo plazo.
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