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El discurso del mérito no sirve a la renovación socialista Opinión

El discurso del mérito no sirve a la renovación socialista

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Roberto Pizarro Hofer
Por : Roberto Pizarro Hofer Economista. exdecano de la Facultad de Economía Política de la Universidad de Chile.
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La renovación socialista no debiera perderse en una rebuscada idea del mérito, que desde hace años se encuentra instalado en el pensamiento neoliberal, con su conocida distribución de recompensas y castigos en función de la competencia.


Mauro Basaure (en varios artículos de El Mostrador), y ahora con el apoyo de Alfredo Joignant (diario El País, 05-01-2025), insiste en hacer del mérito un “leitmotiv de la renovación socialista”; y quiere convertirlo en su guía. Además, se aventura a considerarlo  “un esquema de organización de la sociedad”, convencido de que puede separarlo del neoliberalismo.

Se trata de un ejercicio intelectual rebuscado, para un socialismo que tiene muchas tareas pendientes con la sociedad chilena y, más le vale, concentrarse en las desigualdades económicas y sociales, para terminar con el sistema de injusticias que vivimos. Esta es una mejor guía para la renovación, que desgastarse en la inútil tarea de convertir el mérito en factor de bien común. 

Por otra parte, resulta extraño intentar separar el mérito de la meritocracia, con el curioso argumento de que esta es un sistema ideológico y el mérito no lo sería. 

Separar ambos conceptos no resulta fácil, ya que se encuentran íntimamente ligados, como se desprende de los textos de su creador y detractor Michael Young, en The Rise of the Meritocracy (1958) y también de su principal crítico actual, Michael  Sandel, en su La tiranía del mérito (2020). 

La postura de rechazar la meritocracia y valorar el mérito es lo mismo que intentar separar el capitalismo del capital y, luego, darle al capital un sentido social, orientándolo al bien común. Eso resulta absurdo, porque el capitalismo es un sistema, y el contexto para que el capital pueda reproducirse y generar riqueza. En consecuencia, el capital es inseparable del capitalismo. De la misma forma, el mérito es inseparable de la meritocracia.

Así las cosas, la idea de Basaure, ahora con Joignant, de reformular el mérito para que no solo premie el esfuerzo individual, sino también se oriente al bien común, resulta discutible. Y, difícilmente, puede ser un referente que sirva al socialismo, menos factor de organización de la sociedad. 

Es incontrovertible que en el sistema que vivimos una elevada proporción de las personas que nacen pobres mueren pobres, mientras casi la totalidad de las personas que nacen ricas mueren ricas. Esta es una desigualdad que “el mérito en favor del bien común” difícilmente puede resolver y cuya solución solo es posible con un proyecto económico, social y político que la enfrente en su origen. 

Es claro el escaso papel del mérito en el ascenso social, en contraposición con la herencia, el patrimonio, las condiciones familiares, socioculturales, étnicas o de género. Al mismo tiempo, en el sistema capitalista se infravalora el trabajo doméstico, los cuidados y, en cambio, se sobrevalora la titulación académica y la propiedad del capital. 

Basaure no ataca esas desigualdades de origen ni el régimen de injusticias que les da origen. Le interesa el mérito que, a pesar de su inutilidad para el ascenso social, cree posible poder convertirlo en factor de reconocimiento social y aporte al bien común. 

No se sabe cómo, porque no lo explica. Solo lo dice y esboza el único ejemplo que encuentra a mano: el reconocimiento alcanzado durante el COVID por los trabajadores de la basura, de la salud y los repartidores. Por cierto, este es un caso excepcional, que difícilmente puede convertirse en paradigma.

Así las cosas, en el momento histórico que vivimos, en vez de disquisiciones intelectuales, de resultado práctico incierto, uno esperaría que el “leitmotiv” de la renovación socialista se centrara en los fundamento que dan origen a las desigualdades económicas, políticas, sociales y culturales, exacerbadas en el capitalismo neoliberal que vivimos. 

Basaure se equivoca al creer que “su mérito” puede resolver las demandas sobre igualdad de salarios de las mujeres y el menoscabo de los trabajadores y de las minorías (El Mostrador, 29-12-2024). Esas reivindicaciones se resuelven de otra manera, porque se trata de derechos humanos fundamentales. 

Y la instalación de esos derechos en la sociedad depende de un proyecto político de transformación, que contemple al menos: el término del Estado subsidiario, la conversión de la salud, educación y previsión en derechos sociales universales, el fortalecimiento del sindicalismo y la instalación legal de los derechos de las minorías. Eso no se hace con “el principio del mérito” de Basaure, sino con una propuesta política global. 

Esa es tarea para una renovación socialista, la que debiera poner en su centro la dignidad e igualdad de todas las personas. Y eso nada tiene que ver con el “principio del mérito”, porque, aunque se quiera separar de la meritocracia, funciona más como un discurso referido a las cualidades y esperanzas personales.

En suma, la renovación socialista no debiera perderse en una rebuscada idea del mérito, que desde hace años se encuentra instalado en el pensamiento neoliberal, con su conocida distribución de recompensas y castigos en función de la competencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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