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Reivindicar la labor de los partidos políticos por una mejor democracia Opinión

Reivindicar la labor de los partidos políticos por una mejor democracia

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Recuperar la confianza no es tarea fácil y no existe una única receta. El camino más seguro es ser capaces de demostrar que están al servicio de las personas y que son conducidos por principios e ideas, y no por intereses opacos.


A lo largo de la historia, los partidos políticos han permitido fortalecer la institucionalidad democrática, dar estabilidad al debate político y canalizar las demandas sociales, pero hoy, sumidos en una crisis de representación y funcionalidad, parecen haberse resignado a la intrascendencia.

Diversas investigaciones académicas han remarcado que la capacidad de las colectividades políticas en catalizar las demandas e intereses populares se ha visto mermada y cuestionada durante las últimas décadas.

Los partidos no están solos en nuestro progresivo colapso institucional, pero sin duda son los más afectados. La última encuesta CEP (junio-julio 2024) mostró que solo un 3% de las personas encuestadas confía en los partidos políticos. Si bien este porcentaje es particularmente crítico, las restantes instituciones fundamentales de la democracia, como el gobierno, el Congreso y los tribunales, se encuentran todas bajo el 20% de la confianza ciudadana.

Instituciones como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) han llamado la atención sobre una creciente “villanización de la política”, es decir, “se culpa a estos actores por el estancamiento y el deterioro que en opinión de las personas caracterizan al Chile actual”.

En esta línea, la encuesta de desarrollo humano de 2023 refleja que un 59% de los encuestados considera que el país ha empeorado durante los últimos cinco años y un 51,6% cree que la principal razón de esto es el mal desempeño de los políticos.

Esta visión negativa de los partidos y la política ha estado fuertemente influida por una serie de escándalos de corrupción en diferentes áreas: el financiamiento de la política, las Fuerzas Armadas y de Orden, las municipalidades, los tribunales de justicia y los gobiernos regionales, por mencionar algunas de las instituciones involucradas en los casos más recientes.

Para los partidos, la desconfianza implica la imposibilidad de cumplir con su labor como intermediarios entre la ciudadanía y el Estado y, más grave aún, las personas se quedan con la percepción de que los partidos y sus integrantes solo aportan en agudizar las diferencias sociales y, por ende, a incrementar su malestar. El PNUD muestra que la identificación con los partidos se ha desplomado, pasando de un 42% en 2008 a un 23% en 2018.

Recuperar la confianza no es tarea fácil y no existe una única receta. El camino más seguro es ser capaces de demostrar que están al servicio de las personas y que son conducidos por principios e ideas, y no por intereses opacos. Para esto se requiere mucho más que declaraciones vacías.

Reivindicar la labor partidaria requiere invertir en hacer bien las cosas, mostrar lo que se está ejecutando con total transparencia, comprometerse con una real democracia interna y establecer las medidas preventivas necesarias para evitar que sean utilizados para cometer irregularidades.

Los partidos deben tomarse en serio su discurso y movilizar recursos para mejorar sus políticas de transparencia activa, implementar sistemas de integridad, fortalecer su auditoría interna y desarrollar modelos de prevención de delitos eficaces.

Fortalecer la integridad de los partidos puede ser un camino lento y muchas veces poco atractivo, pero es sin duda la dirección correcta para recuperar su rol central en nuestra democracia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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